Sharon Olds: "Ante el miedo lo único que puedo hacer es escribir"
La poeta estadounidense, Premio Pulitzer en 2013, visita León para recoger uno de los galardones literarios más curiosos del panorama nacional, el Premio Leteo
RAFAEL SARAVIA | 23/12/2015
Sharon Olds. Foto: Mario Sahagún
Este Club de escritores y amantes de la literatura lleva tres lustros llevando a su ciudad escritores de talla internacional. Un premio sin dotación económica, pero con el aliciente de ser entregado por escritores jóvenes que valoran la obra de sus referentes literarios. Por los barrios de León han paseado figuras de la talla de Belén Gopegui, Fernando Arrabal, Michel Houellebecq, Amelie Nothomb,Martin Amis, Adonis, Paul Auster, Enrique Vila-Matas, Ledo Ivo, Juan Gelman,John Banville... y todos han regresado escribiendo sobre el aura especial que se respira en esta ciudad literaria.
Las dificultades del Club Leteo por mantener este nivel son enormes, falta implicación institucional y empresarial para sustentar los mínimos gastos que requieren unas jornadas de este calado. Apenas cuatro instituciones -Revista Leer, Fundación Cerezales, Fundación Monteleón y Clínica San Francisco- sostienen este milagro; pero siguen con la esperanza de poder asentar unas jornadas que congregan a todo el noroeste español entorno a la literatura de primer orden desde hace 15 años. Prueba de ello, lo refleja este encuentro con la poeta Sharon Olds en el Parador de San Marcos.
Pregunta.- ¿En todos estos años qué le ha aportado la cultura escrita u oral? ¿Qué tiene de beneficioso la lectura para quienes aún no se han iniciado en ella, dadas las múltiples distracciones de los medios tecnológicos y audiovisuales de las industrias del ocio masivo?
Respuesta.- Es una gran pregunta. Lo primero que me viene a la mente, es que los jóvenes -y disculpadme por lo que voy a decir-, cuando están en la cama, no están tuiteándose. Hablan entre ellos, no están mandándose mensajes por teléfono. En este sentido lo que yo hago es antiguo, pero no pasado de moda ni anticuado. Suelo hacer un ejercicio cuando doy clase a mis estudiantes de 22 a 25 años. Les digo que traigan 12 copias de su poema a clase y que no las repartan. Lo primero es leer el poema y que los demás lo escuchen con los ojos cerrados, que sea ese el primer encuentro con el poema. Yo no puedo, porque a veces necesito leer los labios, al haber perdido algo de oído. Así pues, quiero que los reciban de oído, tal y como el primer contacto verbal de un ser humano con otro fue a través del oído. ¿Cuánto tiempo antes de la escritura? Serían diez mil años…o los que sean. De manera que para mí el escuchar algo antes de leerlo -y ese es el caso de la poesía- tiene mucho sentido.
P.- ¿Qué relaciones o propuestas siente que hay entre su poesía y una emancipación personal, comunitaria, colectiva?
R.- Para una mujer de mi edad, desde mi punto de vista, empezar a escribir si representó una cierta liberación… incluso las cosas sobre las que escribía. Y para mí, como miembro de una familia estricta, el mero hecho de hablar era liberador; eso en sí mismo era y es una liberación. Apenas había mujeres que escribieran nada liberador, por el simple hecho de que había muy pocas escritoras. Muchos de mis estudiantes tienen ya un libro publicado; si alguno de ellos trata de esto, lo celebro. Si una de mis estudiantes es afroamericana y escribe sobre una liberación de la esclavitud, conecto con eso. De manera queespero que mis poemas sean útiles para alguien también en este sentido, aunque para mí lo primordial sea la diversión de escribir. Desde luego imagino, o eso espero, que una artista se considere miembro de la sociedad, o de una comunidad en particular. ¿Cuántas comunidades puede haber en una ciudad como Nueva York? En realidad mil. Así que si algo mío es útil para alguien de cualquier comunidad, me quedo satisfecha. Por mi parte soy afortunada: tengo trabajo y tuve el privilegio de recibir una educación extraordinaria. La verdad es que poco de todo eso cuajó, porque no me acuerdo bien de muchas cosas que estudié, pero fui a una buena escuela secundaria, a un internado, a la universidad… y estuvo bien para mí. De modo que, como miembro de diferentes comunidades, se me dio mucho, y eso pertenece a todos, lo que se me dio fue para que yo lo difundiera, creo. Por supuesto, si piensas todo esto cuando escribes, escribirás un poema malo. Pero creo que es algo que en el fondo está presente.
P.- ¿Qué ha leído recientemente que aporte valor a la constelación de lectores frente al pensamiento único?
R.- Lo primero, decir que llevo diez años sin leer los periódicos. Yo cumplí 20 años en 1962, en California, en una universidad en cuyas colinas había una nueva escritura, un nuevo pensamiento, nuevos psicotrópicos, ¿cómo llamarlos? ¿Alucinógenos? Que apenas probé -quizá una vez-. Y sigo ahí, de alguna manera. En 1960 nacía un nuevo pensamiento liberador.
P.- Aunque su vida sea independiente de ese pensamiento único, creo que es consciente de que EEUU o Europa están invadiendo países por motivos exclusivamente económicos, que las publicaciones de los libros más vendidos acaban hablando de una autoayuda que va ligada también a “vas a ser más feliz si compras esto”...
