

𝐿𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑜𝑏𝑒𝑑𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒, de Paula Bombara, no es en sentido estricto una reescritura de 𝐹𝑟𝑎𝑛𝑘𝑒𝑛𝑠𝑡𝑒𝑖𝑛, sino más bien un spin-off que retoma el enfrentamiento entre los profesores Waldman y Krempe durante la época en que Víctor Frankenstein creaba a su monstruo en la Universidad de Ingolstadt. Con una familia conformada de un modo llamativamente similar a la de Víctor en la novela de Mary Shelley, Waldman y su esposa Mildred tienen tres hijos varones y adoptan a Florence, sobrina de Waldman y única sobreviviente del naufragio en el que mueren su madre, su padre y sus hermanos.
Muy tempranamente, conviviendo con la nueva familia, Florence demuestra un gran interés por las ciencias naturales alentado por Mildred, pero con fuertes reparos de Waldman, respetuoso de las convenciones del ámbito académico que, entre otras rígidas normas, prohíben el ingreso de las mujeres a la universidad. Pese a esto, Mildred logra en un principio convencer a Waldman de aceptar a la joven como asistente en el laboratorio. Cuando Waldman descubre que Florence ha transgredido reglamentos de la universidad con la complicidad de sus hijos solicitando préstamos de libros, el profesor se transforma en un verdadero déspota y prohíbe a su sobrina continuar frecuentando el laboratorio. Es entonces cuando, a escondidas de su marido, Mildred diseña un plan -con el asesoramiento de Fanny Blood, amiga de Mary Wollstonecraft- para que Florence continúe estudiando en la universidad oculta bajo un disfraz de varón.
La desobediencia se estructura a partir de una performance de género: Florence cambia su nombre, se corta el pelo y se coloca barba. De este modo, ingresa a la universidad donde, como le informa Fanny Blood a Mildred, “había jóvenes disfrazadas de varones [como] en la mayoría de las universidades europeas”. En efecto, una verdadera cofradía de mujeres ocultas tras identidades masculinas cuenta con la protección del enemigo académico de Waldman, el profesor Krempe, de manera que quien en 𝐹𝑟𝑎𝑛𝑘𝑒𝑛𝑠𝑡𝑒𝑖𝑛 se mostraba soberbio y sumamente despectivo con Víctor encuentra en 𝐿𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑜𝑏𝑒𝑑𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒 la justificación de aquel comportamiento. Malhumor y soberbia son cualidades que Krempe debió cultivar para convertirse en protector de las estudiantes universitarias quebrando las reglas discriminatorias de la academia, pero también esas cualidades le resultaron útiles para ocultar su transición de género. Los “monstruos” (mujeres y un varón trans) circulan de manera más o menos secreta por los claustros universitarios, introduciendo concepciones novedosas en torno a la producción científica.
Bombara encuentra el modo de dialogar con el presente buceando en la ficción y en el pasado histórico. La irrupción de los movimientos feministas de las primeras décadas del siglo XXI se cifra en la circulación subterránea e incesante, a finales del siglo XVIII, de mujeres (y varones trans) dispuestas a conquistar un espacio dominado exclusivamente por varones cis. Mediante la construcción de este escenario sociogenérico, Bombara rinde homenaje al feminismo de primera generación, al tiempo que reafirma el lugar fundacional de la obra de Mary Shelley en el canon literario juvenil.
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