El no-camino de la heroína en Mujer de cierto orden de Juana Bignozzi
Paula Irupé Salmoiraghi
Universidad de Buenos Aires
paula_irupe@yahoo.es
Resumen:
Si tradicionalmente se define al héroe por sus marcas de origen, por sus poderes
extraordinarios y por su posibilidad de realizar un camino lineal que lo lleva a abandonar su
hogar para llegar a lo desconocido, conquistarlo, conseguir el objeto mágico o derrotar al
monstruo y volver victorioso, podemos pensar en otro tipo de heroísmo, un heroísmo que yo
llamaría “quieto” y “concéntrico”, un heroísmo femenino cuya protagonista es alguien que no se
va a ningún lado, cuyo recorrido consiste en ampliar su territorio y en conquistar sabiduría.
No fue idea mía la de buscar en la construcción del yo lírico que realiza Juana Bignozzi
en Mujer de cierto orden los rasgos de esta heroína. Dice Diana Bellesi en el prólogo a la
reedición de 1990: “El personaje constituido por esta primera persona del singular, no es una
heroína ni deja de serlo, porque habla, apasionadamente, desde un lugar sin importancia, de las
cosas caras de la vida.” Intento demostrar que sí es una heroína y que sus dotes son el don de la
palabra, por supuesto, el poder de la narración, la memoria, la ternura y la capacidad de
comunión con lo que la rodea.
Palabras clave: Heroína - Recorrido - Circularidad - Permanencia.
Hace ya unos cuantos años hablando de no sé qué, con no sé quién, no me
acuerdo dónde, descubrí que había algo que me fascinaba y me fastidiaba a la vez en el
personaje de Ulises u Odiseo y en su heroica odisea. Siempre me habían gustado los
héroes (en la literatura y en la vida) pero había algo molesto en eso de que se fueran a
ser heroicos y volvieran a casarse y ser reconocidos y llenados de premios.
Estaba Penélope, claro. Qué temita. La mujer se había pasado veinte años
tejiendo y esperando, esperando y destejiendo y al regreso del marido estaba intacta
(física y emocionalmente), sin una arruga, sin un reproche, sin rencor ninguno, sin nada
que contar de sí misma en esos veinte años más que el fastidio de los pretendientes.
Ante la imagen de Penélope (hasta le escribí un poema) tuve la primera iluminación alrededor de mi tema de hoy: alguien se estaba olvidando de contar algo,
había sólo hiatos allí donde Ulises estaba lleno de sirenas y Circes y cíclopes y ella sólo
tejer y destejer.
El héroe como arquetipo y su camino cuentan con amplia bibliografía y
variados análisis pero esa matriz heroica estudiada cubría sólo cierta forma de heroísmo
y dejaba sin estudiar otras.
Todos partimos de la idea de que el héroe, el personaje que cada cultura
considera heroico y cuyas hazañas, en consecuencia, conserva y transmite de generación
en generación, siempre ha representado aquellas cualidades que ese grupo social
considera valiosas. Es héroe porque tiene esas características que todos aplauden, pero
también porque es diferente a los demás, porque su singularidad se recorta sobre el
común de los seres humanos, porque se destaca, porque vale la pena contar algo sobre
él.
Pero hay virtudes (a veces tomadas como defectos en las mujeres) que no suelen
adquirir carga de heroísmo (vaya una a saber por qué), pero que son valiosas, que todos
reconocemos como valiosas y que yo, de paso, querría reconocer como femeninas.
La
primera de ellas es: LA CURIOSIDAD. ¿No dice todo el mundo que es el motor del
conocimiento, que sin ella nada podría ser descubierto ni ninguna ciencia avanzar? ¿No
dice todo el mundo que era ese el "defecto" de Eva y de la protagonista de Barba Azul?
¿No se nos acusa de chismosas cuando sólo queremos conocer a quiénes nos rodean, a
quienes viven tras la medianera?
