sábado, 30 de mayo de 2015

Lo soez, lo divertido, lo inesperado y lo alternativo

El integral de Tank Girl’

mayo 18, 2015 2:00 pm por: Categoría: CómicsDestacadoReseñas de Cómics A+ /A-
Nacida en el 88 de las manos y las mentes de los británicos Jamie Hewlett y Alan Martin, entre fanzines y música rock, Tank Girl es uno de los personajes más influyentes del cómic alternativo de los 90 (y sí, soy consciente que hablar de cómic alternativo en los 90 es casi una redundancia). Hoy reseñamos ‘El integral de Tank Girl’la apuesta de Norma por recoger los orígenes del transgresor personaje.tank_girl_norma_hewlett_martin
Tank Girl, con su cabeza rapada y una cerveza en la mano, se convertiría pronto en un símbolo de lo soez, lo divertido, lo inesperado y lo alternativo. Esta chica ruda que conducía el tanque que le daba nombre y salía con un canguro, simbolizó un personaje de lucha. En el prólogo de esta edición integral, sus creadores aseguran que se volcaron en que Tank Girl no se afiliara a ninguna causa en concreto. Sin embargo, su figura sigue estando asociada con varios movimientos de protesta y con el riot grrrl.
En un futuro post-apocalíptico en Australia, Tank Girl vive en un tanque, junto con su novio, el canguro Booga. Entre sus amigos está el aborigen Stevie (un exnovio), sus amigas Jet Girl y Sub Girl (que viven en un avión y un submarino, respectivamente) y sus malhablados peluches y muñecos (como Camp Koala o el Señor Precoz). Las tramas (si a veces se les puede llamar así) que desarrollaron Hewlett y Martin iban desde lo aparentemente cotidiano (viajar a la campiña inglesa a visitar a los abuelos, conseguir cerveza para una fiesta) hasta lo más descabellado (matar a un montón de cazadores de recompensas, encontrar la Fuente de la Juventud o conseguir que el pacífico Booga se cuele entre los mejores boxeadores de Australia), a menudo sin prestar demasiada atención a la física, las consecuencias o olvidando la dirección de una historia a medio número. De tanto en tanto, en medio del caos aparente de conversaciones sobre genitales, cerveza y misiles usados como forma de ataque, encontramos retazos de normalidad, confesiones sorprendentemente melancólicas e incluso un episodio que hoy puede parecer manido (el personaje en un centro para pacientes mentales) pero que muestra un intento de definir la normalidad en una época en la que el cómic todavía se censuraba. En estas historias a menudo los creadores se insertan en la historia, hayuna crítica constante y muy aguda tanto de la creación como de la recepción del cómicy mucha experimentación a nivel de historia (parodias, homenajes, historias sin una dirección clara que se convertían en lúcidas reflexiones).
‘El integral de Tank Girl’ de Alan Martin y Jamie Hewlett
Leyendo estos números por primera vez, creo que quizás el potencial agresivo, provocador, macarra y punki de ‘Tank Girl’ como serie no ha envejecido del todo bien. Ya cuando fueron publicadas, las historias de Tank Girl estaban cargados de referencias culturales (musicales, políticas y particulares de las culturas británica y australiana) que se nos escapaban. Hay uncariño especial por la cultura popular, numerosísimas referencias musicales, un “consejo de moda” bajo los créditos a guionista y dibujante, una parodia de ‘Starsky y Hutch’, una portada del ‘Time Out’ y una historia narrada como si Jack Kerouac hubiera encontrado a Tank Girl en la carretera.
Sin embargo, si bien a nivel de trama la serie quizás decae en ocasiones y cuesta relacionarse con los personajes hasta casi las últimas historias, a nivel gráfico las historias de Tank Girl siguen siendo impresionantes. En este tomo se aprecia especialmente la evolución del arte de Jamie Hewlett, desde los diseños descarnados a color de los primeros números (de entintado cargado, cercano al estilo fanzinero) al estilo más caricaturesco que luego adoptaría para diseñar, entre otros, los personajes del grupo Gorillaz. Combina el blanco y negro con episodios a color, con fondos hechos en collage, homenajes constantes al arte del cine, las carátulas de discos y el merchandising de la época.
‘El integral de Tank Girl’ de Alan Martin y Jamie Hewlett
Norma ha publicado esta contundente edición de ‘El integral de Tank Girl’ con 352 páginas y tapa dura con sobrecubierta por un precio muy decente (34,95 €). La traducción está hecha por Ernest Riera, uno de los traductores de cómic alternativo más experimentados, puesto que ha trabajado con algunos de los grandes títulos: ‘The Sandman’, ‘V de Vendetta’ o ‘Ex Machina’. El papel de ‘El integral de Tank Girl’ es grueso, hay ojo por el detalle (aunque una página de ’Tank Girl’ contenga muchísima información, entre bocadillos, letras de canciones, nombres en camisetas y etiquetas de cerveza y no siempre todo haya sido traducido) y mucho material extra.
‘El integral de Tank Girl’ no contiene toda la historia del personaje. Tras la adaptación de la serie en forma de película (un experimento fallido), Hewlett se dedicó a otros proyectos y Martin trabajó con otros dibujantes en historias más largas y mini-historias [aunque recientemente, os comunicábamos la noticia de la vuelta a Hewlett a este personaje, con la serie titulada ‘21st century Tank Girl’.] Sin embargo, este integral recopila con cariño los tres números de Hewlett y Martin, además de entrevistas, portada, imágenes de merchandising, un guion perdido, arte no usado, diseños para la película e ilustraciones originales. Las notas y aclaraciones de los creadores ayudan a poner en perspectiva una serie que ahora resulta difícil de comprender, pero que sigue teniendo cierto encanto salvaje.


