domingo, 25 de septiembre de 2022

El arte no tiene ningún poder, está ahí para consolar

 

EL UNIVERSO DIVERSO DE GERHARD RICHTER

POR INGER PEDREÁÑEZ

Si la contemplación es un lenguaje sin palabras, el artista alemán Gerhard Richter (1932-) ha creado su propio idioma a través de la observación. Un idioma que trasciende culturas y generaciones, y que se esparce en un abanico de imágenes que barren todo encasillamiento a su trabajo. Un idioma que no busca interpretaciones, si acaso la comprensión del momento histórico que le tocó vivir. Una representación de la vida desde su perspectiva y las distorsiones sociales que también estaban expuestas sin rubor.

Primero tradujo a la pintura el lenguaje fotográfico. Hay simples momentos de la vida que podrían pasar desapercibidos para cualquier individuo, pero que en otros se transforman en un designio de su futuro: Una caja repleta de fotografías familiares, regalo de su madre, sería la brizna encendida que esparció el fuego del proceso creativo de Richter.

Pero antes de que comenzaran a encasillarlo como el pintor de fotografías, el artista dio un salto de lo figurativo a lo abstracto. Se reinventó a partir de la cuadrícula del realismo socialista para abordar los trazos de la abstracción, en vestigios borrosos o desenfocados del pasado reciente; también desde el imparcial gris hasta la geometría del color. Fue un viraje que no le restó importancia a ninguna de sus técnicas pictóricas, incluso cuando incorporó la escultura a través de la fragilidad del vidrio para hacer arte con la proyección de sus reflejos.

Se podría decir que su singular estilo radica en que rechaza ser identificado con cualquier estilo. Y viene y va, entre uno y otro, reencontrándose con el sentido de la imagen para buscarle un sentido a la vida.

El arte no tiene ningún poder, está ahí para consolar”, la respondió a un periodista que, a su vez, citó la Deutsche Welle, cuando le preguntaron por el secreto del poder de sus obras. Su trabajo se ha cotizado en el mercado del arte a precios exorbitantes, algo que el propio Richter no logra comprender, aunque sea considerado el más importante artista contemporáneo vivo. Más de un tercio de su obra se encuentra en colecciones de museos. Y ha expuesto de manera individual en todo el mundo, incluyendo la reciente muestra, Painting After All en el Museo Metropolitano de Nueva York. También ha estado presente en el Tate Modern de Londres; en la Galería Nacional de Retratos de Londres; en el Museo Nacional de Arte de China, en Beijing y en el MoMA de Nueva York. Hace cuatro años, con motivo del 85 cumpleaños de Richter, se realizaron varias retrospectivas que itineraron por Praga, Colonia, Essen, Gante y Moscú. Ese mismo año, 2017, se realiza la primera individual de Richter en Australia, en la Galería de Arte Moderno de Brisbane.

Gerhard Richter ha confrontado muchas dificultades en su vida, por eso habla de buscar consuelo en el arte. Durante más de seis décadas lo ha intentando, una y otra vez, en las innumerables gamas de grises y combinación de colores. Tal como lo expresa el catálogo virtual de la retrospectiva vigente en el MET Breuer: “Richter ha practicado los medios duales de representación y abstracción en la pintura para explorar no solo la naturaleza misma del medio, sino también sus implicaciones conceptuales e históricas. Si bien estos dos modos de trabajo a veces se caracterizan en términos de oposición, Richter ha abrazado a ambos, a veces simultáneamente, encontrando posibilidades pictóricas expresivas en la tensión entre ellos. En trabajos que van desde imágenes basadas en fotografías hasta composiciones no objetivas, ha probado la capacidad del arte de contar con la historia personal, la memoria colectiva y la identidad, particularmente en el contexto de la sociedad alemana posterior a la Segunda Guerra Mundial, y confrontar los legados estéticos de los modernismos euroamericanos, a través de la experimentación con tradiciones pictóricas y nuevos modos de producción de imágenes.”

La exposición Painting After All del artista alemán se inauguró en marzo de 2020, justo antes de que se dispararan las alarmas debido a la pandemia. Aún así, a puertas cerradas, el museo ofrece una visita digital parcial en su página web. Tiene la particularidad esta exposición de exhibir por primera vez en Estados Unidos dos series del artista Cage (2006) y Birkenau (2014), que mencionaremos más adelante. Se prevé la clausura de la muestra para julio, y con ella también el cierre del Met Brauer como espacio expositivo.

VELADURAS

Sus primeras obras muestran retratos familiares, como también imágenes que remiten a la destrucción. Una forma de entender su pasado. Richter tuvo que lidiar en su juventud con el hecho de que su padre fuera reclutado a finales de la década de 1930 por el ejército alemán, capturado por las fuerzas aliadas y detenido como prisionero de guerra hasta la derrota de Alemania. En 1942, cuando cumplió 10 años, Richter tuvo que unirse obligatoriamente al ‘Pimpfen’, organización que preparaba a los niños para ser parte de la Juventud Hitleriana.

