Tendencia pornografía y erotismo
Fragmentos del discurso sexual
Las escritoras Matilde Sánchez, Patricia Kolesnicov y Laura Ramos hablan aquí sobre la manera en que abordaron el sexo en sus libros.
Por: Gabriela Cabezón Cámara
SIN PUDOR. Sánchez, Kolesnicov y Ramos debaten entre la elipsis o la brutalidad.
Las tres son escritoras argentinas y las tres publicaron recientemente libros de gran repercusión que, de un modo u otro –y lo de "otro" acá es fuerte porque el "modo" de cada una varía desde la pornografía a la elipsis– tienen un fuerte contenido sexual. Sin eufemismos. De eso, del cruce de texto y sexo, o de cómo hacer sexo con palabras o de qué queda de la carne cuando es cocida y cosida por la prosa, hablan las tres: Patricia Kolesnicov, autora de No es amor, Matilde Sánchez, de Los daños materiales y Laura Ramos, de La niña guerrera. A la primera, una historia a dos voces del amor o el desamor de dos chicas durante la primavera democrática, la escritora y periodista María Moreno la calificó de "erotismo de autora". En un artículo sobre la segunda, el soliloquio –con todo lo de soledad y locura que se le puede suponer a la palabra haciendo una etimología salvaje– de una mujer víctima de lo que podría llamarse un "serial fucker", Beatriz Sarlo la caracterizó como "cold porn". Y la tercera es una colección de biografías de mujeres lesbianas recortadas y alumbradas como heroínas de manga.
Hay, claro, una escena original, la escena en que cada una tramó o vio tramadas por primera vez letra y carne. Kolesnicov, que abre el diálogo, cuenta que a ella le pasó "a los 11 o 12 años, sentada en la alfombra, al pie de la bibliotequita de mis viejos y con una oreja alerta a ver quién ponía una llave en la puerta". Sánchez se abismó en enciclopedias buscando siempre las mismas palabras, "genitalidad pura", aclara por si alguien duda, columnas sobre las que ella se volcaba una y otra vez queriendo "extraer más información de la que había". Y la tercera, Ramos, se sumergió entre los restos de un naufragio, "los despojos de la biblioteca familiar" con que se había quedado su madre, feminista y trotskista fundadora de la línea femenina del Partido de la Izquierda Nacional que lideraba su padre.
Cada una encontró cosas distintas. Kolesnicov, el botón del clítoris: "Mis viejos tenían best- séllers, toda la colección Grandes Novelistas, libros que me estaban prohibidos y que eran los que me ponía a leer en cuanto ellos salían. Así encontré el 'botón del clítoris'. Fue en una novela de Wilbur Smith, Rastro en el Cielo. No me lo olvidé más, incluso estuve cerca de usar la frase. A partir de ahí, leí toda la colección sabiendo que tenía que bancarme el libro entero para encontrar una escena sexual. Y me la bancaba".
Ramos halló a un sodomita: "leía cualquier cosa, lo que había quedado en la biblioteca de mi mamá. Así encontré Los caminos de la libertad, de Sartre. Y había un personaje que se llamaba Daniel que decía: 'Soy sodomita'. Y yo no entendía nada, era como leer en inglés, pero me perturbó, me di cuenta que ahí había algo que me interesaba. Y después seguí con los libros de Balzac que me daba mi papá: Luciano de Rubempré y Eugenio de Rastignac seducidos por Vautrin. Mi papá a los gays los llamaba la Sexta Internacional... chiste de trotskista, claro".
Sánchez encontró mujeres con la cabeza recalentada: pasó del registro enciclopédico a la oralidad en la peluquería de su mamá. "Era grande, con 25 empleadas: de ahí vienen mis primeros registros de relatos sexuales, no son librescos, son más bien del orden del rumor y la chanza, de las peluqueras y las clientas. Como llamó al chisme Edgardo Cozarinsky en un ensayito célebre, son relatos indefendibles. Y de ahí también me quedó la imagen de mujeres leyendo en el secador con la cabeza recalentada, que es muy importante para mí. Emergían del secador transfiguradas, a mi juicio, porque leían el libro. Y es una imagen fuerte también porque la mayor parte de los lectores –y de los editores– de Occidente son lectoras: mujeres".