Rebecca Dautremer y la Babayaga

Un trazo zen que todo lo sugiere

Cada vez me atrae más la idea de la poesía como un “no decir”. No la adhesión que suele producir la palabra que enumera, o cuenta, sino aquella revelación que la palabra aislada, cargada de silencio puede originar. La palabra sumida, hundida, inmóvil como un animal estático, que sólo por la respiración sabemos que está vivo. Una palabra que se niega a seguir la ruta prefijada de la comunicación para llevarnos a convivir con la oscuridad y el misterio. La palabra poética tiene ese rostro, que difiere radicalmente de cualquier otro. Los que más me entusiasman son aquellos poetas que tienden al silencio. Un simple garabato sobre la página blanca esboza un gesto, es una incisión reveladora, un trazo zen, que todo lo sugiere o que todo lo expresa con el silencio.



Hugo Gola. Prosas

Las batallas que gana la memoria siempre son demasiado misteriosas

Dice en feis Felix Bruzzone
45 min · 
Recuerdo 5 claves de candados que al abrirse me entregan piletas en flor. Es un milagro que mi pésima memoria conserve esas series de números. Por momentos pienso que más bien las leo en el agua de las piletas, que los números se dibujan en el agua y me saltan al cuello. Sea como sea, nunca tengo que saltar la reja y lastimarme las rodillas, los tobillos. Una vez me enseñaron una técnica para abrir candados sin conocer la clave. No hace falta tener dotes de ladrón de cajas fuertes para aprenderla. Es fácil detectar los ruiditos que hace cada número al caer. Sin embargo la olvidé. Por alguna razón preferí olvidar eso y recordar las claves. Antes era fácil porque me ayudaba mi agenda. Pero me la robaron, o ella se dejó robar, y adiós ayuda. Las agendas que se dejan robar son muy irresponsables. No tienen idea de qué es la memoria y mucho menos imaginan qué es la supervivencia. Una cosa que no entiendo, igual, es cómo mi mala memoria le pudo ganar a la inteligencia de saber la técnica de abrir candados sin clave. Las batallas que gana la memoria siempre son demasiado misteriosas. Hoy sin embargo hay un bache. La clave del candado que tengo adelante no se enciende en ningun lado. La oscuridad es inmensa y el agua tiene apenas un brillo de resolana. Subo a la reja. Salto. Las rodillas. Los tobillos. Los ruidos de los números son los ruidos de mis articulaciones. El agua se ríe. Ella no tiene articulaciones.

Cuernitos

Le digo que lo que le compré no es lindo sino práctico, que no se queje, que es regalo de esposa cornuda, no de novia. Le digo que vuelva con cuernitos para el mate. Una hora después está en la puerta y huele muy bien. "Tu perfume no, el paquete de la panadería", le aclaro.

Mijita es muy injusta y mentirosa

"Ella cocina no más cuando viene el marido", le dice a mi nuerita. "Ya vas a venir a pedirme que te haga milanesas de berenjena los miércoles a lanoche para llevar el jueves al trabajo", pienso yo y no digo nada.

Aunque pensé que nunca llegaría...

Llegó: toda la noche del jueves y todo el viernes: vos y yo en cama. Tan sencillo, tan magnífico.

jueves, 28 de mayo de 2015

El laberinto de locas enjauladas cada tanto escupe tipas

LITERATURA ARGENTINA

Las tipas

Cristina Civale
Claudia Gilman
Cristina Civale esgrime en Las tipas una notable definición de la locura: se trataría del acto de esconderse uno mismo en su cabeza. De ese lugar nadie nos puede sacar. Las tipas, estas tipas de Civale, son fieras de la especie que huele a sus congéneres para husmearlas, para gobernarlas, para destruirlas y destruirse mutuamente. Pese a que muchas mujeres están claramente escondidas en sus cabezas y van cantando con brío hacia el matadero, no todas son tipas. Para Gina Lombroso, las mujeres son seres subsidiarios de los hombres. No es el caso de las tipas, que son seres subsidiarios pero de otra especie. Son apéndices, pero apéndices de nadie. Las tipas no tienen relaciones sociales, no tienen amigos ni conocidos, y los servidores habituales —porteros, cajeras de supermercado o mozas— las destratan como si fueran inexistentes, puro humo sin sustancia. Sólo reciben correspondencia impersonal, publicidades y cuentas. Las tipas gritan como hienas, montan numeritos de histeria, ataquespour la galerie, de los que se reponen al instante, cuando perciben que la salida pasa por mostrarse serenas y tranquilas. Enardecidas, alteradas, dopadas, luchando por un cuaderno donde han escrito su vida (porque sin ese registro sus vidas carecen de cualquier solidez, de cualquier pasado, presente o futuro), recuerdan el encanallamiento de Roberto Arlt, pero la animalización es todavía más radical. Se podría muy bien trasladar el ambiente descripto por Arlt en su clásico cuento “Las fieras” para adentrarse en el mundo sin ilusiones de unas tipas siempre acorraladas en una jaula. Como fieras, estas tipas se confunden todo el tiempo con toda clase de animales: son tipas vacas, tipas elefantes, tipas hienas, tipas tigresas, tipas ranas y tipas sapos. Son unas tipas animalizadas y feroces, que se escupen en bastardillas gentilezas también de calibre arltiano: callate forra, ya vas a ver conchuda, rajá tipita rajá. Tratan de pasarse la locura y definir ante un tribunal de tipas, sólo ellas, quién es la loca y quién ha vivido esa vida que comparten, una tipa, mil tipas, millones de tipas. Mujeres en un corral sórdido, una jaula como mundo, una continua perdición y decadencia. Sordidez y veleidad, sueños módicos y rechazos módicos, fulanas malqueridas que se entrecruzan en una jaula para locas, en historias inverosímiles de cuadernos supuestamente robados, en contrapuntos de monólogos donde son una y son las dos y son todas las tipas del mundo, todas suicidas y defraudadas.
Nada es hermoso y nada se idealiza para estas pobres tipas.
Las mujeres no imaginan que todo lo que intentan hacer para externarse las hunde más y más en un universo donde la gravedad tiene más fuerza que la que nos une al piso. No se puede salir del corral adonde los hombres nos arrearon desde hace muchos milenios.
En un psiquiátrico transcurren estas tipas que dicen yo y dirimen ese yo que se vuelve una propiedad o un canto coral, que las abarca o las expulsa de esa supuesta identidad. Esta es la secreta marcha de las tipas de Civale.
Qué tristeza de vida. La mía. El laberinto de locas enjauladas cada tanto escupe tipas. Hay que cuidarse de esas turras carroñeras. Hay que leerlas y tratar de no imitarlas. ¿Cómo? Pues bien, no hay respuesta ni en la novela ni en la vida.

