Hace rato (por no decir que durante mis 24 años de docencia) suelo putear mucho interna y externamente sobre las condiciones de trabajo en las aulas secundarias. Más que nada en el fuera del aula: pasillos, direcciones, instituciones, jornadas, sindicalismos y otras pedorradas. Pero cerca de mis cincuenta como campana de salida, este año trabajo solamente en cuatro cursos en una sola escuela y he decidido hacer todo lo que me gusta con mis alupnes. He recibido a una practicante de la ungs y despliego ante ella todo mi histrionismo y mi entusiasmo.
Ayer me descubrí a mí misma llevando adelante a pura improvisación una clase en segundito sobre la novela La sombra del dinosaurio, de Pablo de Santis (que no daba desde el 2004 maso) en la que apareció una ilustración directamente intertextual hacia Don Quijote. Fui muy feliz ante esas caritas que habían leído inocentemente la novela y apeneas una o dos conocían en el nombre de "ese de La Mancha". Les hablé de idealismo, de luchar contra molinos de viento y de cómo un escritor puede meter en sus historias sus propias lecturas y relacionar a un chico (que se llama Julián como mi hijo) con un loco que persigue a un dinosaurio (sus fósiles) con otro loco que leía mucho y quería desfacer entuertos.
Muy hermoso.
(No me animé a sugerir, se lo dije solamente a la practicante que a sus 26 años no conocía la canción, otra relación que pesqué con "Mi unicornio azul" de Silvio Rodriguez)
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