El pudor de la pornógrafa
No es el caso de Ramos: su libro está en tercera persona, relata biografías de mujeres que tienen nombre, y en muchos casos apellido, y además ejercen una sexualidad que no es la suya. Pero de las novelas de Kolesnicov y Sánchez emergen "yos" impúdicos, que en algunos rasgos se parecen a sus autoras –comparten género, sexualidad, profesión, barrios y generación–. Y verbalizan lo más íntimo: rasgos genitales, latidos, orgasmos, dolores, humillaciones, deseos y sentimientos.
¿Dónde ubican el pudor y dónde la intimidad? ¿No se sintieron vulnerables con la publicación de estas novelas?
MS: A mí todo me parece muy expuesto, hasta un adjetivo me parece expuesto. El bombeo de la mecánica sexual, la cosa maquínica, en cambio, no: eso en la novela está puesto en clave satírica, lo sentimental no se juega.
PK: A los personajes de mi libro les pasa algo parecido: entre ellas es lícito el tener sexo, pero no pueden darse un besito porque es ahí donde ubican el amor.
Escribir en primera persona sobre personajes con los que tienen cosas en común, ¿las hizo sentir expuestas?
LR: La primera persona revela una falsa intimidad, una intimidad intermedia, no se revelan las intimidades más profundas, se construye una intimidad literaria.
MS: Una intimidad pública, que es lo opuesto de la intimidad. Eso son los blogs, una intimidad sobre-construida. Me parece que en este sentido el cambio de paradigma cultural fue brutal en los últimos años: en este momento el secreto está sustraído como variable de las relaciones humanas, supuestamente todo está a la vista en Facebook. Pero la intimidad no desapareció, se corrió. En ese sentido les cuento el caso de una amiga mía que atravesó infiernos de pudor, como decirles a sus hijos que era lesbiana. Yo pensaba, "ay, por favor, qué momento explicarle a tus hijos que ahora tenés una novia, explicarle a tu madre y a tu padre que amás a una mujer". Tiempo después supe que esa persona escribía poesía. Y eso no se lo contaba ni se lo mostraba a nadie. Las zonas de pudor son un enigma y la intimidad es eso.
¿Y en tu novela dónde está la intimidad?
MS: En el momento en que ella ve bailar a su amado en pelotas. O cuando lo ve comer. Pero no en el sexo, está siempre en otro lugar.
PK: Yo creo que la primera persona es una construcción literaria más, una de las que se puede hacer. Yo no soy los personajes de la novela. Y aun en el caso de quien escribe un texto autobiográfico, no cuenta todo ni todo lo que cuenta es verdad. "Yo", el autobiógrafo, sé lo que oculté y lo que disimulé. En el caso de las novelas, la primera persona tiene un rasgo esquizofrénico: es el yo de otra gente.
MS: Es cierto que tener dos narradoras facilita.
PK: Mirás desde dos perspectivas. Empezás a pensar como otra persona.
LR: A la vez es difícil. Son muy distintas y se distinguen fácilmente.
PK: Necesitaba dos voces porque una historia de amor es por lo menos dos historias de amor.
MS: En mi novela, en cambio, se cuenta una sola historia: es un amor no correspondido.
¿Y cómo fue lo tuyo, Laura, por qué elegiste escribir sobre mujeres lesbianas?
LR: Pasé mi infancia rodeada de mujeres feministas. La palabra lesbiana estaba latiendo todo el tiempo sin formularse, por eso para mí siempre tuvo algo de secreto, atracción y familiaridad. Estar con chicas lesbianas es como estar entre primas, sobrinas, tías y trotskistas: así me crié yo. Cuando empecé tenía ganas de hacer algo más periodístico y mis amigas, que son inteligentes, lindas y divertidas, podían romper con el estereotipo que se ve por ejemplo en el documental Lesbianas de Buenos Aires, que está buenísimo, pero un poco restringido a la militante y tiene poca sensualidad y poca alegría.