También EL DESEO DE CONSERVAR y de allí sus derivadas: LA
MATERNIDAD que conserva la especie, y LA MEMORIA y con ella LA PALABRA y
LA NARRACIÓN, las condiciones que permiten conservar lo que es valioso, que
guardan tradiciones y recuerdos, que mantienen viva una identidad. ¿Por qué son menos
heroicas que la fuerza y el arrojo? ¿Y LA SOLIDARIDAD, la unión con otros y otras,
el trabajo en equipo? Siempre se nos acusa de juntarnos para cuchichear, de ir al baño
de a dos, ¿no se ve en eso una virtud que nos hace propensas a la fraternidad, a la ronda,
a la alegre manada en vez de jugar al lobo estepario? ¿No es una virtud también la
ALEGRÍA, el poder del CANTO, el poder de hacerse ver allí donde no hay
grandilocuencia ni fanfarrias sino perseverancia y convicción de que girando sobre lo deseado se logra reconocimiento y afirmación de los objetivos? ¿O el PODER DE
SANAR, de levantarse de las caídas, de lamerse las heridas hasta cicatrizar o de sanar
las heridas ajenas a fuerza de PACIENCIA y de TERNURA?
Digamos entonces que el famoso "camino del héroe" según Joseph Campbell
(1972: 43 y sig), conduce al protagonista cuyas cualidades son la fuerza, la destreza, la
inteligencia o astucia, la valentía, el poder de sacrificio y de lucha, en algunos casos la
belleza, la nobleza de origen y el poder de manejar armas, espadas u objetos mágicos, a
través de un recorrido cuyos núcleos pueden resumirse en la tríada: Separación -
Iniciación - Retorno.
Para este estudioso de los mitos los doce estadios del viaje del
héroe son:
1. Mundo ordinario
2. El llamado de la aventura
3. Reticencia del héroe o rechazo del llamado
4. Encuentro con el mentor o ayuda sobrenatural
5. Cruce del primer umbral
6. Pruebas, aliados y enemigos
7. Acercamiento
8. Prueba difícil o traumática
9. Recompensa
10. El camino de vuelta
11. Resurrección del héroe
12. Regreso con el elíxir.
La diferencia que yo veo entre esto con lo que podría llamarse "el camino de la
heroína" es que el de la heroína NO es un camino. El del héroe es un recorrido lineal y
hacia adelante, con salida de un punto y retorno a ese punto, modificado sí pero retorno
al fin. En la heroína, el modo de ser heroica es otro.
Porque la heroína NO se va a ningún lado sino que, en vez de avanzar en línea
recta, amplía su universo en círculos concéntricos (¿o elipsis desfasadas?), va abarcando
cada vez más terreno, extendiendo vegetalmente sus brazos para conocer, tocar, modificar, vivir zonas más amplias del mundo, de los otros y de sí misma. La heroína es
siempre fiel a lo que ha elegido como SU lugar: no deja la casa, la familia, los amigos,
la rejilla ni el plumero, no deja la poesía ni la aventura ni el mundo: los integra, los
"desparrama" unos en los otros, los reconcilia, los entrelaza, los entreteje, festeja la
festiva unión de tooooodo lo que le es posible abarcar. La heroína gira en un mundo
propio alrededor del cual la sabiduría, la paciencia, la ternura, el pequeño gesto, la
hacen conquistar lugares centrados en el núcleo vital.
La heroína no deja de ser algo
para pasar a un nivel superior, suma algo más a lo que ya es, pero eso que era
inicialmente sigue estando allí, sigue siendo niña la mujer, y confusa y desorientada la
que ha comprendido y se ha orientado, indecisa la que ya ha elegido, y deseosa de más
la que ya ha encontrado.
Pero no es mi idea enfrentar opuestos sino revalidar olvidadas, digo: virtudes
olvidadas, virtudes que todas las personas tenemos pero que no sostenemos como
heroicas. Dudé sobre el modo de nombrar esta forma de heroísmo, este no-camino y
cómo relacionarlo con lo femenino o con las mujeres. Como no supe cómo resolverlo
decidí que no estaba mal llamarlo "no-camino" porque es un "no-irse", es un
permanecer, una insistencia, un logro quieto o con espacio circular, y "de la heroína"
porque, a falta de mejor nombre, a nadie podía molestarle una generalización en
femenino cuando hay tantas en masculino que consideramos naturales y aceptables.
