ARTE QUE RESPONDE A LA VIOLENCIA MACHISTA
Semíramis González. Comisaria de la exposición Equivocada no es mi nombre
Cuando empecé a trabajar sobre el concepto central en esta exposición, no podía concretar cómo resumir, en un título, todo aquello que quería expresar: una exposición que visibilizara la violencia contra las mujeres a través de la creación artística, y a la vez fuese un espacio de reflexión sobre estas agresiones en cualquier parte del mundo. Recurrí, como suelo hacer siempre que necesito algo, a esas amigas feministas, compañeras, aliadas, dispuestas a responder ante las dudas que te asalten. Fue la escritora y traductora Gloria Fortún quien me puso sobre la pista de este poema de la poeta y activista caribeño-americana June Jordan, “Poem about My Rights”, que da título a esta exposición. En uno de sus versos finales se responde a todos los anteriores, que relatan una y otra vez la violencia que ha sufrido como mujer, negra y de procedencia humilde y contesta con un contundente: Wrong is not my name: “Equivocada no es mi nombre”.
Las pioneras
Las artistas aquí presentes son sólo algunas de la amplia estela de autoras que han trabajado sobre la violencia contra las mujeres desde los años sesenta y setenta; una extensa genealogía desde las primeras manifestaciones públicas de artistas como Suzanne Lacy y Leslie Labowitz en Los Ángeles; Donna Ferrato; la experiencia pionera de la Womanhouse con Judy Chicago, Miriam Shapiro y estudiantes de CalArts; Ana Mendieta, o Yoko Ono, entre otras muchas.
Estas mujeres han tenido como referencia sus propias experiencias para dar paso a una creación comprometida con la agenda feminista; sus obras han tratado de violencia de género, de aborto, de violencia sexual, de brecha de género en el sistema del arte… Han hecho de lo personal (que es político) algo artístico.
A partir de esta reflexión que parte desde las pioneras, representadas aquí en Martha Rosler, llegamos al presente más cercano, con autoras noveles, que trabajan con nuevos medios como las redes sociales, herramienta de comunicación que ha potenciado un activismo feminista diverso en los últimos años.
Datos para una realidad desigual
La exposición Equivocada no es mi nombre se presenta como un proyecto expositivo cercano a fechas tan destacadas como el 23 de septiembre, Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas, y del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, una fecha nacida desde el movimiento feminista para conmemorar el asesinato de las tres hermanas Mirabal en la República Dominicana en 1960. La Asamblea General de la ONU, en 1999, se hizo con la reivindicación, estableciendo la fecha como hito para el grito común contra una violencia que supone la principal causa de muerte e incapacidad entre las mujeres.
Los datos son alarmantes: una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual; casi 750 millones de mujeres y niñas en todo el mundo fueron casadas antes de cumplir 18 años; el 71% de las víctimas de trata son mujeres y niñas, y tres de cada cuatro son utilizadas para la explotación sexual.
Arte que responde a la violencia machista
Equivocada no es mi nombre plantea un recorrido por las obras de artistas de trayectoria nacional e internacional que han trabajado denunciando estas violencias desde el lenguaje visual, como el vídeo, la instalación o la performance…
Partiendo de las artes como herramienta transformadora de la realidad, esta exposición propone estas obras como una reflexión sobre la creación artística y el activismo feminista, algo común a todas las presentes, y plantea nuevos debates sobre las múltiples manifestaciones de la violencia contra las mujeres. Todas las participantes son artistas comprometidas con una realidad que señala António Guterres, Secretario General de la ONU, “hasta que las mujeres y las niñas, que constituyen la mitad de la humanidad, vivan sin miedo, sin violencia y sin inseguridad diaria, no podremos afirmar realmente que vivimos en un mundo justo y equitativo”.
