lunes, 9 de septiembre de 2024

Ya la empecé y de verdad me asusta

 

OTRAS LITERATURAS
 

Una breve frase se lee al promediar Nostalgia. Funciona casi como una declaración de principios y quizás pueda erigirse en clave de lectura para estos textos reunidos bajo un mismo título: “La literatura es teratología”. Porque, arrimada a la monstruosidad o a lo deforme, parece la lógica que organiza las fábulas que componen este libro, compendio de relatos, novela organizada por episodios o suma de nouvelles.

Se trata de cinco escritos distribuidos en tres zonas y narrados por un mismo personaje: Prólogo – Nostalgia – Epílogo. El primero de los textos, “El ruletista”, describe el derrotero de un hombre desgraciado que juega su estrella a un sistema clandestino de apuestas en el que las personas se apuntan a la cabeza un arma cargada con una única bala. La tensión —y, en consecuencia, la popularidad del hombre— entra en ascenso cuando, en lugar de una bala, elige exponerse a dos, tres, hasta llenar el cartucho. En cada una de esas ocasiones, sin embargo, el ruletista logrará zafar de un destino espeluznante. Lo que tuerce y deforma la lógica causal y realista de los acontecimientos —como en cada uno de los relatos de este volumen en que el mundo conocido se fractura— es la irrupción de una fisura espacio-temporal que habilita la emergencia de una paradoja, un infinito entre los infinitos. Si el ruletista logra torcer el destino cada vez —se nos cuenta— es porque su mala suerte es parte de un absoluto; fracasa siempre y en cada uno de sus intentos de suicidarse, y es por eso que tiene la capacidad de transformar una burla sempiterna en un triunfo eterno.

El problema del infinito, que anida en diversos recodos de la memoria del escritor-narrador que hilvana estos textos, emergerá en varios rincones de Bucarest, teatro de operaciones donde cuajan estas ficciones. Más adelante, en “El Mendébil”, puede leerse: “En todo el mundo no hay sino infinitos grandes o pequeños: la silla es un infinito, el clavel es un infinito, esta tiza es un infinito. Infinitos que se amontonan unos sobre otros, que se devoran unos a otros”. Estas palabras salen de boca de un niño excéntrico que fascina a un grupo de adolescentes a la sombra de los característicos complejos habitacionales que poblaron la ciudad bajo el gobierno de facto de Ceaușescu. El pasaje de la infancia a la adultez también cristaliza como terreno de sucesos maravillosos para estas historias que bien podrían emparentarse con los imaginarios ingenuos de Lewis Carroll, Bruno Schulz, Angela Carter, o con la candidez de un Hrabal o de un Walser.

A la manera de un poderoso y explícito ritornelo borgeano, permanecen cintilantes en estos relatos un puñado de incógnitas y un espíritu intranquilo y paradojal en torno del tiempo, el infinito, el sueño y la vigilia o el misterio de la creación del universo. También la sospecha de existir bajo los designios de una entidad superior, gran imaginador o prestidigitador anónimo regresa en la voz de personajes que creen ser manipulados como marionetas o estar en las manos de ajedrecistas que mueven sus piezas en un tablero. En “REM”, el relato más largo y, podríamos afirmar, más acabado del libro, es un grupo de niñas el que, a lo largo de diversos y extravagantes juegos por un enorme baldío, cae bajo la influencia de una especie de artefacto que confiere la capacidad de ver el infinito, los tiempos presentes, simultáneos, futuros y pasados. Por eso, la protagonista reflexionará, tiempo después, ya adulta, cuando ha podido procesar la experiencia: “Algunos sostienen que REM sería un aparato infinito, un cerebro colosal que ordena y coordina, siguiendo un determinado plan y un determinado fin, todos los sueños de los seres vivos, desde los sueños inconcebibles de la ameba y del cólquico, hasta los sueños de los hombres. […] Otros ven en REM una especie de calidoscopio en el que puedes leer simultáneamente el universo entero, con todos los detalles de cada momento de su desarrollo, desde el génesis hasta el Apocalipsis”. Desmesurado y por momentos hasta excesivo, este libro, no obstante, puede constituirse en una oportuna puerta de entrada a la obra de uno de los escritores más promisorios del panorama literario actual.

 

Mircea Cărtărescu, Nostalgia, traducción de Marian Ochoa de Eribe, Impedimenta, 2022, 388 págs.

 

 

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