DOS ESCRITORES ARGENTINOS, AUTORES DE INESPERADAS Y EXCÉNTRICAS OBRAS DE FICCIÓN
Sólo literatura
La relación entre Shakespeare y Cervantes en una novela de Carlos Gamerro. Un Don Quijote actual que habla un idioma estrafalario, en la visión de Juan Simeran
29 de Julio de 2018 | 09:13 | Publicado en Edición Impresa
CARLOS GAMERRO / ARCHIVO
Dos novelas de autores argentinos, una escrita en 2016 y la otra este año, coinciden en rescatar la figura de Don Quijote y los nombres de Cervantes y de Shakespeare. Pero también viajan ambas por un difícil y fascinante andarivel: el de la pura literatura, sin aditamentos ni subordinaciones, sin proyectarse hacia ninguna otra finalidad que no sea la de presentar textos ingeniosos y con estilos deslumbrantes.
La primera de esas novelas, la editada hace dos años es “Cardenio” (Editorial Edhasa, 2016), de Carlos Gamerro. La segunda se llama “El chévere venturante Mr. Quetzotl de Arisona” (Ediciones Ayarmanot, 2018) y está escrita por Juan Simeran.
JUAN SIMERAN / ARCHIVO
Gamerro es ya un consolidado novelista, ensayista y cuentista, traductor al español de Shakespeare, W.H.Auden y Harold Bloom, entre otros.
Gamerro es ya un consolidado novelista, ensayista y cuentista, traductor al español de Shakespeare, entre otros
WILLIAM SHAKESPEARE
En cuanto al libro de Simeran y a la proyección de autores y personajes, existen prestigiosos antecedentes. Uno lo presenta Borges en su libro “Ficciones”, con su cuento “Pierre Menard, autor del Quijote”. Allí explicó que Menard “no quería componer otro Quijote -lo cual es fácil- sino el Quijote. Inútil agregar que no encaró nunca una transcripción mecánica del original; no se proponía copiarlo. Su admirable ambición era producir unas páginas que coincidieran -palabra por palabra y línea por línea- con las de Miguel de Cervantes»
En contraposición debe mencionarse el caso de Miguel de Unamuno con su “Vida de Don Quijote y Sancho (1913) que, en el prólogo, explicó qué es lo que quiso hacer con su obra: “Pretendo liberar al Quijote del mismo Cervantes, permitiéndome alguna vez hasta discrepar de la manera como Cervantes entendió y trató a sus dos héroes, sobre todo a Sancho”. Unamuno siempre pensó que Cervantes fue un escritor mediocre que acertó –si se quiere, mágicamente- al escribir el Don Quijote, una obra que en realidad, añadió, su talento no merecía.
En esta línea de originalidades –de notables excentricidades- se inscriben los libros de Simeran y Gamerro, que atrajeron ya el interés de editoriales en varios países.
SIMERAN
En un trabajo ciertamente monumental, Simeran escribió una suerte de “remake” del Quijote, en una especie de esperanto indoamericano, con lunfardos entreverados. Para entrar en materia, acá va el primer párrafo del libro: “En un lugar de Arisona cuyo nombre no quiero remembear, no ase mucho tiempo ayí laifeaba un farmer de los de rifle en bandolera, posesión antigua, pitbul flaco i galgo corredor. Una oya de algo más choriso que esteic, tortiya enchilada las más naites, fasfud los viernes, guacamole los saturdais, alguna frutabomba de anianidura los domingos, consumían las tres partes de su asienda...”.
Lo del idioma empleado podría remontar al “Neocrillo” creado en 1920 por Xul Solar, que era una mezcla del español y el portugués, con palabras del alemán, el francés, el inglés, el latín y el griego. En el prólogo de la novela de Simeran, dice Pablo Martínez Burkett que el idioma utilizado “aunque se parece a nuestro socorrido castellano, está poblado de inflexiones del habla mesoamericana y caribeña, con fuerte presencia de un spanglish que desestructura cualquier categoría que no sea la hilaridad”.
Agrega el prologuista: “Macedonio propuso que los hispanoamericanos y los españoles nos llamáramos, dada la unidad del lenguaje y la posesión común del Quijote, la familia de Cervantes...Siento que después de leer las andanzas del Chévere Venturante Mr. Quetzol de Arisona ya somos de su linaje y que, por fortuna, vamos a entrever su querida presencia en los próximos libros que leamos”.
Simeran afirma en una entrevista que “ni yo sé lo que hice allí. Paradójicamente, me parece que quedó un libro bastante divertido. ¿No te pareció divertido? al final, tiene el sabor de una vieja historieta de cow boys, de Columba”.
Pero no es juego la literatura de Simeran: “Yo sé que sería más plástico, más hollywoodense, decir: “ese idioma lo tenía en la cabeza”. Pero no. No lo tenía en la cabeza. Cuenta Stephen King en su bellísimo libro “Mientras escribo” que le preguntaron cómo escribió su literatura. El contestó: “palabra por palabra”. Bueno, el idioma lo creé palabra por palabra. Con algunas ventajitas: mi mujer es cubana. Viví un año en viviendas estudiantiles en la Universidad de Tel Aviv y allí me hice amigo de venezolanos, colombianos, uruguayos, chilenos. Y noté que las mejores palabras de cada modismo local, por una especie de darwinismo linguístico, se le iban pegando imperceptiblemente a los demás, por lo que luego del año lo que hablábamos era una mezcla de todos esos argots”.
