¿Para escribir una novela no hace falta talento?, me pregunta una de mis talleristas. Y en la pregunta negativa va implícito que ella piensa que no lo tiene y que, por lo tanto, no puede escribir una novela. Talento no sé; coraje, seguro, le contesto.
¿Para escribir una novela no hace falta talento?, me pregunta una de mis talleristas. Y la pregunta implica que el talento es una cosa que se tiene o no se tiene, que se nace con él si se es García Márquez o Aira. Eso se compra en el bazar del autobombo y se practica todos los días en el taller, le contesto.
¿Para escribir una novela no hace falta talento?, me pregunta una de mis talleristas. Y nos quedamos las dos pensando en a qué llamamos talento. ¿Es una cualidad innata? ¿Cómo se ve en los textos? ¿Surge por obra y gracia del espíritu santo? ¿Nuestros ejercicios de taller lo hacen nacer, fortalecer o esconderse y morir?
¿Para escribir una novela no hace falta talento?, me pregunta una de mis talleristas. Hablamos un rato sobre prejuicios y mitos del "talento" y me descubro diciéndole a ella lo que debería decirme a mí misma: que hace falta poner el culo delante del teclado y dejar de poner excusas como la falta de talento para no escribir.
¿Para escribir una novela no hace falta talento?, me pregunta una de mis talleristas. Y después de reflexionar juntas sobre ese raro bicho mítico, el talento, me doy cuenta de que yo sí lo tengo, estoy segura de tenerlo. Pero no tengo el coraje necesario para terminar ninguna de las cuatro novelas que he empezado en mi vida.
¿Para escribir una novela no hace falta talento?, me pregunta una de mis talleristas. ¿Y qué tal si lo tuviéramos y nadie se enterara (ni siquiera nosotras) porque somos tan cobardes que no nos ponemos nunca a escribir seriamente?
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