domingo, 12 de julio de 2020

La búsqueda del venado

Volver al río

de Diana del Ángel | Reseñas
Nadia López García, Isu Ichi / El camino del venadoUNAM/ Ediciones Punto de Partida, 2020, 80 pp.
Cuando desaparece una lengua, algo de nuestra humanidad se pierde con ella. Sin embargo, perder implica cierto azar; por ello, la palabra “pérdida” no describe lo que Nadia López García (Tlaxiaco, Oaxaca, 1992) cuenta en Isu Ichi / El camino del venado, el primer libro de poesía en lengua originaria publicado por la Dirección de Literatura de la UNAM. En México, una buena parte de la población está compuesta por hijos que no aprendimos la lengua indígena de nuestros padres. Las razones son varias: las políticas educativas que no garantizan una educación bilingüe, la burla hacia quienes hablan alguna de las 64 lenguas indígenas, la migración forzada y la precariedad laboral. La consecuencia aplastante de lo anterior: el silenciamiento de los pueblos originarios en México.
El poemario está acompañado de cuatro grabados hechos por Rosario Hernández Sánchez, del taller Hoja Santa, cuya sede está en Oaxaca. Las ciudades hacen olvidar la voz de los ancestros: las mujeres y hombres des-lenguados se vuelven árboles sin raíz. El despojo lingüístico es equiparable a entrar en un laberinto donde nos volvemos cómplices del olvido. Quitar la ceniza para encender un fuego nuevo con palabras viejas es asunto de la poesía. Por ello, López García recuperó la lengua-lluvia de sus abuelos y persigue el hilo ñuu savi para cantarnos la historia de un retorno, en dos idiomas, hacia un lugar donde “nuestra palabra se haga nido” (p. 47).
Yee kukana ini nai yu’u
ntí’o koi kachi tu´un ku,
ntí’o koi ntuku’un ini,
ntí’o miki
kutu’vu.
 (p. 22)
Hay tristezas que crecen en la boca
de los que ya no hablan su lengua,
de los que la han olvidado,
de los que nunca
la aprendieron. (p. 23)
El padre, cuyo rastro seguimos a lo largo del poemario, es uno de los que no aprendieron. Es alguien que hubo de migrar de su tierra natal a otra y no pudo llevar consigo la palabra de su padre. El desplazamiento forzado, no solo por motivos de violencia, es un fenómeno poco atendido; sin embargo, muchas de las migraciones son obligadas por las circunstancias sociales y económicas. Ello implica una elaboración del duelo, que incluye la pérdida de la lengua materna.
Kan’cha tu´unku
ra yu´u chi’i yu’ú,
koo ní’i,
koo tu´un.
 (p. 26)
Porque cortaron tu palabra
y bajo tu lengua sembraron miedo,
silencio. (p. 27)
La carencia forma parte de nuestra vida, tanto como lo presente. No obstante, en El camino del venado no todo es tristeza, pues encontramos la ferviente certeza de que es posible vencer a la muerte. Una ruta paralela expuesta en el libro es la de la hija del padre deslenguado, quien decide ir en busca de esa antigua palabra —a pesar de que, según la tradición, esa travesía está vedada para las mujeres—. La poesía de Nadia López propone un retorno renovado al comienzo, con lo cual la idea de origen se altera. Al hablar del poemario, la autora aprovecha para contar que, según las viejas historias, los ñuu savi descienden de un árbol; sin embargo, se olvida mencionar que antes estuvo el río, una entidad femenina.
Me yo’o nai me niì,
me tu´un
    koi tsaa.
Mientras mi raíz
corra por mi sangre,
mi lengua
    no morirá. (p. 37)
Los poemas dan cuenta de la relación entre una hija y su padre. La lengua ñuu savi entre ambos como un puente que los une y los hace fuertes ante el destino. Dice ella:
Ra yo´ó,
kachi uvi tu´unku paa,
kuntukú koi ntìì,
ñòò ra tu´un cho’ó
ra kachi me tu´un.
Y aquí estoy,
repitiendo tu voz,
buscando que nunca mueras,
que nuestra palabra se haga nido
y nunca se calle. (p. 47)
La autora da cuenta de la búsqueda del “venado” (símbolo perdido), y ella misma ejemplifica el camino, pues ha recuperado la lengua de su abuelo. Aunque mucho del sentido de las palabras ñuu savi se pierde para quienes no hablamos la lengua-lluvia, la traducción al español, hecha por la propia López García, permite que la palabra poética se convierta en la ruta evocada a lo largo del libro.

Diana del Ángel Ciudad de México, 1982. Es poeta, ensayista y defensora de derechos humanos. Ha sido becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas y del FONCA, en su programa de residencias artísticas. Obtuvo la primera residencia de creación literaria Fondo Ventura/ Almadía. Miembro del Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea. Ha publicado Vasija (2013), Procesos de la noche (2017) y artículos en diversas revistas y medios digitales.


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