Hace años que no compro en supermercados regularmente. De repente caigo porque necesito tarjetear o me da curiosidad el mundo paralelo del consumismo en changuito. Y casi me dejo corromper por esos muñecos extensibles divinos, y pongo de excusas regalarle a Mile o decorar mi casa para la nieta o festejar mi jubilación. Pero no, sé que hay modos más bonitos y originales y metete el ratoncito y el renito abrigado en el toor.
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