lunes, 18 de noviembre de 2019

Nunca fui a una mueblería

Comprar muebles nuevos, elegimos por mí para mi propia casa, es una de las cosas que no he hecho nunca en mis 50 años. Y eso que he llevado adelante muchas casas y en diferentes situaciones. Pero siempre era todo heredado o usado o pedido o armado a los ponchazos. Ahora me pongo a mirar estos comedores y me siento tan extraña... ¿por qué no? ¿por qué no disfrutar de sentarme donde se me cante? ¿por qué no tirar las sillas de pino que se me desarman a cada rato y la mesa que me regaló mi mamá (nueva pero a su gusto) para una casa en la que no vivo hace 24 años (y cinco casas más de por medio) y el juego de sillones que era del dpto de mi abuelo (alguna vez los vi lindos, y son caros, pero ya los detesto y están acá solamente para hacer felices a Fido y a Simón los días de lluvia, que otros días hasta ellos prefieren tirarse en el piso)



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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...