El lunes terminé unas cortinas tejidas que tenía que entregarle a alquien que conozco de la facu y pensé en que encontrarme con ella era una buena excusa para hacer rali por capital. Busqué cómplices pero nadie me dio bola, hacía un calor de morirse, como hoy. Pero no me importó.
Arranqué a las nueve de la mañana porque la primera función de Barrefondo, en el Gaumont, era a las 11.50. Feliz con mi sube que ahora me hace descuento cuando combino más de un transporte para el mismo viaje.
La peli fue genial (ver entrada anterior) y de ahí me fui a encontrar con Laura en el Museo de Bellas Artes. Por el camino fui sacando fotos de puentes que no son de Avignon, palomas que no te cagan, sangre del seibal (cuatro hermosos amigos), un Quirón porteño y olvidado y el tráfico que se me hace como estampida de búfalos de distintos tamaños.
La exposición de Joan Miró no me emocionó guau. Mucha seguridad que no te sacaba la vista de encima y una gorra que me dijo que alejara el dedo de una escultura (juro que la señalé y ni la toqué).
Lindo ver El beso de Rodin. Lindo irnos a tomar una birra a Once porque en Recoleta no daba.
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