lunes, 24 de febrero de 2025

Amor en tres tiempos distintos: 1910, 2014 y 2044

 

LA BESTIA (Bertrand Bonello, 2023) es una estimulante película de ciencia ficción que esboza una misma historia de amor en tres tiempos distintos: 1910, 2014 y 2044. El film se nutre de dos de los tópicos del género más manidos, como son la inteligencia artificial y la sociedad distópica, articulando una visión romántica y trágica del amor, influenciada por MADAME BUTTERFLY, ópera estrenada en 1904.
En la historia ambientada en el siglo XIX hay una escena a pleno día que merece especial atención, magníficamente interpretada por Léa Seydoux (Gabrielle) y George MacKay (Louis). En ella, la pareja protagonista, una pianista casada y un seductor pintor, mantienen un diálogo en un salón de té, filmado con un sencillo montaje de plano-contraplano que encuadra al personaje que toma la palabra. Louis le pregunta a Gabrielle cómo debe ser la expresión de una muñeca y ella le responde que debe de ser neutra para gustar a todo el mundo. Para demostrarle su teoría, Gabrielle se convierte en una muñeca ante la mirada atónita de Louis.
No hay ni un solo efecto de posproducción. La escena se sostiene en la simple transformación actoral de Léa Seydoux, en el cambio radical que experimenta su rostro, convertido por arte de magia en el de una muñeca de mirada vacía. Durante quince segundos visualizamos el cambio de registro interno, de raíz sobrenatural, de una actriz. Un plano medio captura esa transición alquímica, dejando fuera de campo a Louis mientras se produce el encantamiento. A continuación, otro plano medio nos muestra al joven pintor bajando la mirada, con gesto pudoroso, intimidado por la potencia de lo que presencian sus ojos. Finalmente, otro plano medio nos muestra a Gabrielle sonriendo, con los ojos brillantes de emoción tras su actuación improvisada.
Esta escena tiene varias capas de significado. Por un lado, refuerza de forma espléndida la idea central de la película, la dicotomía entre lo natural y lo artificial, activando resonancias semióticas con el mito de Pigmalión. Por otro lado, la escena tiene un claro sentido metacinematográfico, al desvelar el mecanismo simulador que supone toda película y, por extensión, toda interpretación actoral, un juego de roles e identidades aceptado por el público. Y, por último, reescribe la construcción cultural sobre la feminidad, otorgándole un papel activo a Gabrielle, que seduce en todo momento a Louis, objetualizándose por voluntad propia y desarticulando el voyeurismo propio de la mirada masculina, “avergonzada” en la escena. Ese mismo discurso feminista se ve reforzado a lo largo de la película por la constante lucha de Gabrielle por desencorsetarse de ciertos roles distópicos que le niegan la capacidad de sentir, sufrir y emocionarse.
Desde esa misma lectura de género, LA BESTIA podría interpretarse como la reivindicación del mundo femenino sufriente, propio de Madame Butterfly, en oposición al gélido estereotipo de la modelo de pasarela -encumbrada por el mundo de la moda-, una variación arrogante de la feminidad inexpresiva de la muñeca.

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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...