Diana Bellesi, en las primeras páginas de la edición de Tierra Firme de Mujer de
cierto orden (1990: 4) , habla de heroísmo y con sus palabras introductorias me di
permiso para presentar este libro de Juana Bignozzi como ejemplo de este recorrido
circular heroico: "El personaje constituido por esta primera persona del singular, no es
una heroína ni deja de serlo, porque habla, apasionadamente, desde un lugar sin
importancia, de las cosas caras de la vida."
Claro: no es una heroína según el modelo tradicional de héroe pero Bellesi sabe
que por no responder a ese artefacto "no deja de serlo". Y tenemos ya presente la
palabra, el "hablar", el elegir como tema las cosas "caras de la vida", las valiosas, las
cotidianas luminosas, las de todos los maravillosos días. Y el "lugar sin importancia" en
vez del lugar magnificado por el heroísmo clásico, un lugar común a todas las personas.
Bellesi termina su prólogo diciendo: "Pasa el tiempo y aún se puede, creerla, a
Juana Bignozzi, desamparada y fuerte, diciéndole a quien la lee, un plus de sentido cada
vez, un poco más, más allá de lo que ella misma tal vez, quiso decir." Y anotamos la
permanencia, el perdurar en el lugar, el insistir, el estar ahí para seguir diciendo, para
agregar sentido, para sumar un círculo más al no-camino, un espacio más al espacio
compartido, "desamparada y fuerte", fuerte en su desamparo y desamparada en su
fuerza, heroica.
"Y al hacerlo, esa mujer intensa no cesa de mencionar el mundo, y repitiendo sus
penitencias al infinito, presa de su pequeña historia, logra inscribirse en la historia de
todos, jamás contada. Y le creo. Y sé que habla también de mí.", dice la prologuista
dándole a la poeta más atributos heroicos: la intensidad, la individualidad representativa
del conjunto y, lo que más me interesa, el hecho de que la historia (pequeña y de todos)
jamás ha sido contada y es Juana quien se pone a contarla porque hace falta.
El poema que abre Mujer de cierto orden, titulado "sprit o sentido del humor,
como gusten", me parece definitorio, paso inicial de la construcción de esta voz que se
nos hace heroica:
Hace unos días he decidido luchar
Y la sola idea de la lucha
Me ha producido un cansancio tan infinito
Que hasta mis mejores amigos guardan una cierta distancia respetuosa.
Además como he pasado al lado de los ríos más famosos del mundo
Y no me suicidé en ninguno
Mi falta de amor por la humanidad está suficientemente desmostrada.
Como siempre hablo de los demás pero digo yo,
Todos pueden dormir serenos
Pensando que estas locas historias sólo pueden ser mías,
Que ya sabemos qué clase de persona soy.
Mis mejores amigos sufren en distintas partes del mundo
Y yo escribo cartas graciosas
Sentada en medio del desierto bajo el sol de enero,
Mientras mis vidas muertas insisten en volver.
Algunos de mis mejores amigos no se engañan
Y me ofrecen tardes plácidas, retiran los objetos molestos,
Hacen lugar a mi ruido.
Como soy infinitamente perezosa
Creo que nunca intentaré luchar,
Por eso nadie me saluda, otros dicen pobrecita,
Y mis mejores amigos se burlan despiadadamente de los ingenuos
Y no me hacen caso.
La yo lírico ha decidido luchar pero no con valentía, no con arrojo y coraje, no
viajando hacia lo desconocido sino con cansancio y con pereza, quedándose "sentada
bajo el sol de enero". Nombra el "amor a la humanidad" pero afirma que no lo tiene por
no haberse suicidado en ningún río importante, por no haber caído en el sacrificio ni en
la autoinmolación y la ironía nos muestra esta nueva forma de heroísmo: se puede amar
a la humanidad sin pagarlo con la vida, sin elegir vida o muerte sino sumando vida,
sumando "vidas muertas", se puede hablar de los demás y decir yo para que todos se
queden tranquilos, para que los demás no teman ser representados por esa heroína que
no muere, que no se va a ningún lado y que viven por todos esas "locas historias".