Cristina Civale, Las tipas, Milena Caserola, 2014, 144 págs.

¿Qué voy a hacer con mi marido?

No es una pregunta personal. Es una peli genial que vi anoche. Con Meryl Strep y Tom Lee Jones. ambos geniales. ¡Qué insoportable era el viejo cuando ella decide llevarlo a la fuerza a una semana de terapia intensiva de parejas! ¡Qué increíble ver que un matrimonio puede pasar¡AÑOS!!!! de desastre, de rutina, de tristeza, de desamor y seguir juntos!!!! Yo que lloro por las separaciones me sentí una privilegiada. Todo el tiempo pensaba: qué suerte tenemos Gus y yo de tener lo que tenemos. En estos personajes es increíble que a dos cuerpos que se aman les cueste tanto tocarse, retomar el vínculo afectivo. Increíble cómo está mostrada la dificultad más básica de hablar, de mirarse, de dormir juntos, de, siquiera pensar en qué es una fantasía o un deseo. Qué suerte no haber pasado, no poder pasar nunca por eso.





Entre conchudas

De repente me avivo de que, yo que ando triste, celosa, enredada, con la conducta de algunas minas que rondan por ahí, yo, no ellas, soy el modelo que ellas copian. ¡Ellas me admiran y envidian!!!! A mí que me siento tan puercamente inenvidiable. (Además son tan básicas como para que yo detecte sus gestos envidiosos)

Delicias de la comunicación sin palabras con un ser completamente diferente

Estoy leyendo Eragon. Saphira me ayuda con mi temita de la ansiedad comunicatva.
Ah, ¿ustedes dicen que necesito una dragona en vez de un marido?

