domingo, 2 de febrero de 2020
Te quiero, Margaret Atwood
No me la compré porque carísima, pero se la regalaron a Magda para el cumple y ella se la leyó en seis días y me la prestó. Muy devorable. Al princiio pensé que era una escritura acomodaticia, rápida, como dijo Magda: Es como ver una serie, nada difícil ni que te frene. Después me dí cuenta que, siendo eso muy verdad, radica allí su genialidad: no es apurada y berreta como podría ser una de Dan Brown, sino que se te mete en la vida haciéndote olvidad que estás leyendo mientras te recuerda todo el tiempo que eso que leés son testimonios, "testamentos", documentos vivos de gente muerta. En el medio te mete frases como "La capacidad de inventar mentiras verosímniles es muy encomiable" (o algo así, cito de memoria, no subrayé proque prestado, lo dice Tía Lydia de Pequeña Nicole). Y mantiene la prosa poética como si te estuviera hablando, te habla hermosamente, te muestra a la vieja escondiendo sus manuscritos y a las dos jóvenes declarando lo que hicieron claramente y por qué lo hicieron y cómo llegaron a donde llegaron. Amor total por los varios homenajes a las amigas que no están, a las que quedaron en el camino, a las que tuvieron miedo, a las que no vieron el final, a las que tuvieron paciencia, a las que vendieron su cuerpa y su alma, a las que decidieron aquello o lo otro y murieron hablándole a su "desconocido lector".
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Lunes por la madrugada...
Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...
que sonríe cómplice de amor...
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