Dice en feis:
Luego de escapar furtivamente de un falso carnaval carioca (al que voy a volver más tarde), quería contar algo de lo que estuvimos viviendo estos días.
El viaje en tren de Cairo a Aswan fue una experiencia en sí misma. En vez de tomarnos el tren turístico, fuimos en el que usa la gente de acá. Éramos los únicos visiblemente extranjeros. La gente nos miraba, en general con simpatía. En un momento nos abrazamos entre los asientos y una señora que pasaba, tapada con telas negras de pies a cabeza, nos amonestó: "No no no no!", seguido de algo en árabe que, por supuesto, no entendimos.
El viaje duró 13 horas y paró en todas las localidades del camino. La mayoría, realmente muy pobres, muy sucias, muy derruidas y la gente habitando, sentada al lado de un montículo de basura como si no existiera. Al lado de eso, la vida en los pocos parajes agrícolas que el Nilo permite en tanto desierto, aunque sencilla, se ve más amable que la vida en el pueblo. Campesinos descalzos sembrando, cosechando y segando a mano, como desde los albores de este país. Cada tanto un burrito maltrecho tirando de un carro. Tractores debo haber visto dos.
Un señor de apariencia muy humilde que venía comiendo galletas de una bolsa, nos convidó algunas. De los pocos gestos desinteresados que nos sucedieron. Todo el mundo espera que le des algo de dinero. Te corren en la calle para ofrecerte cosas, ayuda, guía, tours, lo que sea. El turista es una vaca de ordeñe. El acoso es permanente y te quita muchísima energía. a veces te cierran el paso o te agarran. Otros intentan engañarte, te dicen un precio y es otro. O te prometen algo que no existe. No solamente en la calle sino en todo el sistema: también lo hace nuestro guía Aladino, en podemos confiar solo a medias. Nos manda una fruta impresionante en las explicaciones (por suerte algo sabemos del tema) y todo el tiempo trata de mandarnos a la casa del primo o del amigo que vende platería, perfumes, papiros, lo que sea. No entiende que no estamos para eso, y bueno, así es.
Lo más fuerte de todo fue cuando un anciano local, ataviado a la manera tradicional, no podía bajar un escalón en un templo. Lo ayudé a bajar, sosteniéndole las cosas. Entonces me mira, me dice "shokran" (gracias) e inmediatamente "bakshish" (propina). No pidió dinero en sí, sino una propina (!). Qué decir?! Igual no llevaba nada encima.
Todo el mundo te habla en castellano. O en inglés. Alemán. Catalán. La gente sabe TODOS los idiomas. Una nena divina en Kom Ombo me habló en un español más perfecto que el de cualquier gringo que lleva años estudiando. Sin plata no le pude comprar nada, pero te da mucha pena. La gente es inteligentísima, caza todo al vuelo, aprende hablando con los turistas, por necesidad. Maestros del comercio. El tipo que despliega a tu paso la alfombra está ahí desde hace miles de años, con una ligera variación en el código genético. Es el mismo tipo.
Hablamos mucho de esto con Gonzalo. Estas personas están ahí a las 5 de la mañana y van a estar ahí hasta la medianoche. Con 10 o con 45 grados. Hablándote en todos los idiomas, conectando con vos como pueden. Si esto no es el verdadero esfuerzo, qué lo es?
Entonces el verso de que el esfuerzo genera progreso, se cae enseguida. El que hace la guita es el entrepreneur de pacotilla que aparece 1 hora por día en la oficina de la empresa del papá, y nunca esta gente que se mata laburando por una moneda. Estoy repodrida de que digan que los países del Tercer Mundo son pobres por corrupción o porque la gente no tiene ganas de laburar. En Alemania la gente de hecho labura lo menos que puede, MUCHO menos que en Argentina. Ahhh pero allá está bien, porque es Europa. Asco me da ese pensamiento.
Hasta que no entendamos cómo funciona el sistema (neo)colonial, que la riqueza de los países primermundistas NECESITA que muchos más países estén sumidos en la miseria, y que los empresarios y su cohorte política va a hacer lo que sea necesario para que eso suceda, nunca vamos a hacer un análisis acertado de por qué las cosas están como están.
Mientras tanto fuimos a Abu Simbel, a metros nomás de la frontera con Sudán, a visitar dos de los templos antiguos más increíbles que puede ver hoy un ser humano. Pienso en todo lo que esperé para ver esos colosos y se me llenan los ojos de lágrimas!
Vuelvo al falso carnaval carioca. Estamos en un crucero que nos lleva por varios puntos a ver templos y sitios arqueológicos. Es la única manera de ver tantas cosas en poco tiempo por un precio reducido (para nosotros) y, sin embargo, subís a cubierta y la belleza del Nilo, la ropa cancherísima del contingente coreano, las reposeras que bordean la pileta, contrastan horriblemente con la miseria de las aldeas de la costa. Nos sentimos a la vez tristes y felices, afortunados y avergonzados. Esta noche, en el salón del barco que se mueve lentamente hacia el norte, hay una especie de fiesta donde los extranjeros bailan disfrazados de egipcios de caricatura. Nos escapamos por detrás, haciendo palmas, para que nadie lo note.
Rita Gonzalez Hesaynes
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