Me he vuelto invisible
Luisa Valenzuela
Me he vuelto invisible, y este hecho que parece tan útil no me sirve de nada. Por lo pronto, sólo tengo perseguidores internos que no necesitan verme, y la invisibilidad no me puede salvar de los golpes fortuitos o los tiros al aire. Así que la aparente ventaja de la invisibilidad me resulta más molesta que otra cosa: los mozos no me ven en los bares cuando me siento a una mesa y los amigos me cruzan por la calle con aire indiferente.
Claro que mi verdadero problema no es la invisibilidad sino la mutancia. Sospecho que los cambios suelen realizarse en bocanadas, y es en estos instantes de verdadera mutación cuando desaparecemos por un rato del mundo de los vivos (es decir el de los piolas, el de aquellos que se aferran con las uñas a su magra posibilidad de ser visibles, conspicuos, evidentes, estridentes, sólidos). Y una mutación debe ser bienvenida, aunque nos borre de a ratos. Tenemos que aprender a ser incautos.
Luisa Valenzuela (Buenos Aires, Argentina, 1938)
de Antología personal, Ediciones Desde la Gente, Buenos Aires, 1998
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