Mantenerse despierta es un trabajo

LOS MELONES SE ACOMODAN SOLOS PERO LAS FICHAS NO


MALENA PICHOT


26 de mayo de 2015



Estaba en un altar, con el vestido, con todo, junto a mi novio de la secundaria, pero en el patio de la primaria. La historia la recuerdo sólo desde el punto de ebullición, justo cuando me daba cuenta: “¿Qué? ¿Pero cómo? ¡Si soy tan chica! ¡Si es tan solo mi primer novio! Yo quiero muchos más ¿Qué estoy haciendo?”. Esa pesadilla está en el puesto número uno de recurrencia en mi adolescencia, esa y zombies. Qué bello era despertar y descubrir que no estaba casada, que no era la señora de nadie, que no había zombies, que no la había cagado. Porque esa era la preocupación que regía mi adolescencia. No cagarla. No cagarla era importante, porque realmente tenía todo para no cagarla y tenerlo todo es, básicamente, tener una familia amorosa.A partir de cierta edad, no cagarla significó no quedar embarazada. En mi casa se hablaban las cosas, claro, si somos una familia de clase media universitaria y sobre-psicoanalizada, no lo suficientemente de izquierda como me hubiera gustado, pero todo no se puede. Mi padre, que fue pobre, huérfano y tuvo que hacer la colimba ha ganado inmunidad ante ciertos reclamos. Por eso, a los diez y seis años, dado mi miedo latente a no cagarla, a no perturbar la familia amorosa, me cayó la primera ficha: “este miedo es demasiado” y entonces comprendí lo que sentía sobre el aborto, lo acomodé en un lugar y encajó perfecto. Recuerdo la paz de tener una convicción: Ninguna mujer merece arruinarse la vida entera por un waskazo. Punto, no debato más. Recuerdo como esa reflexión me llevó a tantas otras sobre nuestras desventajas. Desventajas que no podía conjugar en un solo tema, que no lograba unificar en una sola cuestión, pero eran desventajas que se unían solas cada vez que volvía a rumiar sobre lo mismo: ¿Por qué son tan idiotas las publicidades de toallitas? ¿Por qué hay mariposas, sonrisas y bailecitos? Si es dolor, angustia, constipación y hambre voraz.Tenía once años y me encantaba quedarme mirando Gasalla en el cuarto de mis padres los viernes, cuando ellos salían a cenar. Extrañamente recuerdo la bronca que me generaban las publicidades, mientras me disfrazaba con la ropa de mi mamá y soñaba con ser grande, una adulta que salía sola, que iba a fiestas, que andaba por la calle. Pero la calle nunca es nuestra, ni de chicas ni de grandes. Recuerdo a Marina, mi amiga de siempre, que en sexto grado llegó llorando una mañana al colegio porque en el colectivo le habían tocado el culo. Recuerdo su buzo azul gigante, porque ella, que se desarrolló rápido, también aprendió rápido a esconder las tetas en ropa enorme para no provocar a nadie. No sirvió, el culo se lo tocaron igual. Recuerdo su cara roja y su rabia, mientras lo contaba rápido con pudor, recuerdo no tener nada para consolarla, a la vez que aceptaba el hecho y reflexionaba para mis adentros pasivamente: “Y bueno, ya es la edad en que nos empiezan a pasar estas cosas”. Once años, y ya lo estaba aceptando.Aparentemente, ser adulta tenía algo de que abusaran de vos y algo de ir a fiestas. Pero aún así quería ser grande. Recuerdo a mi papá ofuscado sentado en el auto porque mi mamá tardaba en arreglarse, y yo lo veía tan claro: pero ella tiene que maquillarse y secarse el pelo y elegir la cartera correcta y zapatos que sean lindos, pero que sean cómodos también. Es obvio que va a tardar más. Y al final tanto tiempo arreglándose para qué, si después volvíamos de la fiesta en el auto y mi mamá se sacaba los zapatos y apoyaba los pies descalzos lastimados, sobre la guantera y se quejaba entre risas, porque el tema de los pies en la guantera generaba un mini bullying familiar. Tardaba más en salir sí, porque tenía que hacer tanto más, y todo para qué, para eso, para auto infligirse daño en los juanetes.
Recuerdo odiar lo femenino, porque lo femenino era sinónimo de imbécil, porque eso estaba en todos lados, en las sufrientes heroínas de todas las telenovelas que devoraba. Era lo imbécil que me poseía cada vez que hablaba con un pibe y me cuidaba de no saber más de música que él, de no ser más rápida que él, de no cerrarle el orto con una respuesta perfecta, porque quizás el chiste era muy fuerte y ya después no se le para. Recuerdo lo mal que me caía pedirme un whisky y que mi cita comentara “apaaaa, whisky eh”. Recuerdo que para no ser menos se pedían uno también, aunque no tomaran y que mal que terminaba eso.Recuerdo muy bien lo que me caía muy mal a los veinte. Me caía muy mal que nadie creyera que en mi grupo de once amigas no hubiera conflictos con varones y novios “robados”. Me caía muy mal que nadie creyera que fuéramos amigas realmente y que si estábamos en una mesa un viernes a la noche tendría que ser, por lo menos, el cumpleaños de alguna. No era posible que once mujeres se hubieran juntado por el solo hecho de juntarse.
Recuerdo todas las veces que en los boliches había que decir que “no” amablemente a las insistencias de un boludo, cuidando que no se fuera a enojar, que no se ofendiera y empezara a putear. Sonreír ante todo, todo el tiempo, para que no se ponga violenta la cosa. Recuerdo los consejos entre nosotras “no te vuelvas sola”, “llamá cuando llegues” ,“mensajeá”, “pedite un remis”. Todos los recaudos para no morir, esa cotidianidad de la posibilidad de la muerte si salís de copas. Como el riesgo que se asume pasivamente, porque así son las cosas. Hasta que a la hermana de una le pasó algo con un tachero y otra vez asumimos pasivamente, “estadísticamente algo nos tenía que pasar”.Todo era parte de lo mismo, ya lo tenía clarísimo, siempre lo vi. Todo a mi alrededor me vendía mal lo femenino, como lo débil, lo dependiente, lo condescendiente, la presa, y aún así mis amigas y yo éramos todo lo opuesto. Si bien lo masculino supone un montón de otros clichés deplorables, no me fijaba en ellos y en esa confusión de odiar lo femenino sin condenar en nada a lo masculino pecaba de machista sin darme cuenta. De ignorante, porque nadie me explicó, tenía todavía muchas fichas desacomodadas. Tuve que pasar por toda la facultad para comprender realmente que no era que despreciaba lo femenino y adulaba lo masculino, yo despreciaba los géneros y los estereotipos que suponen.Y aún así nadie en la facultad, nadie, me habló de feminismo, específicamente, y cuando tuve las convicciones, sentía que no debía llamarme feminista porque pecaba de un exceso de respeto hacia el concepto, dado que nunca había militado tradicionalmente en nada, porque tengo serios problemas con la solemnidad y la militancia la requiere. Por respeto a todas las mujeres que iban a los encuentros todos los años no me animaba a llamarme feminista, y supongo que escondía un poco de cobardía en ese respeto también.Masculino y femenino son construcciones, disfraces, adornos. Nada más. Una frase que me marcó en la facultad fue una de Susan Sontag en Notas sobre lo Camp: “lo más hermoso en un hombre viril es algo femenino, lo más hermoso en una mujer femenina es algo masculino”. No hay virtud en ser de ningún género, si la hay en ser todos o en no ser ninguno, eso creo yo, copiándole a Butler, en eso de deshacer el género.El orgullo en responder exactamente al lugar común de un estereotipo es la cárcel del género, en ese orgullo recae a la vez la exigencia de responder a ese estereotipo. El orgullo de estar flaca es la exigencia de estar flaca, es la cárcel del género. En el orgullo de ser viril está la exigencia de ser fuerte y la cárcel del género. No estoy alardeando de que me haya liberado de mi cárcel, de mi estereotipo, pero estoy convencida de que la única manera de superar al estereotipo y a su exigencia es detectarlo. Estar consciente del estereotipo que nos rige es la única forma de vencerlo y en la lucha por vencerlo se encuentra una sensación de libertad y alegría que recomiendo muchísimo.En el 2010 yo no había terminado de entender mi propio estereotipo. No tenía ni una quinta parte de los seguidores que tengo hoy. En el 2010 twiteaba provocando, porque ese fue el juego de los primeros años de twitter, que luego pasó de moda o que lo siguieron los cobardes sin nombre ni apellido o los que no tienen nada que hacer. En el 2010 tenía un montón de cosas que aún conservo y un montón de ideas que serían el germen de otras, pero las fichas no habían terminado de encajar.En el 2010 no había hecho CUALCA, ni JORGE, ni POR AHORA, ni había escrito un guión, solo había hecho LA LOCA DE MIERDA, que fue justamente la parodia de todo lo que detesto de mi estereotipo, fue el comienzo de deshacer mi género. Pero nunca había desarrollado un personaje que fuera completamente distinto a mí. Fue cuando hice JORGE en el 2012 que me acerqué al INADI para hablar con Mercedes Monjaime, para que me ayudara con un poco de información sobre la cotidianidad de una persona en silla de ruedas, y así poder escribir el personaje de Ludovico. No sé cómo terminamos hablando de feminismo, pero ella me acomodó otra ficha, una ficha fundamental. Me dijo: “Para ser feminista sólo tenés que estar consciente de la diferencia de derechos entre hombres y mujeres y desear la igualdad”. CLOCK! cayó la ficha, encajó finalmente. Soy feminista. Recuerdo salir del edificio con una inmensa tranquilidad, recuerdo sentir la claridad y satisfacción que solo te da el poseer una convicción.Y aún así, las fichas siguen cayendo, y cuando una cambia de opinión sobre algo, un poco pasa a ser una persona distinta, nueva incluso a la de hace un minuto y eso también es fascinante, es mantenerse despierta. Cuando leí Teoría King Kong, de Virgine Despentes, todo lo que creía sobre la prostitución cambió también. Entonces no solo soy otra que la del 2010, también soy otra que la de hace un mes. Y las fichas siguen cayendo, y no se acomodan solas, mantenerse despierta es un trabajo y el premio es que todo se aclara cada vez más. Entender es lo único que da paz.


