POLIZÓN
Julio Cortázar
La canción la silbaba el marinero de proa
y del viento pasó a los labios del grumete en el pañol
repitiéndose, más aguda, hacia el puente donde una pasajera
la tuvo entre los dedos como un vilano,
dejándola flotar hacia atrás, titubeante,
en busca de alguien que supiera alzarla del silencio que acechaba.
Fui yo quien vino a salvarla de la charca en que se hundía,
y la dejé seguir hasta el tripulante de boina azul
que abrazado a un ventilador jugaba al oso;
por él nació otra vez, grave y segura,
y ya nada detuvo su ronda hasta la popa
donde un marino de dormido rostro la sostuvo un segundo.
(Ay, ay,
ay, ay,
canta y no llores ____)
Y la dejó ir, burbuja última mezclándose al pavo real furioso de la estela.
Provence, 18/ 10/ 57
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