lunes, 4 de mayo de 2020

(Demasiado fálico para mi gusto)

Alberto Ruy Sánchez


CADA QUIEN SU AXOLOTL

Dicen que enamora lentamente,
tanto que duele que se vaya,
y que no es por su gracia,
ampliamente prehistórica,
sino por su tenacidad
de vida muy antigua,
pariente de las piedras.
Pero que es muy suave al tacto,
como si tuviera sangre
en vez de huesos,
y dicen que en la obscuridad
más secreta de la amada
le salen cuatro manitas
extremadamente complacientes.
Y que sus ojos, dentro de ella,
se vuelven más luminosos.

Soñé que eras un axolotl, me dijiste.
Y yo no supe si alegrarme irónicamente
o resignarme a ser visto de nuevo así,
primitivo y torpe. 
Cuando, según yo, 
mi condición sagitaria
me hacía ir a trote de centauro
cabalgando el sueño,
flechando el infinito.
Pero ya estaba dispuesto a ser
lo que tu soñaras para mí.
Incluso algo ran extraño
como un centauro 
en el agua, en un cuerpo
de axolotl mutante, mutable.
Y yo era tu pecera, añadiste.
Y eras tan feliz que mientras todos los otros
cambiaban y corrían a cumplir
con su destino terrestre,
tú nadabas en mí hacia otro continente,
otro planeta, otro sistema solar.

Cada quien su axolotl, pensé:
Cortázar se convirtió en uno
de tanto mirarlo y admirarlo,
Elizondo lo hizo pene en las manos
y el regazo de las asustadas.
Yo era el tuyo.

Un axolotl fue testigo
de mis primeros poemas
en casa de Huberto Batis
cada sábado de taller.
El monstruo, atento,
presenciaba nuestras lecturas
desde su pecera
comentando lo que oía
con sus branquias erectas
como estrella o  recogidas.
Crítica anfibia, descifrable tan sólo
por unos cuantos,
como yo, distraídos.

Estudiante,
muchos años después,
en la vieja ciudad del río,
muy cerca del Jardín de Plantas extrañas
donde axolotl se hizo salamandra
al salir del agua calcárea de los humanos
y asombrar a los científicos
de lo seco y de lo húmedo,
viví con uno constantemente:
lo llevaba dentro
como órgano imaginario
de mi cuerpo viajero y emigrante,
palpitante indicación
de que nada es imposible.
Y de que,
a mí también,
aquello se me iba a salir
a caminar por su cuenta
aunque  yo,  casi, no lo sabía.

Como tampoco podría saber
que ser tu axolotl tenaz
sería mi más extraña
y bella, perturbadora
definición del paraíso,
la duración de tu sueño.

Collage de ARS sobre una foto de Valeria Ascencio:

1 comentario:

Unknown dijo...

Bien falico, como vos decís, lo había escuchado anoche que el tipo lo leyó. igual me gustan sus imágenes.

Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...