Malena Pichot


tomado de http://www.malenapichot.com/los-melones-se-acomodan-solos-pero-las-fichas-no

La lechuga arrepollada o capuchina

Dice en feis Julián López R
1 hora · Buenos Aires · 
Querida diosa, vengo a este santuario, pletórico de humildad, hincado, tan solo por agradecimiento y admiración. Las cosas que inventaste me resultan en general vulgares y la gente, sobre todo, tan ordinaria. Pero la lechuga arrepollada o capuchina me conmueve; parece tonta ahí, de culo en los cajones de la verdulería, pero qué textura. Qué carne deliciosa que sacia y a la vez quita la sed y hasta cruje crocante como una papa frita de paquete. Esas celdillas minúsculas, surcadas de venas aún un poco más tonantes, que llenan la boca de un verde suave y el corazón de maravilla. Qué logro de tu creación, diosa, cómo te admiro.

El sueño de la cornuda

La construcción social occidental patriarcofalocentrada que solemos llamar "esposa" incluye cubrir las necesidades básicas, prácticas, de alimentación y abrigo de la construcción ídem que llamamos "marido". Por suerte mi feminismo (latiguillo que he repetido últimamente) me permite aceptar en mí mis deseos básicos de "conyugalidad". Así que hoy, apenas desayuné, agarré mis muletitas y me fui por el barrio: dos camisetas, dos boxer, dos pares de medias.

Qué manía la mía de preocuparme por todo

Elga (tito bebé) se asustó anoche del gato feo del vecino. No sabíamos dónde había ido a esconder su miedo. Me dormí pensando en que no puedo controlar el destino de todos los seres asustados que pasan por mi vida. Mijita se fue esta mañana encargándome que, cuando me levante, me fije. Como siempre, la vida me demuestra que no soy imprescindible (y eso es tan tranquilizador como inquietante): Loto durmió lo más pancho toda la noche en la pieza de Rafa.

¡Mentira!!!!!

Dice Olivera que, desde que nos conocemos, es la primera vez que le hago un desayuno. (Y yo sin memoria suficiente para demostrarle lo contrario)

"Espero que se te haya roto el amor de tanto usarlo"

"Cuídese mucho": el arte no cura el dolor de amor

Abrió la muestra de la performer francesa Sophie Calle. La dejaron por mail y ella les pidió a 107 mujeres que comentaran esa carta. El resultado es esta muestra de arte.

