Susana Villalba
Estás cayendo como si el mundo fuera de agua en el fondo una ballena en su sueño mamífero. Una madre inmensa y movediza te traga sin decir esta boca es mía, esta es mi casa, con su voz de sal que se disuelve o se derrama en un reloj donde el arriba y el abajo se confunden.
Estás cayendo muy alto. Un desmoronamiento en la piel de la culebra, hay historias que te pesan sin haberlas vivido.
Estás lejos de tu casa que no es ésta.
Tratando de errar todo camino, llegar hasta un desierto donde escuchar tu corazón.
Y aún la luna te sostiene por un pelo. Estás flotando como si cayeras si el agua te soltara.
El fondo es infinito, no hay caída que detenga la caída.
Tiendo la mano pero estás cayendo en otro lado. Pero yo también estoy cayendo.
Tiendo mi corazón vacío de recuerdos y no es cierto que se pueda empezar como si nada hubiera sucedido. Como un animal mojado tiendo mi corazón al sol, llovió tanto que no sé dónde estás. Pasan maderas, gatos muertos, carteles como restos de un mundo que fingía estar en orden.
No hay arriba ni abajo, vas como un sonámbulo que al tropezar camina por el borde de un sueño. Soñé que el amor era sencillo, soñé que algo dejaba de moverse alguna vez por un minuto entero. Que había un sitio para cada cosa que levanta una casa, las llaves, la silla está quemándose otra vez, otra vez estaba distraída, como siempre.
Te ofrezco el corazón como un lugar donde pasar la noche.
Pero la nieve es una tentación, caer hasta que sea un manto el frío, hasta que no haya nada que perder.
También la nieve cambia, estás cayendo en la ilusión de redimir con cada paso el paso dado. Estás ante una puerta que golpea el viento.
Llegan los restos de un naufragio que el agua trae hasta mi casa. Estás a la deriva y yo como muy lejos te grito cuando el agua tira hacia adentro hay que hacerse a un costado de la corriente.
Te veo por momentos emerger y hasta te veo saludarme, como si fuera un juego de equilibrio.
Es tu manera de que algo quede fijo, yo, por ejemplo, en el sitio de la espera.
Te sumergís sabiendo en qué lugar está la playa como una madre de oros infinitos, como una leona en su mirada mansa pero atenta sostiene el universo.
No me creas si no te pido nada.
Estás cayendo y en silencio pedís que no te tenga en cuenta, sería un peso más.
Tiendo mi mano y toco agua. Me tiendo, estoy cansada, la canilla pierde, prometiste arreglarla pero hablabas de una casa imaginaria que siempre está cayendo en tu memoria.
Estoy cansada de palabras que no sirven para que me entiendas.
Estoy cansada de tus silencios, yo también estoy triste a veces, yo tampoco sé cómo salir.
Tiendo la mano para no caer pero estás detrás de un vidrio, no escucho qué gritás, a quién, el agua borra tus rasgos, no sé quién sos.
Pero tiendo la mano y te reconozco como un ciego, como un perro reconoce su casa por el olor, por el vacío que la circunda.
Porque tiendo la mano imantada encuentra tu mano, en la multitud me está buscando.
Me está buscando allí donde no estoy.
Me tiendo en la cama, hace frío, yo tampoco tengo dinero, la gata pregunta por vos, le digo en cualquier momento cae, en cualquier momento cae por acá.
Caés sobre mí como un gato cae sobre su sombra sin saber si es una víbora o el viento agita el pasto.
No sé si hay cascabeles en este país, no viví en el campo como vos, yo tampoco tengo todas las respuestas.
Voy por la casa tendiendo la mano, tocando cosas, pero las cosas no me agarran ni responde su quietud por qué todo se mueve.
Tiendo la mano hacia el teléfono. Estás cayendo como si quisieras dominar el vacío.
Como quien encuentra la cuerda de un funámbulo, a mitad de camino pregunta qué hago aquí.
O cómo hasta ahora no caí o qué mano me soltó de pronto.
Estamos sujetos a la realidad por un hilo delgado, me sorprende, una opinión común construye el mundo, me sorprende que exista todavía si no nos entendemos vos y yo.
Estoy cayendo otra vez en conjurar la ausencia con palabras.
Estoy cayendo en la trampa que me tiende tu fuga, me vuelvo un cazador de imágenes y no quiero perder toda esperanza.
Soy yo ¿te acordás? La que está cansada pero se levanta.
La gata también se levanta, me sigue a todas partes como en mi casa no sabés dónde ponerte.
Te ofrezco mi silla quemada, mi máquina de escribir.
Pero no hay dónde recibir.
En el corazón deshabitado nadie escucha, nadie escucha que estoy golpeando la puerta, dejame entrar, estás durmiendo en el suelo, estás soñando y creés que estás cayendo.
Dejame entrar, soy yo, la que tiene miedo de la ausencia.
Mi corazón también fue abandonado, yo también abandoné mi corazón alguna vez.
Dejame salir, estoy encerrada en una cita, y soy la que tiene miedo del encierro, ¿te acordás? Llaman las amigas pero estoy cayendo en la trampa de la espera, ya no sé qué quería yo.
Porque soy yo todavía, la que llega siempre a casa como después de un largo viaje y encuentra que la casa se mueve como un barco.
Pasó la tarde, agazapada en su silencio, como vos, la gata ve las cosas de otra forma.
Tiendo la mano hacia el reloj, ya no te espero, caigo en otra trampa.
Te espero en un lugar que no existe.
Soy yo la que no llega a comprender que se vacía lo lleno y viceversa.
Caés como el cangrejo en un caracol vacío.
Como cae un caballo celoso de su sombra, La luna estaba demasiado alta.
La ballena sueña con el hijo que pueda separar la tierra en dos cuando camina.
Tiendo la mano y sólo encuentro algas, minutos que se escurren lamentos del agua que es el alma del mundo.
Soy yo la que lleva un cartel de aquí se escucha y todo el que ha perdido el corazón, como si fuera un caracol que canta me lo tiende.
Menos vos. Lo que une a dos personas más tarde las separa.
No me imagines quieta en un lugar, no me imagines, soy yo.
No sé si estás cayendo o ascendiendo en un camino en el que es necesario despojarse.
Pero estás como arrancado del jardín de tu casa, trasplantado en mí.
Como si no tuvieras manos ni pies sino raíces.
Pero en el agua.
Soy yo, el fuego que no viste todavía.
Y nunca he visto un fuego sobre el agua.
Susana Villalba (Buenos Aires, Argentina, 1957)
de Matar a un animal, 1995
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