Estuve ayer en la Feria de Pequeñas editoriales de poesía argentina. Hermoso espacio, idea y realización. Me sentí en mi lugar y redonda. Mi primer editor, Carlos Pereiro de Ediciones del Dock, al que quiero tanto por mi recorrido con él para sacar Mi tren monoplaza en 2010 y por su labor durante tantos años con la edición de poesía, me presentó al editor de Revista La guacha diciendo: "Ella es del palo". Y yo me lo tomé muy en serio, muy como recibiendo el honor que me merezco.
Me tomé una pinta de cerveza tirada, me comí dos empanadas de queso y cebolla, hablé con todas las editoras y poetas sueltas por el salón, hice que Natalia Litvinova me firmara su libro, me resigné a no llevarme la poesía reunida de Andruetto, ni la de Maky Corvalán, ni la de Irene Gruss porque elegí libros más chiquitos, pensados como cuerpas únicas. Y me gasté todo el efectivo que pude sacar del cajero porque cobré ayer, porque comprar poesía no es un trámite monetario sino un intercambio de amor en papeles y porque el mes pasado fue, sin exagerar y contra toda situación nacional, la primera vez en mi puta vida que llego con guita a fin de mes. Estoy creciendo y lo festejo como se me canta.
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