viernes, 7 de febrero de 2025

Tsundoku a la Kartún

 

Los japoneses han creado una palabra que lo define: "Tsundoku" : quien acapara libros y, por falta de tiempo o por simple postergación, los apila.
La foto esta es de hace unos años, pero la situación no ha mejorado. Ahora por falta de lugar en los estantes se amontonan en pilas inestables sobre el escritorio, la mesa ratona, el piso...
Hago no obstante el elogio de la manía.
Ante todo: a todos y cada uno de los ejemplares que compro los leo. Puede pasar que me decepcionen y puteando por la guita que gasté los abandone, pero los leo. Leer no es terminar un libro. Como comer no es terminar un plato. Como cualquier romance, no tiene un arco preciso: algunos duran hasta que se agotan y a otros los abandonamos rápido antes que nos agoten. Y dándoles la chance de retomarlos años después (quién te dice...)
Quedan si a veces mucho tiempo en las pilas algunos de los que me regalan, justamente porque les doy prioridad a los que he elegido, y el tiempo de lectura es uno solo.
Cada tanto, cuando las pilas se derrumban, hago selección y dono a alguna biblioteca de las que aún reciben (llevo ahora en unos días tres bolsas suculentas a la Popular de Pinamar, que es territorio amigo).
Nunca entendí eso de comprar el libro que vas a leer y hasta no terminarlo no comprarte otro. Se me hace como si cada mañana tuviese que salir a comprar exclusivamente lo que voy a almorzar. Como tener en la heladera solo lo del día.
Tengo a mi favor la experiencia impagable: cada una de las obras que he escrito y dirigido se alimentó, en su proceso, de algún libro.
No hubiese escrito Terrenal sin Los mitos hebreos, de Graves. Ni La vis cómica sin El viaje entretenido, de Rojas Villandro, Sin las Crónicas de la semana trágica, de la Seibel, no hubiera encontrado alguna de las mejores imágenes de Ala de criados.
Y así.
Así que sundokuemos, amigxs, que el atracón nos hace felices, y chiva Marie Kondo.
Puede ser una imagen de una persona

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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...