Si cuando te despediste
callé el dolor que padezco
(ya que no por no sentirle,
por que tú fueses contento),
y con aqueste seguro
ignorando mis tormentos,
la rienda a la ausencia alargas,
pensando que no la siento,
vuelve a mirarte en los ojos
que sueles llamar espejos,
y los verás por tu causa
caudalosas fuentes hechos.
Vuelve, y verás que las horas
las llamo siglos eternos;
los días, eternidades:
tanto es el dolor que tengo.
María de Zayas y Sotomayor (Desengaños amorosos: Noche uno)
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