Me muevo por mi casa con más naturalidad y menos extrañamiento. Ya no extraño mi ex casita querida aunque si veo fotos vuelve la nostalgia, pero no es un tirón permanente. Ya no me parece magia tener, estar, vivir en esta casa, casi casi me parece justo y natural, resultado y premio, consecuencia y ni ahí casualidad. Me muevo entre mis cosas y soy cada vez más yo. Y no me averguenzo ni me escondo. Cada vez escucho menos las voces chotas que se sorprenden o me juegan carreras. Ya no me sorprendo de mi belleza corporal y habitacional, me parece muy bien que seamos enormes y florides. Ya no la limpio y ni la ordeno todos los días, ya no estamos como recién mudadas, como listas para demostrar nada. Nos hacemos más líquidas y juntamos más polvo, nos apuramos menos, cada vez menos aunque sea raro que siempre se pueda lograr un grado más de paz.
Dos años y ocho meses de mudanza. Imaginate cuando llevemos juntas 10 años...
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