POR PATRICIA KOLESNICOV


Puede pasar -pasó ayer- que apenas el visitante se asome a la enorme muestra de Sophie Calle en el flamante Centro Cultural Kirchner, se encuentre con la artista francesa en persona. Caminando alrededor de larguísimas mesas en las que hay pantallas, hablando por teléfono, mirando a los que miran.
Puede ser que eso pase pero eso no es lo más importante: un paso antes de entrar, dos jovencitas le habrán indicado al visitante que lea unas "instrucciones" y tome una hoja de un estante. "Lean la carta, eso es lo que a ella le importa". Las instrucciones explican el origen de esta obra: la artista recibió un mail en el que un amante la abandonaba. Por respeto al amor que se tenían, la dejaba a golpe de teclado. "Como ya sabe, últimamente me he sentido mal", dice el caballero en el comienzo, anunciando que se viene el "No sos vos, soy yo". Y explica: ella puso como condición no ser "la cuarta" de sus mujeres. El lo respetó, pero "esta semana empecé a llamar de nuevo a 'las otras'". En fin, la amará siempre pero se acabó. Y termina: "Cuídese mucho". Así se llama esta obra, que es parte de la Bienal de Performance.
Ella les mandó esa carta a ciento siete mujeres -actrices, cantantes, una criminóloga, su madre, una jugadora de ajedrez, una psiquiatra- para que la comentaran. Para que hicieran algo con eso. Algunas de las respuestas son en video y eso es lo que se ve en las pantallas de la primera sala de la muestra de Sophie Calle. Algunos son de mujeres famosas: la cantante y performer Laurie Anderson, la cantante de fado Misia, las actrices Jeanne Moreau y Victoria Abril.
Uno puede quedarse a vivir en esas pantallas. Puede empezar, por ejemplo, por Victoria Abril, que lee la carta en castellano y en la cama: "¿Siempre se hablaban de usted?", se ríe. "¿En la cama también?". Y le aconseja a Sophie: "Lo que hace falta es un rendez vouz (una cita)", y termina: "Espero que se te haya roto el amor de tanto usarlo".
Las lecturas se continúan. Una música, Poney P. que baila como saltando y canta como gritando. Una actriz, Dinara Drukarova, que lee el texto completo, dobla la hoja, se apantalla con él y esa falta de aire atraviesa la pantalla. Otra música, Sapho, canta como un lamento: "Sophie, las cosas cambian". Una artista iraní, Sussan Deyhim, la lee literalmente pero con tono irónico, sentada sobre un inodoro. Misia, una exquisita cantante de fado, arranca cantando la letra, se detiene y dice: "Es imposible, esta carta no tiene ninguna poesía, hace falta poesía para cantar un fado". Y listo. Jeanne Moreau lee con un cigarrillo en un cenicero y un vaso de vino medio vacío al lado. Hay una cantante de tango.
Después de un rato, una ha escuchado la carta muchas veces. Muchas veces "últimamente me he sentido muy mal". Muchas veces "empecé a llamar a 'las otras'". Muchas veces "me hubiera gustado que las cosas fueran de otro modo". Como pasa con las cartas en que te aman o te dejan, la de Sophie Calle rebota, rebota, aparece otra vez, una descubre otro sentido, una frase que había dejado pasar, un matiz. La van dejando, nos van dejando, cada vez que escuchamos la carta. A veces trágica, a veces cómicamente.
No todas las lecturas son tan compasivas. Hay tres salas más donde se exponen textos escritos. Allí están las ventanas de este imponente edificio que antes fue el Correo Central. Aunque la muestra no puede estar mejor ubicada -la carta de Calle es un mail, el Correo es un Centro Cultural- el paisaje urbano, gris y llovizna, que entraba por las ventanas competían ayer con la exposición: la ñata contra el vidrio, muchos se quedaban largo rato frente a ellas.
Los textos que se muestran -lástima- están en inglés, aunque la gente de la Bienal atravesó este escollo con hojas impresas en las que figura la traducción. Uno es de la madre de Sophie: "Comparto tu desilusión, pero no sobredramaticemos", le arroja. "Si Sophie lo hubiera amado tanto como decía no hubiera convocado a un escuadrón de mujeres para que la ayudaran a superarlo", le dice la escritora Christine Argot.
Hay más, hay mucho más. Una sesión de mediación familiar, una lora que se come la carta, una tiradora que la agujerea con balas.
Se sale de ahí con una acumulación de impresiones, de emociones, de ideas. Nada de todo eso cura el dolor de amor, se sabe. Así es el arte.

Si Massa hace las cloacas qué van a tomar los jardineros paraguayos


Dice en feis Felix Bruzzone
1 hora · 

-
Hoy los jardineros paraguayos trajeron una máquina de cortar pasto bastante nueva, pero no camina. Estamos en lo de Nucha, mi clienta desproporcionada. Mientras dos paraguayos intentan hacer que ande la máquina ella dice: 
-¿Tiene nafta eso? Si se toman la nafta no va a andar nunca. 
Me mira y sigue:
-Estos están preocupados porque pareces que Massa va a hacer las cloacas. No van a tener más zanja para tomarse el agua. 
Los paraguayos murmuran, en guaraní. Quizá putean a la m
áquina, o a Nucha, a mí no creo, o planean la revolución. Hablen, nomás -les dice Nucha-, pero más bajito porque entiendo todo.
Vuelve a mirarme:
-Se creen que no entiendo el guaraní, estos. Hablo mejor en guaraní que en castellano. Y en alemán. Mi hija que vive allá me enseña.
Nucha habla un buen rato de su hija médica que vive en Frankfurt.
-¿La extrañás? -le pregunto.
-Qué la voy a extrañar. Extrañaba a estos pelotudos, mirá cómo tengo el pasto. Y ahora encima traen una máquina rota.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Ni una menos

Una ventana en el mar

Me gustás mucho

No quería dormirme anoche: mejor escucharte respirar y enredarte los pies en los pies.