PK: Pero no hiciste un libro light.
LR: Es que pasaron siete años y escuché historias cada vez mejores y más extrañas y más lejanas. Me fui enamorando de esas historias.
MS: Quisiera fumar. Así estamos: podemos hablar de cómo coger y no podemos prender un pucho.
PK: Bueno, no podemos coger arriba de la mesa tampoco.
MS: Es verdad.
LR: Pero abajo sí.
Porno, erotismo y bordado
El porno por Matilde Sánchez: "En un ágil tumbo me ubicó en cuadripedia y soporté todo su peso en mis rodillas, hasta que el centauro se irguió y sin previo aviso, manipulación ni ablande, forzó la entrada de la carne de una vez. Grité de dolor pero él pensó que yo gozaba. ¡Ay, dije, ay!, no estaba lista para ese puñal todo de una vez. O eso creí, qué ilusa, entonces, más enardecido al sentir que mi canal retrocedía, pues yo me encogí a mí misma reculando dos pasos con las rodillas, se hundió en el remate donde la estrechez se negaba a ceder, hasta la empuñadura, señores, ¡hasta el mango! No vayan a suponer que la analidad era nueva para mí pero confieso que nunca de ese modo, nunca sin el debido cortejo o aprobación, nunca en seco del todo (...)".
MK: En Los daños... el sexo nunca tiene una dimensión sentimental o amorosa. El sexo es una peripecia maquinal, es la respuesta neurológica a la época de los estímulos incesantes. Entre ellos el encuentro, que siempre es algo más secreto y enigmático, ocurre en otras actividades, por el ejemplo en la comida o en la lectura compartida y en el baile pero sobre todo en la risa, por eso son los Fabulosos AMUR, los amantes muertos de risa. Más que la pornografía, me interesaba explorar la violencia verbal, que siempre es de carácter sexual. Ir hasta las últimas consecuencias del epíteto "la concha de tu hermana...", que para nuestro caso marca el límite de la dominación. Ella, la hermana, es la única mujer del planeta con quien el personaje varón de la novela no puede acostarse.
El erotismo según Patricia Kolesnicov: "Levanté el cuerpo, para caerle con todo el peso. Me puso las manos en el culo y me empezó a acercar: la pelvis, la panza, me sentó sobre el pecho, la boca. Quedé sentada sobre su boca. Florencia me abrió los labios con la lengua, me tocó el clítoris, entró, entró hasta que estuve pendiente de ese punto –de esa lengua en círculos, de la presión de la lengua, de la fuerza de la boca–, hasta que todo mi cuerpo se fue por un embudo hacia el milímetro que su lengua manejaba. Acabé como una bestia y ella me tapó el grito con la mano".
PK: Yo tenía en claro que quería describir el sexo en detalle y que quería hacerlo durar, como en las películas pornográficas. Cómo hacer para que esto dure, para que no sea digo hasta acá y ya está. Yo lo pensaba a la manera de Vicente Huidobro, el poeta chileno que fundó el creacionismo. El hablaba de la rosa y decía: 'No quiero describir la rosa sino hacerla florecer en el poema'. Bueno, yo no quiero hablar de sexo, quiero hacerlas coger en el texto, eso es exactamente lo que quería hacer. Por eso me detuve, ralenté, hice durar, repetí muchas veces, para que llevara un tiempo, para que el acto sexual ocurriera en el texto. Pero soy consciente de que es un discurso imposible en un punto: lo escribí en un registro muy coloquial, como si alguien te lo contara. Pero nadie le cuenta una relación sexual con ese detalle a nadie. O sea que este texto solamente es posible en la literatura. Parece contado, pero sólo puede ser escrito.
