Ayer a las 15, inicio de mi segundo taller sobre Cien años de soledad, esta vez en Itekoa en el Delta, éramos mi hermano, mi cuñada, mi prima, su marido, Julián y yo. Y ya con esa gente conocida no más, me sorprendieron las presentaciones, las ideas sobre quién es Gabo, la lectura adolescente de mi prima de la novela, sus recuerdos como imágenes sueltas, dijo ella. Después llegaron gentes de los alrededorres y amigues de Mini y se integraron rebien a las dinámicas ya iniciadas y todes comentaron sus lecturas completas, dobles, incompletas o nada.
Me encantó hablar, como siempre, de Daniel Pennac, del discurso de GM al recibir el Nobel, de leer cada quien a su manera, de las posturas nunca inocentes de la crítica, de las versiones audiovisuales.
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