sábado, 6 de diciembre de 2025

La traición consumada (Carol de Patricia Highmith)

 "Therese se sentó a una de las mesas y su cuerpo se relajó dolorosamente. Enterró

la cabeza entre sus brazos, sobre la mesa, súbitamente débil y soñolienta, pero al cabo

de un segundo empujó la silla hacia atrás y se levantó. Sintió aguijones de terror en

las raíces del pelo. De alguna manera, hasta aquel momento había estado

engañándose, imaginándose que Carol no se había ido, que al regresar a Nueva York

volvería a ver a Carol y todo seguiría, tendría que seguir siendo como antes. Miró

alrededor, nerviosa, como buscando una contradicción, una rectificación. Por un

momento sintió que el cuerpo se le podía hacer añicos, pensó en arrojarse a través del

cristal los ventanales que atravesaban la sala. Miró el pálido busto de Homero, las

cejas enarcadas e inquisitivas, subrayadas débil mente por el polvo. Se volvió hacia la

puerta y vio por primera vez el cuadro que colgaba encima del dintel.

Era sólo parecida, pensó, no exacta, no exacta, pero el reconocerla la había

conmovido hasta la médula, y mientras miraba el cuadro crecía la sensación. Se dio

cuenta de que el cuadro era exactamente el mismo, sólo que mucho más grande, el

mismo que había visto tantas veces cuando era pequeña. Estuvo colgado mucho

tiempo en el pasillo que llevaba al cuarto de la música. Era una mujer sonriente

ataviada con el recargado vestido de alguna corte, con la mano apoyada en la

garganta y la arrogante cabeza levemente vuelta, como si el pintor la hubiera atrapado

en movimiento, de manera que incluso las perlas de sus orejas parecían moverse.

Conocía las breves y bien moldeadas mejillas, los carnosos labios de coral que

sonreían hacia un lado, los párpados contraídos con un matiz burlón, la frente fuerte y

no muy larga que incluso en el cuadro parecía proyectarse un poco por encima de los

ojos vivaces, que lo sabían todo de antemano, que sonreían y provocaban simpatía.

Era Carol. En aquel largo momento en que no podía apartar los ojos del cuadro, la

boca sonrió y los ojos la miraron burlones, se levantó el último velo y reveló el matiz

burlón y malicioso, la espléndida satisfacción de la traición consumada.

Con un estremecimiento, Therese desapareció bajo el cuadro y bajó la escalera

corriendo. En el vestíbulo de abajo, la señorita Graham le dijo algo, una pregunta

ansiosa, y Therese se oyó contestarle con un estúpido balbuceo, porque aún estaba

estremecida, sin aliento, y pasó junto a la señorita Graham para salir corriendo del

edificio."


No hay comentarios:

Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...