Durante la guerra su familia experimentó dificultades económicas y pérdidas personales: sus tíos maternos Hildegard, Rudi y Alfred, murieron en el frente. Su madre fue violada por las tropas rusas. Su tía Marianne Schönfelder, fue recluida en una clínica psiquiátrica por esquizofrenia, enfermedad que en la Alemania Nazi suponía una condena a muerte. Como una coincidencia cruel, el padre de su primera esposa, Heinrich Eufinger, sirvió como teniente coronel en el S.S., la «élite racial» de Hitler, que ejecutó el programa de eugenesia nazi.

La fotografía fue una pasión juvenil de Richter, desde que su madre le regaló de cumpleaños una cámara de placa. Trabajaba ya en una tienda de cámaras, en Waltersdorf, y estaba impactado por las imágenes que salían del revelado analógico, pero esta estadía también le sirvió para recibir consejos fotográficos.

En 1951, Richter regresó a su ciudad natal, Dresden, para estudiar arte en la Academia. Encontró a la ciudad aún en ruinas por los bombardeos de 1945. Quizás ese fue el motivo que inspiró alguna de sus obras de paisajes de la posguerra reconstruidos al pincel.

Entretanto, una tía en Alemania Occidental lo mantenía informado de las novedades fotográficas a través del envío mensual de la revista Magnum. Con el apoyo de su tutor, Heinz Lohmar, Richter fue autorizado a viajar a Alemania Occidental para visitar museos. Luego de ser testigo del avance del arte contemporáneo, huyó a través de Berlín Oriental en 1961, poco antes de que se levantara el Muro.

Continuó sus estudios en Dusseldorf, para construir junto a Sigmar Polke el concepto de realismo capitalista, en respuesta a las corrientes artísticas que eran ambivalentes, fue el momento de romper con el realismo socialista y aventurarse con el arte pop. Su principal referente fue Joseph Beuys.

UN LARGO CAMINO AL ATLAS

La ventana que le ofrecía el arte pop y del movimiento Fluxus fue el impulso para que Gerhard Richter recurriera a la fotografía como medio para pintar. Aparecen las instantáneas familiares, que tocan el terrible pasado de la familia y de la guerra. Era un uso poco ortodoxo para la época, el punto de partida para desprenderse de los estilos, pero curiosamente, para lograr la firma que lo distinguió como artista.

«Cuando pinto de una fotografía, se elimina el pensamiento consciente«, dijo Richter en sus escritos personales de 1964, citados en su página web. En un estudio realizado sobre el Atlas de Richter por el profesor de historia del arte de la Universidad Complutense de Madrid, Francesco Giaveri, también se le cita al respecto: «Pintar a partir de una fotografía forma parte del proceso de trabajo. No es una característica distintiva de mi visión, es decir, no sustituyo la realidad con una reproducción de ella, con un mundo de segunda mano. Yo recurro a la fotografía como Rembrandt recurrió al dibujo, y Vermeer a la cámara oscura, para hacer un cuadro”.

Después de recibir aquel cajón de fotografías familiares, en 1962 comenzó a acumular fotografías de distinta índole: fotos íntimas, recortes de periódicos y revistas, collages como si fueran señales para develar un enigma. Tal vez trataba de comprender el momento histórico o denunciar la carga de violencia y frivolidad de la época. Imágenes de la guerra contrapuestas con retratos familiares o de famosos, o simplemente extraños reunidos en grupos sociales. Al final, tras esas capas decoloridas o veladas está construida una historia.

La vida y el arte de Gerhard Richter se interrelacionan en Atlas de una manera multicapa: temas banales como un papel higiénico se yuxtaponen con imágenes horribles del Holocausto; las imágenes de paisajes en serie están alineadas con fotografías familiares íntimas (…) Sobre la base de su complejidad y diversidad, la importancia de Atlas excede la documentación simple, y es ampliamente considerado como una obra de arte independiente”, refiere la página web del artista.

Actualmente, el Atlas consta de 802 hojas, desde 1962 hasta 2013, son fragmentos que pretenden reconstruir un mundo segmentado y caótico, que componen un nuevo diálogo desde la reproducción mediática.

Gerhard Richter. Atlas 1962-2013. Foto de Städtische Galerie im Lenbachhaus und Kunstbau München, Munich, Germany.