Las múltiples agresiones que sufren las mujeres se convierten en el tema principal de obras realizadas en distintas épocas, desde la pionera Martha Rosler, con su vídeo Semiotics of the Kitchen de 1975, a otras más actuales, como Vivas, nos queremos! de Sandra Paula Fernández, que pone sobre la mesa el debate actual sobre la violencia sexual y el uso de las redes sociales como herramienta de denuncia pública.
La andaluza Pilar Albarracín, en 1992, se anticipa doce años a la aprobación de la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género y visibiliza en su obra Sin título (Sangre en la calle), una violencia sufrida hasta entonces en silencio por las mujeres. Cinco años después, en 1997, Ana Orantes era asesinada a manos de su exmarido después de denunciar en televisión la violencia y amenazas a las que estaba sometida. Obras como la de Albarracín sacaron a las calles una realidad ocultada y silenciada en el debate social.
Tras más de una década desde la aprobación de la Ley de Igualdad, su implantación en un marco educativo que frene la desigualdad de género en la población joven, no ha sido llevada a la práctica. En 2006 se aprobó, mediante Real Decreto, la creación de la asignatura Educación para la Ciudadanía destinada íntegramente al aprendizaje y conocimiento de los valores democráticos con una arteria fundamental: la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. Esta asignatura, única integral dedicada a estas cuestiones, fue eliminada definitivamente en 2016. Desde entonces, el acercamiento al conocimiento de la violencia de género y las múltiples formas en las que se manifiesta, queda establecido a juicio del docente de cada materia. Esta falla en la educación, el pilar básico desde el que romper los cimientos de una sociedad machista, es la clave para entender el aumento de hasta un 48% de los menores enjuiciados por violencia de género o que más del 80% de los adolescentes afirme conocer algún acto de malos tratos en parejas de su edad.
En el último informe «Jóvenes y género» del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud (marzo 2019) se afirma que el 56% de los jóvenes españoles defiende posiciones machistas que justifican el ejercicio de la do- minación masculina y la violencia derivada de este tipo de relaciones. Además, el colectivo de jóvenes es menos consciente de las des- igualdades y, sobre todo, más reacio a que la sociedad adopte medidas contundentes para favorecer la equidad de género y penalizar los actos de discriminación.
Frente a esta realidad, obras como la de Esther Pizarro, presentan los datos de mujeres asesinadas en 2018 por violencia de género y sitúan en lo visual cifras alarmantes, como las de Mar Contreras Chambó, de 21 años, asesinada el 10 de mayo de 2018; Cristina Márin, de 24 años, asesinada el 7 de julio, o Laura Luelmo, de 26 años, asesinada en El Campillo (Huelva) en diciembre.
#NiUnaMenos es el nombre que adquirió la convocatoria de una movilización para frenar la violencia machista en Argentina y que tuvo lugar por primera vez el 3 de junio de 2015. Este hashtag se ha extendido por todo el mundo a través de las redes sociales, que han resultado ser claves para denunciar las violencias que sufren las mujeres y sus reivindicaciones: el derecho a caminar libres, sin violencia, a seguir vivas.
El mismo ejercicio realiza la artista asturiana Sandra Paula Fernández en su obra Vivas, nos queremos! en la que a través de decenas de frases bordadas tomadas de las redes sociales, lleva al contexto museístico las denuncias que miles de mujeres, muchas de ellas muy jóvenes, lanzaron con el fin de hacer viral todo tipo de violencia machista. Se trata de una obra que conecta con las nuevas realidades de las redes sociales que tanto han impulsado la llamada Cuarta Ola; también la música y la poesía han sido inspiradoras de proclamas y con potentes mensajes feministas de artistas como Rebeca Lane o Angela Davis.
Yolanda Domínguez, por su parte, es una artista cuyo trabajo se desarrolla en el ámbito de la performance participativa, con acciones encaminadas a la toma de conciencia sobre el sexismo y como una herramienta creativa que favorezca cambios reales. Para la exposición ha desarrollado un proyecto educativo en colaboración con el equipo de mediación de LABoral, que tendrá continuidad durante el tiempo que dure la muestra.