Uno de los fondos de todo este asunto tampoco es juego para Simeran: “Todo el siglo XX fué una larga discusión sobre el futuro. Se mató, investigó, se taló y se fabricó, se construyó y se destruyó, siempre invocando un futuro mejor. Esas ideas que eclosionan en el siglo XX son novedosas: ninguna religión hace eje en el futuro, porque en todas el paraíso es algo pasado y perdido, y lo que importa es el presente. Y así como digamos el género que mejor expresó el medioevo fué el pastoril/ épico/ caballeresco, el género que mejor expresó el siglo XX fué la Ciencia Ficción. Hoy, toda idea de futuro es ridícula. No tenemos ni idea de adónde nos dirigimos, salvo a una perpetua orgía de adelantos tecnológicos que luego atrasan demasiado rápido...De ahí a escribir este Quijote hay menos que un paso: un pasito. Animarse nomás. Pero la mesa estaba servida”.
GAMERRO
“Escribí esta novela casi como un acto de resistencia, y para darme el gusto” dice Gamerro, al aludir a su exitosa “Cardenio”, así llamada, igual que una obra extraviada de William Shakespeare. En realidad la historia de Cardenio la tomó el inglés de un capítulo del Quijote, algo que deja establecido los puntos en común que hubo entre la literatura inglesa y la española o, como dice Gamerro, que los ingleses leían a los españoles. Algo que no ocurría a la inversa.
“Shakespeare había leído a Cervantes, esos dos grandes genios de esas dos grandes literaturas se habían conocido, o al menos uno había sabido del otro”, dice ahora Gamerro. “Shakespeare y Cervantes fueron contemporáneos, tanto que es la misma la fecha de su muerte, 23 de abril de 1616 (aunque murieron con diez días de diferencia, pues España e Inglaterra se regían entonces por calendarios distintos) y la posibilidad de que ambos se hayan conocido ha dado lugar a ficciones especulativas como el cuento de Anthony Burgess “Un encuentro en Valladolid” y la película Miguel y William de Inés París”.
Lo que realmente importa, agrega Gamerro, “son los encuentros entre escritores en su literatura: si Cervantes leyó a Shakespeare o vio alguna de sus obras (altamente improbable: los autores ingleses devoraban la literatura española, pero la pasión no era recíproca); si Shakespeare leyó a Cervantes , sin duda: sabemos del estreno de Cardenio en 1613, sabemos que la primera traducción del Quijote a otra lengua fue la inglesa de Thomas Shelton, publicada en 1612.
El resultado de sus primeras investigaciones sobre el misterio de la obra perdida de Shakespeare fue un artículo sobre el tema –sigue diciendo- pero no lo conformaba. “Intuía que lo apropiado sería una obra de ficción, pero no me imaginaba entrando en la cabeza de Shakespeare para contar el proceso de escritura de la obra (tengo una idea aproximada de mis límites como escritor) y además no me resultaba suficiente atractiva, dramática, la figura del escritor trabajando en soledad. Empecé a vislumbrar la novela que eventualmente sería Cardenio cuando descubrí que Shakespeare había trabajado en colaboración con el joven dramaturgo John Fletcher, quien sería su sucesor como autor principal de la compañía”.
Gamerro leyó algunas obras de Fletcher –”bastante malas”- y dice que había formado una asociación muy estrecha con otro dramaturgo aun más joven, Francis Beaumont: escribían juntos, compartían la casa, la querida y los vestidos
En un trabajo ciertamente monumental, Simeran escribió una suerte de “remake” del Quijote
“Y cuando se rompe esta sociedad es cuando Fletcher empieza a colaborar con Shakespeare, escribiendo, además de Cardenio, Enrique VIII y Dos nobles de la misma sangre. Un dramaturgo mediocre, escribiendo con el más grande de todos los tiempos – pero que ya estaba harto, todo lo indica, del teatro y de la literatura – un artista que lejos de deslumbrarse ante esta perspectiva, la contempla con fastidio: Beaumont lo dejó en la estaqueada, para hacerse cargo de la casa, las obras y la querida, y encima ahora tiene que escribir con el insufrible de William. Se necesita ser un genio, pensé, para ponerse en los zapatos de Shakespeare; pero no hace falta tanto para ser el hombre que alguna vez trabajó con Shakespeare. Entonces empecé a escribir la novela”.
Simeran adicto a la ciencia ficción inventa un Quijote que en lugar de lanza utiliza un fusil Kalashnikov, que combate no contra molinos de viento sino contra los carteles de una afamada gaseosa.
Gamerro que, como dice los críticos, “indaga en esa conjunción estelar” de dos grandes de la literatura y compone también “un relato picaresco, la recreación del mundo teatral londinense en su época de oro y conmovedor retrato de un Shakespeare vibrante y crepuscular”.
Autores, ambos, de textos inesperados, de pie como valiosos referentes en estas difíciles épocas de transición literaria.
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