jueves, 8 de diciembre de 2011

En los zapatos en los que habremos de andar

Una vocecita, una poetisa sensible y profunda de los tiempos de mi juventud dijo que el té derramado se va con las hojas y todos los días muere un crepúsculo, una extravagancia de poeta que como suele acontecer refleja verdad pero invertida y al revés puesto que el distraído manipulador del espejo ensimismado en su obsesión ha olvidado que la parte de atrás del espejo es cristal también: ojalá lo fuesen, pero en vez de ello, el crepúsculo de ayer y el té de ayer son ambos indiferenciables de las esparcidas heces indestructibles indisolubles arrojadas por los interminables pasillos de mañana, en los zapatos con los que habremos de andar y hasta las sábanas entre las que habremos de dormir (o intentar): pues a nada se escapa, nada se elude; el perseguidor es quien corre y la noche de mañana es sólo un largo combate insomne con las omisiones y pesadumbres de ayer».)


William Faulkner. Intruso en el polvo

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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...