La herramienta principal de los jardineros paraguayos es el machete

Dice en feis Felix Bruzzone
2 horas · 
Convivo en algunos jardines con jardineros paraguayos. La herramienta principal de estos jardineros es el machete. Tienen máquinas de cortar pasto, bordeadoras, incluso motoguadañas, y podadoras, y sopladoras. Pero cuando pelan herramientas, al llegar, lo primero que pelan son sus machetes. Los desenfundan y comprueban que estén bien afilados. Los miran de un lado y del otro con movimientos suaves y estudiados que nada tienen que ver con la forma en que suelo verlos en la calle, desparramados y aferrados a sus cajitas de vino. Nunca los usan, pero tienen adoración por sus machetes. Los jardineros paraguayos parecen samurais. Los jardineros paraguayos se preparan para la guerra, quizá para el genocidio. En Ruanda el genocidio se hizo a machetazos, con machetes entregados por la ONU. Casi un millón de muertos. Los jardineros paraguayos no sé si esperan matar o morir, pero los jardines ya son de ellos. A los pileteros, llegado el día D, nos quedará la esperanza de zambullirnos en nuestras piletas y quedarnos ahí flotando y rezar para que los paraguayos no sepan nadar o le teman al agua, como los gatos. Estamos cansados de violencia y de ruido en los jardines. Nos gustaría escuchar a los pájaros. Cavar y sacar lombrices de la tierra. Mordisquear la parte blanca de los tallos del pasto. En la próxima reforma constitucional debería estar ese derecho a disfrutar en jardines ajenos. Estoy seguro de que así se evitarían muchas desgracias.

lunes, 25 de mayo de 2015

Amar con paciencia

Hay libros, poemas, pelis, historias, reflejos en el cielo, gajos en macetas, que me dan la paz necesaria para amarte sin desesperar, sin hacer caprichito, sin querer que entres a medida en mi diseño familiar ni en mi ecosistema. Está bueno.

Final de Me llamo Rojo

Terminé de leer Me llamo Rojo, de Orham Pamuk. Hace rato te puse algunos fragmentos, luego supe que es tan magnífica como para desear copiarla toda: a mano, con tinta china, dejando los ojos en el intento.
Tantos momentos de la emoción más intensa, del amor más gigante por esas voces de personajes misteriosos, lejanos, deslumbrantes, las voces de dibujos, las voces del asesino y del muerto, del color rojo y de la muerte misma.
Me encantó el personaje de Sekure y que ella cierre la novela. El párrafo final es genial, no te lo copio porque todo el capítulo es impresionante y ya no me conformo con pegar retazos aquí.

Estoy tan orgullosa de vos

El tiempo es el gran escultor

Las condiciones del buen amor

Sergio Sinay


El buen amor, el que repara, el que da sentido a las vidas que toca, el que permite florecer a las potencialidades de quienes se aman, el que nos lleva a construcciones cooperativas en el camino de la vida y le da a ésta sentido, requiere ciertas condiciones. Son estas: 1) vivir en primera persona, no postergar las propias necesidades, sensaciones y sentimientos, porque nadie las encarará por mí; 2) respetar al otro como a un tú con sus propias necesidades y características, que no vino a este mundo a amoldarse a mis expectativas; 3) reconocer las diferencias que existen entre las personas, puesto que no hay dos seres humanos similares, y saber distinguir entre las diferencias irreconciliables (de valores, estructurales, de propósitos existenciales) y aquellas que permiten un trabajo cotidiano en común, para hacer de estas últimas el potencial del vínculo; 4) honrar los mutuos misterios (nada más alejado de un secreto o un ocultamiento), es decir, aquellas zonas propias o del otro que hacen a la esencia de cada uno, que no siempre tienen explicación y que no pueden violentarse; 5) aprender a aceptar, que no es sinónimo de tolerar, sino que significa dar por válido aquello del otro que no coincide con mi diseño y no pretender cambiarlo (más vale, para eso, cambiar de otro); 6) entender que el tiempo es el gran escultor (como lo llamaba la gran escritora francesa Marguerite Yourcenar, autora de Memorias de Adriano) y que él dará forma y volumen a la relación, puesto que ésta no viene dada; 7) comprender que el encuentro verdadero y profundo entre dos personas nunca es la consecuencia de una búsqueda premeditada, que no hay fórmula para acelerarlo, ni receta, ni mago que lo pueda provocar, sino que será el resultado de una alquimia generada al calor de la interacción: las personas primero toman contacto y después se encuentran (cuando se encuentran), y 8) la última condición es la responsabilidad, atributo que, cuando está presente y es consciente, permite responder por los propios actos, elecciones, palabras y decisiones sin pretender que sea el otro el gestor de nuestra felicidad o el culpable de nuestra frustración.

Si tomamos en cuenta estas condiciones, veremos que una relación de amor es algo más que un premio al buen comportamiento. Es una construcción plena de sentido y trascendencia, y no se define por sus formas. Que personas con valores endebles, con nula capacidad para registrar y honrar al otro y con prioridades utilitarias y egoístas tengan parejas y formen familias no tiene que ver necesariamente con el amor. Si quienes las envidian pudieran asomarse al árido corazón de esas personas y a la tierra emocionalmente yerma de sus parejas y de las familias que a menudo edifican, seguramente no querrían estar allí. Los simulacros de amor no son gratuitos, aunque lo parezca, y sus costos espirituales y afectivos se presentan bajo la forma de insatisfacción vital, de angustia perenne, de ansiedades sin destino, de vacío existencial. Que las formas suelan ocultar estos costos no significan que los mismos no se paguen.