Las hojas de Atlas 697–736 luego pasan a formar parte del libro de artista War Cut (2004), inspirado en la guerra en Irak. El libro consta de collages: basados en la pintura abstracta [CR: 648-2] de 1987, que se encuentra en el Museo de Arte Moderno de la Villa de París, así como detalles fotográficos realizados antes, en la década de los 80, combinados con artículos periodísticos de The Frankfurter Allgemeine Zeitung del 20 y 21 de marzo de 2003, los primeros días de la guerra. Esta obra puso fin a una pausa sin pintar que tuvo el artista por dos años. Por este trabajo, el crítico independiente y editor de Kulturjournal (una revista cultural del Instituto Goethe en Munich), Jan Thorn-Prikker, entrevistó al artista, quien entre otras cosas le respondió: “La forma es todo lo que tenemos para ayudarnos a enfrentar hechos y asaltos fundamentalmente caóticos. Formular algo es un gran comienzo. Confío en la forma, confío en mi sentimiento o capacidad para encontrar la forma correcta para algo. Incluso si eso es solo por estar bien organizado (…) En este caso, los hechos son tan abrumadores, los contenidos tan cruciales, la forma también es aún más significativa”.

Pero aún cuando la obra de Richter muestra mucho de hitos bélicos o injusticias sociales, el artista no se considera un ideólogo y se aleja mucho de teorizar en su trabajo. Pero deja evidencia de los hechos que luego de ser noticia pasaron a ser un recuerdo en la historia, tal como lo hace con la serie en gran formato sobre la activista Ulrike Meinhof, que los servicios de seguridad alemana fotografiaron para dar testimonio de su muerte en su celda; o las pinturas que realizó en el 2005 sobre el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001; o el ciclo Birkenau 2014.

Gerhard Richter. September, 2005.

En el caso de Septiembre (2005) explica en una entrevista al director del Tate Modern que primero representó las Torres Gemelas de manera muy colorida, con el fuego, las llamas, era un cuadro hermoso, pero no le gustó, porque no le transmitía lo que él esperaba, así que lo destruyó. Optó por la escala de grises, aplicando capas de pintura, que luego raspaba y luego otra capa superpuesta, que era frotada… “La pintura intenta un equilibrio pictórico y a la vez una tensión, tanto en las polaridades de abstracción y representación como en las fuerzas de destrucción y reconstrucción”, señala la página del MET sobre esta pieza.

No toda su obra tiene correspondencia con la historia de la humanidad, muchos de sus trabajos abstractos simplemente buscan encontrar sentido a la forma y lo que el lienzo le quiere transmitir al artista. Hay una serie de sus abstractos (de 2006) que llevan el nombre del compositor experimental estadounidense John Cage. Escuchaba su música mientras trabajaba en varios cuadros a la vez, como es su estilo. Capas de pintura que se corren con lienzos de madera o acrílico, alguna vez la brocha deshace las veladuras para volver a cepillar las pieles de pintura que generan su cuerpo artístico. Así la pintura danza en trazos delicados, con gruesas manchas torneadas. Al observar estas obras se puede imaginar la musicalidad de Cage, quien juega con el sonido ambiental y el silencio, para componer desde el azar, a la vez que Richter lleva el ritmo de sus instrumentos de trabajo, desde el vacío a la combinación de colores, maravillado de lo que el espacio del lienzo le dice.

INFLUENCIAS Y SINGULARIDADES

El arte abstracto también lo representa de manera distinta cuando realiza sus pinturas de cuadrícula, combinaciones de cuadros que Richter ya realizaba desde 1966, cuando reprodujo las cartas de colores industriales que usaban los fabricantes de pinturas. La idea la retomó nuevamente en 1971, dejando en cada cuadrícula un espacio en blanco y en 2007 compone los 196 paneles impresos en aluminio dibon, cada uno de 25 cuadrados, con un orden aleatorio del algoritmo de una computadora. 4900 Colors y las pinturas de cuadrícula anteriores tienen ciertas similitudes formales con la Ventana de la Catedral (2007) que Richter diseñó para el crucero sur de la Catedral de Colonia.

Cuando retrató a su esposa Ema en estado de gestación, descendiendo desnuda por una escalera, se habló de la influencia con Marcel Duchamp. En realidad, para Richter fue un antagonismo inconsciente: una respuesta para manifestar su contradicción, así como los espejos, y sus paneles de vidrio, también fueron dirigidos ciertamente contra el Gran Cristal de Duchamp. También la crítica ha buscado el paralelismo de su pintura abstracta con su predecesor, Jackson Pollock, pero el trabajo de Richter puede ocultar algo mayor tras esas capas de colores que se van dimensionando entre texturas y vacíos. Pero nada mejor que su propia respuesta sobre su técnica de hacer y deshacer: “Ciertamente es diferente. Sobre todo, nunca es una oportunidad ciega: es una oportunidad siempre planificada, pero también siempre sorprendente. Y lo necesito para continuar, para erradicar mis errores, para destruir lo que he hecho mal, para introducir algo diferente y perturbador. A menudo me sorprende ver cuánto más posibilidades hay de lo que soy”.

Inger Pedreáñez es periodista (UCV), fotógrafa, poeta. Profesora de periodismo en la Universidad Católica Andrés Bello. Dedicada al periodismo corporativo por más de 25 años. IG: @ingervpr.

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