En los poemas que siguen encontramos versos que podemos anotar como
definición de heroínas: "gente con veleidades que no creemos en los pecados/ del precio
la venta o la entrega", gente que se ofrece "tranquilamente / para que nos claven en el
cuerpo flechas de colores primarios", "nosotros, seres amables e inofensivos", que
escriben "una poesía para ser un animal herido entre la gente", "una mujer que toca la
vida que duerme", que marca la diferencia con "los que juegan a cosas importantes",
"mujeres de cierto orden con ciertas ideas precisas con ninguna idea", "gente con oficios
que no sirven para triunfar", la heroína quieta que ha "decidido quedarme
indefinidamente" en contra de "los pobrecitos que aconsejan viajes".
Otros versos que muestran qué es el heroísmo o qué es heroico: "alguna entrega
desmedida", "mi alegría (es) digna de verse", o se preguntan por su propio destino y el
de uno de sus "poderes", la ternura: "¿Qué vas a hacer juana / con la juventud que te
queda, / con las historias inverosímiles / los amigos en solfa, / los amigos en serio / y
toda esta ternura / que quién sabe adónde irá a parar?"
Versos que describen espacios centrados, circulares, redondeados alrededor de lo
cotidiano, de la vida y de la muerte comunes a todos: "un jardín inmenso donde los
muertos se levantan para saludarme", "rodeada de gente que espera cosas de la vida",
donde las heroínas "caminan solas entre los olores, las luces de las ventanas", donde una puede señalar "con el dedo los dibujitos en la pared / la planta que en mi casa da flores
de un día", donde una puede comunicarse con los tres reinos "para escuchar / el paso de
la gente de los gatos de las hojas", donde los círculos de vida se amplían, donde "nada
se rompe nada se detiene", donde se vive "cercada por los que amo".
Versos donde aparecen los testigos, amigos, ayudantes o participantes de lo
heroico: "la buena gente desecha las malas palabras/ la buena gente dice todos tienen
posibilidades en la vida, / sienten crecer su amor por esa mujer intensa", "amigos que
dicen el amor por la gente".
Versos que testimonian la suma de experiencias, el aprendizaje, la transmisión de
sabiduría y la memoria: "Arrastro demasiadas cosas de profundos amores", "esa dulce
enfermedad de recordar cosas que nunca han sucedido", el amor a "los que preguntan
demasiado", y la capacidad de definirse como "una mujer desmemoriada" y que "me
engaño diariamente / con soluciones ingenuas" pero consciente de que "la memoria
vuelve" y conserva "infinidad de cosas perdidas".
También el canto como poder dentro de su propio territorio y no fuera: "Entre
ritos familiares juana se calienta al sol/ impura / como si hubiera encendido fuego en
viernes / o hubiera cantado en tierra extranjera.", la palabra como distintiva de "una vida
demasiado conversada", con "palabras para conocerme mejor / yo misma explicada
hasta el aburrimiento / yo misma que mira a la gente con la que ni nos hemos planteado
el amor / los que me escuchan los que comprenden / yo misma que hablo cada vez
más", palabras que componen el poder de narrar, de contar "historias sencillas / cuentos
para alguien que quisiera vivir".
Finalmente, en el cierre del poemario, "juana que escribió este pedazo de su
historia" termina autonombrándose, autodefiniéndose, autoafirmándose en "una
elección de no irse, de no escapar, de amar y morir esta vida."
Bibliografía
Bignozzi, Juana (1990). Mujer de cierto orden. Buenos Aires, Libros de Tierra Firme.
Campbell, Joseph (1972). El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. México,
Fondo de Cultura Económica.
Publicado en Actas del III Congreso Internacional "Cuestiones críticas". Rosario 2009
http://www.celarg.org/int/arch_publi/salmoiraghi.pdf
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