Fue de mis primeras etiquetas familiares: "Chanta culo" me decían mis viejos porque, dicen, que hasta en el parto me senté y no me movía. "Es lenta, no se parece a mí", leí en un diario de mi mamá que encontré después de muerta (ella). "Enjujeñamiento", le digo yo a esa beatitud de ojitos a media persiana y calor de verano o frazada de invierno y mover los pies pidiéndole permiso a uno para mover el otro y sucederse de acciones medio a la bartola, medio todo a la vez pero no me apuren.
Después de mi final del jueves y el inicio del taller del viernes, voy tratando de bajar de la moto y ralentizar no sea cosa que el inicio de clases me agarre con los pelos volados.
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