La muestra «En casa con mis monstruos» albergó más de 900 piezas y estuvo abierta al público desde junio hasta octubre de 2019 en Guadalajara, Jalisco.

Los primeros pasos al interior de En casa con mis monstruos, la exposición de Guillermo del Toro en Guadalajara, se dan casi en la oscuridad. Después de visitar la recepción en la que puedes comprar algunos souvenirs o beber un café mientras esperas tu turno de entrada, el  pasillo hacia las salas que albergan la exhibición es la primera señal para comprender uno de sus grandes ejes: la mirada. Decenas de ojos parpadean desde los muros, observando cómo los visitantes se internan en la mente inabarcable del cineasta mexicano.

Guillermo del Toro eligió al Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara (MUSA) como la última parada de esta exhibición itinerante. Desde 2016, la colección personal del director salió de Bleak House, su casa en Los Ángeles, para mostrarle a miles de asistentes en Estados Unidos y Canadá las carreteras de creatividad y conocimiento que han construido su trayectoria artística.

“Es la última vez que se expone la obra en algún lugar del mundo y era para mí importantísimo que se viera aquí, esto por razones que se pueden ver pero hay muchas más razones invisibles que están visibilizadas en la obra y la manera en que la organizamos”, dijo el director en conferencia de prensa. El destino posterior de las obras está por definirse, ya que parte de la colección personal de del Toro será repartida en museos alrededor del mundo para su exhibición permanente.

La curaduría de En casa con mis monstruos fue un trabajo dialéctico entre el cineasta y Eugenio Caballero, diseñador de producción que ganó el Oscar por El laberinto del fauno (2006). Caballero fue el responsable de elegir las piezas de Bleak House y de construir las relaciones entre ellas, vínculos que a primera vista parecerían débiles pero que cobran fuerza conforme el visitante se deja abrazar por las temáticas de la exhibición. 

“Un creador como Guillermo, con esa visión particular y ese entendimiento de los temas que ha abordado, aglutina todas estas piezas”, explicó Eugenio Caballero a los medios.

Los monstruos están en casa 

En casa con mis monstruos cuenta con ocho salas. La primera, Infancia e inocencia, recibe a los visitantes con una pieza clave que en su momento, dentro de su propia historia, llevó a una niña a un viaje fantástico que la ayudó a pasar a la madurez. El monolito de El laberinto del fauno espera en la oscuridad, como advertencia de que hemos llegado a un punto sin regreso, un camino para descubrir rasgos de la niñez de Guillermo del Toro y cómo los ecos de sus primeras vivencias, tanto alegres como aterradoras, se reflejan en su arte. Destacan aquí piezas de arte conceptual de cine animado, como dibujos de las películas La bella durmiente (1959) y Pinocho (1940).

La segunda sala es el Cuarto de lluvia, la reproducción de un rincón de Bleak House donde Del Toro busca inspiración en el constante ruido del agua contra los cristales y en su preciosa biblioteca privada. Ahí lo acompaña uno de sus grandes héroes, una escultura tamaño natural del escritor estadounidense Edgar Allan Poe, creada por el artista Thomas Kuebler.

Unos pasos más adelante, el visitante dará un salto en el tiempo hacia una de las épocas favoritas del cineasta mexicano, la Victoriana. El siglo XIX marcó a Guillermo del Toro gracias, entre otras razones, al romanticismo gótico. Este espacio exhibe utilería y vestuarios de La cumbre escarlata (2015), una cinta de tintes góticos que narra un trágico romance entre una joven heredera estadounidense y un caballero británico venido a menos. 

En una habitación oscura pero acogedora, los vestidos de Edith Cushing (Mia Wasikowska) y Lucille Sharpe (Jessica Chastain) esperan como fantasmas para capturar la mirada del espectador. Esta sección de la muestra es un homenaje al talento de Kate Hawley, diseñadora de vestuario de esta cinta y de Pacific Rim (2013). 

Las colecciones de Guillermo del Toro combinan arte internacional y mexicano y la curaduría de Eugenio Caballero acierta al acercar piezas decimonónicas británicas con, por ejemplo, el talento descarnado del zacatecano Julio Ruelas, cuyas piezas destacan en esta sala.

A la belleza tenebrosa de aquella época le sigue una sala contrastante. Magia y Ocultismo muestra la faceta más sobrenatural de los intereses de Guillermo del Toro. Aquí, el visitante puede mirar de cerca las herramientas de Hellboy, descubrir los bustos perfectos de los mejores magos de la historia y sentirse observado por una estatua tamaño natural del escritor estadounidense Howard Phillips Lovecraft, uno de los ídolos literarios de Del Toro.

Una de las piezas más bellas de la exhibición espera a los asistentes como epílogo de esta sala. La quimera —pieza creada por DDT Efectos Especiales— es una habitación oscura en la que los ecos del pasado vuelven y muestran al espectador que no todo es lo que parece y que, como ha quedado patente en la obra del cineasta mexicano, a veces los fantasmas son las criaturas más inocentes.