El bordado de Laura Ramos:
"Esa vez no tenía miedo, deseaba tener experiencias con chicas desde tiempo atrás y aunque no sabía qué iría a suceder se apretó contra Rose con los ojos cerrados. Ella la besó con besos casi tímidos y Dalia se sorprendió al descubrir sus labios tan pequeños. Le devolvió los besos con cautela, atenta a los movimientos de Rose, que seguía por su cuello y sus hombros hasta los pechos, donde experimentó un placer tan agudo que le disparó una reacción en cadena".
LR: En esta nota juego el papel del impostor, porque precisamente en mis textos eludo deliberadamente y de una manera muy determinada y consciente cualquier alusión al sexo. Más aún, esta determinación alcanzó tal cima que me llevó a desafiarla escribiendo precisamente un libro de género, un libro de chicas lesbianas. Pero la premisa era no describir escenas eróticas. Esta premisa me obliga a describir todos los sentimientos y pasiones, todos los pathos que giran alrededor del sexo, los antes y los después, los malentendidos, las dudas, las vergüenzas, todo lo que el sexo provoca y desencadena, pero sin nombrar el acto mismo: es un tema que yo trato sistemáticamente de soslayar, de bordar.
Manierismo, brutalidad y final
"Detesto el manierismo y el lirismo cuando se describe una escena sexual. Prefiero la brutalidad o la elipsis". Lo dice Ramos, pero podría suscribirlo cualquiera de las tres. Mientras Ramos rodea, trama, detalla todo el antes y el después, Sánchez y Kolesnicov se arrojan, como ya ha visto, lector, de cabeza adentro de la escena. ¿Hacen pornografía?
Una sí. Y la otra no. Kolesnicov define pornografía como un discurso de la dominación, donde la existencia de una está puesta al servicio del placer del otro. Lo de ella, entonces, no es pornografía "porque no es industrial, porque no es amplificación de movimientos mecánicos protagonizados por genitales en lugar de, por ejemplo, un pistón, porque las protagonistas no están cosificadas, porque no están estereotipadas en sus roles, porque hay descubrimiento, porque no se glorifica la sumisión ni la humillación. Creo".
Estaría bastante de acuerdo con Patricia en cuanto a que la pornografía es un discurso de dominación, pero a mí no me interesa hacer un juicio moral o ideológico. Simplemente señalo que la pornografía es el discurso dominante, el más extendido e internacional en Occidente; ya no hay que buscarla, te sigue en Internet, te asalta en el celular, e invariablemente es a través del cuerpo femenino. Siempre hay que pasar por el cuerpo de una mujer desnuda para consumir incluso las cosas más elementales y neutras, ¡hasta el agua Ser se vende con las lolas de Araceli González! –dice Sánchez, la que sí hace pornografía en sus relatos sexuales.
Cada una de las elecciones de estas escritoras es, claro, una decisión estética. Y si, como dijo Buffon, "el estilo es el hombre", hoy podemos afirmar que también es la mujer. Tanto Ramos como Kolesnicov y Sánchez seguirán la línea que se trazaron. A Ramos, que goza de "las elusiones, las alusiones, los rodeos y de Henry James", le interesa "un enigma que me produce muchísima curiosidad e impulso para seguir trabajando: qué es ser mujer. La niña guerrera fue un paso más en mi investigación. Ahora, hace más de un año, estoy trabajando sobre las hermanas Brontë y sobre ellas será mi próximo libro".
Sánchez está terminando otra novela, Armenia Mon Amour, una comedia de la que surgió Los daños materiales –que antes de cobrar autonomía y ser novela, fue capítulo amargo–. "Armenia tiene sexo, más pornografía en frío, en el mismo tono gimnástico, sólo que esta vez se ve premiada por la siempre feliz llegada de un saludable bebé...", adelanta con ironía.
"El registro del placer, de la dificultad del placer, de la posibilidad o imposibilidad de la entrega. ¿Cómo se goza con palabras? ¿cómo se entrega una con palabras?", son los ejes del nuevo trabajo de Kolesnicov, que profundiza la línea que comenzó con No es amor: "De nuevo: cómo hacer para que la protagonista sienta en el texto. Y también: ¿puede fallar?".
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