Todo así, junto, inestable y mezclado. Pero alegre como los colores que le meto a todo lo que es para mí.
Tejer crochet me centra, me hace sentir útil, creativa y sin conflictos ni culpas mientras miro capítulo tras capítulos de series más o menos pedorras en Netflix.
Evito los cuestionamientos sobre función de la docencia que me atacarían si me pusiera a corregir, evito el dolor de no tener ya ni una sola persona que escuche todas mis historias patéticas, evito la fobia de escribir y tener que poner en palabras lo que todavía se me atraganta. Me tengo paciencia. Tejo y me abrigo a mí misma. Me perdono. Me enojo con quien no quiere esta sobredosis de mí que, a mí, me parece tan saludable.
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