sábado, 19 de abril de 2025

Madruga por Mendez

 

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Collage Literario #28: Parirás con dolor

Hablamos de El cielo de la selva de Elaine Vilar Madruga, una novela donde el terror y el realismo mágico se encuentran.

 
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“Para mis bisabuelas que parieron demasiado y para mis tías que decidieron no parir”, es la dedicatoria que eligió Elaine Vilar Madruga para su novela El cielo de la selva. Una novela que nos presenta a la selva como un dios, “un dios hambriento como todos los dioses del mundo”, que obliga a las mujeres a parir para alimentarse de sus crías. Una especie de Cuento de la criada profundamente latinoamericano, donde las mujeres deben parir para satisfacer las demandas del poder.

Elaine Vilar Madruga es una autora que, como gran parte de sus contemporáneas/os, no podemos encasillar en un solo género literario. Durante mucho tiempo se la vinculó a la ciencia ficción, por ejemplo con su novela Salomé (2013), que hace poco se publicó en Argentina de la mano de la editorial La Pollera. Pero en el último tiempo empezó a incursionar en otros géneros como en un realismo mágico que mantiene el corazón del género de los años 60 y 70, pero que se actualiza y dialoga con la tradición del terror latinoamericano actual, como sucede con autoras como Mónica Ojeda o Liliana Colanzi.

En una entrevista, Madruga dice que uno puede mirar la historia a través de la evolución del lenguaje, de los temas que las autoras y los autores deciden en determinado momento y mapear así la realidad, porque al final eso es lo que hace la literatura: hablar de los miedos, las obsesiones, las fobias y las filias de lo cotidiano, del tiempo que nos tocó vivir. Y es sobre los miedos de nuestro tiempo sobre los que habla en su literatura.

El cielo de la selva es una novela polifónica; cada capítulo está narrado desde el punto de vista de un personaje diferente. Así conocemos a la Vieja, la matriarca, que, junto a su hija Santa, encuentra una hacienda en el medio de la selva donde construirán un refugio hostil y cruel. Quienes llegan a la hacienda lo hacen escapando del narcotráfico, los militares, del hambre y la violencia de sus barrios y, como si cruzaran el umbral hacia el realismo mágico, la selva los lleva a esta hacienda donde deberán parir el alimento que ese dios les demanda. Nunca logran escapar de la crueldad y la violencia porque la traen consigo.

Cuando la Vieja ya no puede parir más porque su cuerpo no se lo permite, es Santa quien deberá ocupar su lugar. Como lo fue su madre, Santa se transforma en una máquina de parir; su cuerpo gesta y pare sistemáticamente críasCrías y no hijos: no hay ningún cariño ni deseo materno hacia los niños que nacen, que luego serán marcados por la selva y deberán vivir el resto de sus años sabiendo que en algún momento ella los reclamará para sí.

Comer la carne de las crías no le estaba permitido. A nadie. Ni siquiera a Santa, que tantas crías había traído al mundo. Aquella era la primera regla de la hacienda. La regla que sembraba las fronteras entre civilización y voracidad, entre civilización y la locura del caos.

La historia se va armando como un rompecabezas y poco a poco vamos entendiendo las disputas de poder que hay dentro de la hacienda y la necesidad de sobrevivir a cualquier costo, evitando la muerte propia al cobrarse otras vidas. Porque en definitiva es lo que todos los personajes buscan: sobrevivir. La autora logra construir un clima narrativo donde el miedo se puede oler y sentir en cada una de las páginas, la sensación de los personajes de que algo los acecha desde la selva y el saber que conviven con enemigos, nos genera asfixia. El circulo se cierra a medida que la historia avanza.

El epígrafe de la novela pertenece a Medea de Eurípides, una tragedia griega donde Medea termina matando a sus hijos para vengarse de Jason, su esposo, que pretendía casarse con otra mujer luego de abandonarla a ella. Otra referencia a la literatura griega es Ifigenia; así se llama la única niña que se narra a sí misma en la hacienda. Ifigenia era la hija de Agamenón, quien fue sacrificada por él para que la diosa Artemisa le permita llegar a la Guerra de Troya. De esta manera, la autora pone en escena que la violencia de los padres hacia los hijos existe desde el origen del mundo, sobre todo aquella que se comente en nombre de algún dios.

La abuela pasó cerca de ella y se santiguó. Como si santiguarse sirviera de algo. Como si cruzar las manos sobre el rostro sirviera de algo. Como si la única religión que existiera en este mundo no fuera la de la sangre que la selva pide y la de la carne que la selva engulle.

Si bien la novela ronda mucho alrededor de la crueldad, logramos diferenciar aquella crueldad que impone la necesidad de sobrevivir, frente a la que aparece por el placer de usarla como muestra de poder. Ifigenia y Santa son dos personajes que muchas veces encarnan el placer por la violencia; pero ese no es el caso de la Vieja. Ella busca traer un poco de humanidad a la violencia que reina en la hacienda; es una humanidad pequeña, pero da cuenta de que a ella no le gusta el precio que debe pagar por sobrevivir. Incluso muchas veces se pregunta si no hubiese sido mejor morir en la selva antes que sostener esa vida que llevan.

También aparecen pequeñas restos de comunidad. Romina, quien llega a la hacienda escapando de su proxeneta y estando a punto de parir, se va a encontrar con los fantasmas de todas aquellas mujeres que no lograron sobrevivir como ella; otras mujeres que fueron asesinadas en los límites de la selva o que murieron intentando escapar de alguien o de algo. O los pequeños momentos de sentido de hermandad entre Romina y Ananda, la hija menor de la Vieja que se transforma en una perra al enloquecer de dolor por la muerte de su cachorro, porque “en la soledad de la selva, las soledades de dos hembras se comparten mejor”.

Elaine Vilar Madruga logra construir una historia que nos incomoda en la misma medida que nos atrapa. La pregunta es si esos restos de comunidad y humanidad serán suficientes para hacerle frente a la crueldad, o si será la crueldad la que termine ganando la batalla.


TALLER DE LECTURA DE MAYO

Lecturas errantes es un taller de lectura que se propone viajar por nuestro país y por Latinoamérica a través de la literatura. Este mes nos vamos a Cuba de la mano de Elaine Vilar Madruga. Vamos a leer El cielo de la selva, así que, si te gustó el newsletter de hoy, es tu oportunidad para leer la novela de forma conjunta. Además vamos a leer algunos de sus cuentos y poemas para poder conocer un poco más de esta autora cubana que cada vez ocupa un lugar más importante en la literatura latinoamericana actual.

📍Nos encontramos los lunes 5 y 19 de mayo de 18.00 a 20.00 h en la librería Mandolina (M. Ugarte 2439, Belgrano, CABA). El valor del taller es de $22.500. Se puede abonar en dos partes: el 50% para confirmar el lugar y lo que resta el día del primer encuentro. Además, por participar del taller, pueden comprar la novela con un 10% de descuento en la librería.

💌Si alguien quiere anotarse, me manda un mensajito o me escribe a tallerescollageliterario@gmail.com

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