La violencia que supone la trata con fines de explotación sexual y la prostitución para las mujeres es abordada en dos obras muy distintas, tanto en su concepción como en su resolución final. Por un lado, la artista turca Sukran Moral reta la mirada de los consumidores de prostitución en una performance registrada en vídeo, también pionera en su país, donde es ella la que se encara a los clientes y les desafía. La artista cita a Emma Goldman para reafirmar que “la inferioridad social y económica de la mujer es directamente responsable de su prostitución” y denunciar, a través de esta performance, cómo el sistema prostitucional es la esclavitud del siglo XXI.
Por otro lado, la argentina Ana Gallardo presenta una serie de postales de aparente aspecto inocente e infantil, con dibujos en cada una de las tarjetas. Se trata, en realidad, de objetos que pertenecen e identifican a cada una de las mujeres y niñas desaparecidas en América Latina por las redes de tráfico de personas. A modo de instalación-denuncia, Gallardo hace referencia a esos elementos turísticos tan frecuentes que son las postales, para denunciar una violencia silenciada.
Finalmente, Amalia Ulman presenta el proyecto Excellences and Perfections en el que, a través de Instagram, denuncia los estereotipos físicos y de comportamiento asociados a ser una mujer, especialmente en la juventud. Son estos espacios, los de las redes sociales, un lugar donde la violencia contra las mujeres adquiere una nueva dimensión, a través del acoso, el insulto y las amenazas. Las mujeres que seguían a Ulman durante su performance, transmitida en la cuenta de Instagram de la artista, entendían todo su proceso, frente a los hombres que la insultaban o acosaban por su aspecto físico. Ulman es una Cindy Sherman en la época de las redes sociales: juega a fingir una feminidad que esconde, en el fondo, los estereotipos sociales asociados al rol femenino. “Esa mujer que no se nace, se llega a ser” de Simone Beauvoir, en versión Instagram.
Un arte democrático es un arte feminista
No están todas, sería imposible abarcar todo el corpus de trabajos que cientos de artistas han realizado durante décadas para denunciar la violencia contra las mujeres. Se ha buscado plantear, en esta exposición, un recorrido amplio por algunas de las muchas vías en las que el patriarcado agrede a las mujeres sólo por el hecho de serlo. Nosotras seguimos enfrentán- donos al acoso, a la violencia, a las amenazas, a silencios cómplices, a no ser creídas cuando denunciamos agresiones, a que se cuestione nuestra palabra… pero también seguimos respondiendo sin dar un paso atrás. El sistema artístico no ha sido menos, con grandes artistas que han querido utilizar su herramienta de expresión, su obra, como lugar de denuncia, de concienciación, de respuesta a una violencia constante.
Como señala la filósofa Amelia Valcárcel, “una cadena es lo fuerte que sea el eslabón más débil”, apuntando a que “la libertad de las mujeres no esta planetariamente conseguida”. Nacer mujer hoy, en muchos sitios, sigue suponiendo enfrentar una realidad que, en los mejores casos, implica una desigualdad salarial frente a los compañeros hombres, y en el peor, violaciones, matrimonios forzados, mutilación genital…
El arte y la cultura son espacios de reflexión, de pensamiento compartido, de planteamiento de preguntas, de cuestionamiento del statu quo. El sistema del arte no es ajeno a las problemáticas que afectan a las sociedades y así lo ha demostrado a lo largo de los siglos, con artistas y obras que han intentado plantear nuevos puntos de vista ante los conflictos humanos. El arte que quiera ser político y busque transformar de verdad estas realidades injustas debe ser, naturalmente, feminista, porque solamente aquel planteamiento que sea genuinamente democrático será, en consecuencia, igualitario.
Equivocada no es mi nombre. Arte contra violencia machista, Laboral, Gijón. Del 27 de septiembre al 21 de diciembre 2019.