Carnage

IMPRESIONANTE!!!!! Ya eran las 12 y pico de la noche pero estaba en I-sat y los títulos decían que era de Polanski así que la empecé. Magnífica. Cuatro personas, dos matrimonios, en un living (entrada, baño, pasillo) durante toda la peli intentando ser "civilizadamente correctos" pero sacando lo peor de cada uno mientras intentan que sus hijos se reconcilien, o se disculpen o lo que sea luego de que uno le pegara al otro. Geniales los cambios de tono de cada personajes, las miserias, el modo de falsear, de fingir, de somerterse y luego lanzarse con toda la verdad o lo que saliera tras el vómito, el whisky, los desafíos por parejas, por género, por hijo, haciendo todas las combinaciones posibles. Insoportable el marido que habla todo el tiempo por celu y el otro que desprecia lo más profundo de su mujer. Las dos mujeres me parecieron, ambas, más rescatables, je.

Dice la wiki: Carnage (en España, Un dios salvaje; en Hispanoamérica, ¿Sabes quién viene?) es una comedia negra, una coproducción Francia-Alemania-Polonia-España escrita y dirigida por Roman Polanski, basada en la exitosa obra Le dieu du carnage (conocida en español como Un dios salvaje), de la dramaturga francesa Yasmina Reza.


El Harvey real

Harvey Milk

Harvey Bernard Milk
Harvey Milk in 1978 at Mayor Moscone's Desk crop.jpg
Harvey Milk en 1978.

Miembro de la Junta de Supervisores de San Francisco por el Distrito 5
8 de enero-27 de noviembre de 1978
Predecesor Distrito creado
Sucesor Harry Britt

Datos personales
Nacimiento 22 de mayo de 1930
Bandera de los Estados Unidos Nueva York, Estados Unidos
Fallecimiento 27 de noviembre de 1978 (48 años) Asesinado en
San Francisco, California
Partido Demócrata
Profesión Político, microempresario
Ocupación Político, oficial y activista por los derechos humanos
Alma máter Universidad de Albany
Religión Judío
Residencia San Francisco, California
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Harvey Bernard Milk (Nueva York, 22 de mayo de 1930 - San Francisco (California), 27 de noviembre de 1978) fue un político y activista estadounidense, que se convirtió en el primer hombre abiertamente homosexual en ser elegido para un cargo público en los Estados Unidos, como miembro de la Junta de Supervisores de San Francisco en 1977.
Milk nació y creció en Nueva York, donde aceptó su homosexualidad siendo adolescente; sin embargo, mantuvo su orientación sexual en secreto hasta convertirse en adulto. Su experiencia en la contracultura de la década de 1960 le permitió abandonar muchos de sus puntos de vista conservadores sobre la libertad individual y la expresión de la sexualidad.
Aunque era muy inquieto —trabajaba en diferentes profesiones y cambiaba de casa con frecuencia—, en 1972 decidió trasladarse definitivamente a San Francisco. Se asentó en el distrito de Castro, un vecindario que entonces experimentaba un importante flujo migratorio de homosexuales, y abrió la tienda Castro Camera, que se convertiría más adelante en la sede central de sus campañas y punto de reunión de sus colaboradores.
Milk se sintió llamado a presentarse como candidato a supervisor de la ciudad de San Francisco en 1973, aunque encontró cierta resistencia en el orden político gay establecido hasta entonces. Su campaña fue comparada con el teatro: era descarado, directo, animado y extravagante, ganando la atención de los medios de comunicación y obteniendo una apreciable cantidad de votos, aunque no los suficientes para ser elegido. Hizo campaña de nuevo en las dos elecciones siguientes, apodándose a sí mismo como el «alcalde de la calle Castro». Los votantes fueron suficientes para permitirle presentarse también a la Asamblea Estatal de California. Aprovechándose de su creciente popularidad, dirigió el movimiento político gay en feroces batallas contra las iniciativas antihomosexuales.
Milk fue elegido supervisor en 1977, después de que San Francisco reorganizara su procedimiento electoral para elegir representantes por barrios en vez de realizar una única votación a nivel de la ciudad. Estuvo once meses en el puesto de supervisor municipal y fue responsable de la aprobación de una estricta ordenanza sobre los derechos de los gays en San Francisco.
El 27 de noviembre de 1978, Milk y el alcalde George Moscone fueron asesinados por Dan White, otro supervisor de la ciudad que había dimitido recientemente y quería recuperar su cargo. Tanto la elección de Milk como los sucesos que siguieron a su asesinato pusieron de manifiesto la liberalización de las actitudes ciudadanas en San Francisco y los conflictos políticos existentes entre el gobierno de la ciudad y una fuerza policial conservadora.
Milk se ha convertido en un icono y en «un mártir por los derechos de los gays», de acuerdo al profesor Peter Novak de la Universidad de San Francisco.1 Mientras que las clases políticas dirigentes de la ciudad insistían en que los gays debían colaborar con los políticos liberales y contenerse en la lucha por sus objetivos, él los animaba abiertamente a emplear su creciente poder en la ciudad y a apoyarse entre sí. En 2002 se le consideró «el funcionario abiertamente LGBT más famoso e influyente jamás electo en los Estados Unidos».2 El escritor John Cloud señaló así su influencia: «Tras desafiar la clase gobernante de San Francisco en 1977 para convertirse en un miembro del panel de supervisores, muchas personas —heterosexuales y homosexuales— tuvieron que ajustarse a una nueva realidad que él encarnaba: que los gays podían llevar una vida honesta y de éxito».3

Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...