Como si el cielo se abriera después de una tormenta, el quinto espacio de En casa con mis monstruos brinda ligereza a la visita gracias a su combinación de Cine, Cómics y Pop. Aquí, Guillermo del Toro muestra su lado más lúdico, más vivaz y colorido, con una colección de máscaras de luchadores y un rincón dedicado a otro de sus héroes, El Santo, propiedad del coleccionista especializado en lucha libre Christian Cymet. Destaca también el puesto de periódicos donde el cineasta tapatío y su abuela solían comprar historietas cuando él era niño. 

Las últimas tres salas se vinculan entre sí con especial facilidad: Frankenstein, Los Otros / Nosotros / Los Monstruos y Muerte y Más Allá reconstruyen el interés fundamental del cineasta en los seres marginados, los señalados por ser diferentes y que a veces son más humanos que cualquier persona. La criatura de Frankenstein es uno de los monstruos favoritos de Guillermo del Toro. El cineasta encontró en este maltrecho personaje a un reflejo entrañable de la condición humana. Todos somos creaciones imperfectas, construidas a partir de influencias e inspiraciones de distintos orígenes.

Aquí destacan las esculturas creadas por Kuebler y Mike Hill, quienes con minucioso detalle reconstruyen figuras bizarras, estremecedoras, más grandes que la propia realidad. El rostro gigantesco de la criatura de Frankenstein mira meditabundo a los asistentes desde su sitio casi pegado al techo. 

Por otro lado, los personajes de la película Freaks (1932) juegan en sus carpas de circo, ajenos al horror que sus deformidades causan en quienes los rodean. Sin importar de dónde vengas, estos monstruos, estos otros, te aceptarán en su familia, quizá por eso es que atraparon para siempre la imaginación y cariño de un director que constantemente sale de lo convencional. 

Finalmente, Muerte y Más Allá confronta al espectador con dos respuestas posibles a la mortalidad humana: la posibilidad de dejar atrás el cuerpo físico y la negación obstinada a perecer, representada por una serie de figuras vampíricas que también están entre las mitologías favoritas del director. Destacan piezas imponentes como el Hombre Pálido de El laberinto del fauno y, aunque no está en el mismo piso, el Ángel de la Muerte de Hellboy y el ejército dorado (2008).

La continuidad del talento 

Durante la conferencia de prensa para inaugurar En casa con mis monstruos, Guillermo del Toro se refirió a un nuevo propósito en su vida: la continuidad. No la propia, sino la de los medios que le apasionan, como el cine de animación y otras formas de producción audiovisual. Este mensaje queda claro en algunas piezas de la exhibición, como la cámara original con la que Del Toro estudiante y su amigo Rigo Mora filmaban sus primeros cortometrajes. Otra muestra de esta intención está en una vitrina peculiar, ocupada por personajes de cortos de animación cuadro por cuadro que han llamado la atención de los mexicanos gracias a cineastas como Luis TéllezKarla Castañeda y Sofía Carrillo

Sin embargo, quizá el mejor testamento de lo mucho que puede inspirar esta exhibición a la juventud creativa sean los propios mediadores o guías de En casa con mis monstruos. “Soy fan de Guillermo del Toro desde antes de la exposición y me gusta mucho el cine”, cuenta David, estudiante de fotografía que se encuentra como mediador en la sala Los Otros / Nosotros / Los Monstruos y quien habla con tal intensidad sobre la relación de Del Toro con estas piezas que contagia de emoción a los asistentes. 

Los mediadores fueron convocados por el MUSA y son todos estudiantes de la Universidad de Guadalajara. La labor que están haciendo con la exhibición es potenciar el disfrute de los visitantes y ayudarles a comprender mejor las conexiones entre piezas, temas y filmografía del director tapatío. “Para mí significa una gran responsabilidad. Uno de mis sueños es dirigir una película, no importa si solo la proyecto a 10 personas, yo quiero hacer eso. Guillermo ha sido especial para mí por esa trayectoria que tiene”, agrega David.

En la conferencia de prensa en el MUSA, Guillermo del Toro aseguraba que si tan solo cuatro jóvenes salían de la exhibición conmovidos y con ganas de crear, estaría satisfecho. Cabe asegurar que ese mandato ya se cumplió, como demuestra Yatziri, estudiante de actuación que ha ampliado sus intereses y su panorama en esta exhibición: “Uno de mis sueños más grandes es poder trabajar con un director como él que es tan sencillo, tan abierto y hace cosas increíbles con un lápiz y papel”.Con sus criaturas fantásticas, rincones oscuros y destellos de pasión estética, es imposible hacer justicia a una exhibición como esa solo con palabras. Hay que vivirla, recorrer sus pasillos misteriosos, asomarse a las repisas repletas de curiosidades, poner un pie en la mente de Guillermo del Toro y dejarse arrastrar por el huracán de magia, arte y creatividad que es En casa con mis monstruos.

Publicado originalmente en mexico.com el 30 de mayo de 2019.