R.- Los capitalistas están dispuestos a invertir en lo que sea, en busca de beneficios, incluso a costa de la muerte del planeta tierra -una broma terrible, lo sé-. Últimamente siento mucha ira. No soy una persona que haya vivido desde la ira y eso que he vivido ya unas seis décadas. El tema de la tierra simplemente no era parte de mi vida. Y hace un año me di cuenta de que estaba muy enfadada… te haces consciente cuando empiezas a temblar. Al menos a mí me pasa eso. Le pasa a mucha gente, que también está sintiendo mucha ira. Creo que me funciona expresar las cosas tal y como me vienen a la mente, aunque no diga la respuesta correcta. Pues bien, leo libros para distraerme de las verdades de nuestro tiempo, que siento como un final de los tiempos. Y no es algo que todos mis amigos compartan. Así que leo novela negra con misterios, asesinatos, detectives… Siento esperanza cuando doy clase, cuando leo los poemas de mis alumnos y veo que se han sentido atraídos a nuestro programa de escritura por una serie de razones. En primer lugar, no es un programa muy competitivo. En segundo lugar, tenemos muchos programas de extensión: nuestros estudiantes a su vez dan clases en hospitales con enfermos de parálisis, en unidades de niños con cáncer, en prisiones y, en los últimos seis años, un taller de escritura para los veteranos de las guerras en Irak y en Afganistán.
P.- La entiendo porque a veces a un escritor se le exige ser héroe, y no tenemos por qué serlo. Entonces el cansancio, ante la barbarie, es comprensible.
R.- Yo no soy ninguna heroína; al contrario soy una persona que experimenta miedo. Y lo único que puedo hacer es escribir. Pero cuando era joven iba a las manifestaciones contra todas las guerras de ataques imperialistas… cuando tenía catorce años pasaba un día por delante de Woolworths, una pequeña cadena de tiendas, y me encontré con una manifestación contra la segregación en el Sur. Estaban en círculo, y yo les pregunté que quién tenía derecho a estar allí; me dijeron que cualquiera que quisiera formar parte del círculo estaba ya allí, con ellos, y así lo hice. Di un paso adelante y me uní al círculo [voz emocionada]. Y de la misma manera comencé a escribir poemas. No fue una decisión. Necesitaba escribir.
P.- Rechazó una invitación de Laura Bush a la Casa Blanca pero ha aceptado un premio sin dotación económica en una ciudad de provincias... ¿Qué opina cuando un grupo de jóvenes poetas, le plantearon entregarle un premio por lo que suponía para ellos su escritura?
R.- Lo que sentí fue una gran sorpresa y gratitud. Creo que la mayoría de los poetas, la mayoría de mis alumnos, sufren por la falta de confianza en sí mismos. Son muy buenos, pero les falta el don de creer en ellos mismos -y creo que la mayoría de los poetas son así. Parece algo natural entre los seres humanos: tener demasiada confianza en uno mismo o demasiado poca. Y esto me anima. Parece decirme: si, haz lo que haces y confía en ello. Es un honor venir aquí, cruzar al otro lado de avenidas y fronteras, de lenguas…
P- ¿De qué autoras se siente deudora y en qué medida le ayudaron a configurar su propia voz poética?
R.- Me siento deudora de todas las mujeres que han vivido, muchas de las cuales no han tenido la libertad de elegir lo que querían hacer con sus vidas. Me acuerdo mucho de ellas, últimamente casi todos los días. Me impresionó la parada en la Villa del Libro, en Urueña, adonde nos llevó Pepo Paz, mi editor en Bartleby. Y me acordé de las mujeres que habían vivido allí durante muchos siglos… de cómo habrían sido sus vidas, a diferencia de las de los hombres. En cuanto a las escritoras, pienso en ellas como en todas las personas que han tenido que enfrentarse a límites en cuanto a sus deseos. Siempre las he leído, como a los escritores, como a todos aquellos que escribían buscando la belleza y la verdad. Y también, por supuesto, como a mujeres escribiendo sobre esos límites. Pero más en el primer sentido.
P.- ¿Qué relación establecería entre creación artística y conciencia ciudadana?
R.- Creo que el artista tiene que imaginar belleza y al otro, en su interior,así que como mujer blanca y norteamericana, pienso en nativos americanos, en afroamericanos… ¿qué supone esto, desde el interior?
P.- Antonio Gamoneda dice en un verso, “La belleza es un lugar donde no van a parar los cobardes”.
R.- Me gusta ese verso. Tengo ganas de leer su poesía. Y creo que entiendo lo que dice. Y como dije, he experimentado mucho miedo en mi vida adulta sin un motivo concreto. He vivido una vida segura y privilegiada. Será más bien por mi carácter, soy miedosa y busco la belleza. El verso de Gamoneda me hace pensar: ¿Y si no soy una cobarde? Qué curioso, un pensamiento nuevo para mí. ¿Y si ser cobarde y ser miedosa son cosas distintas? Pero déjame que te diga, que desde luego hay razones para que cualquier mujer tenga miedo…
P.- ¿Qué le gustaría que sobreviviese de su obra para las próximas generaciones? ¿Qué valores afloran desde la poesía que escribe?
R.- Quiero que se recuerde que cambié la estructura y la rima de los himnos con los que me eduqué. Así mi poesía no tiene rima, ni una estructura rígida… al principio, cuando empecé a escribir con treinta años, no sabía lo que hacía: escribía pequeños himnos a mis hijos, al que era mi esposo, a la sexualidad en sí misma… Eran himnos antirreligiosos (contra la religión organizada), contra el infierno y contra el sexismo. Así fueron mis primeros poemas. Pero no carecían de forma, por mucho que me rebelara contra aquel ritmo y aquella rima. Eso sí, mi poesía tiene métrica: cuatro acentos por verso, que de vez en cuando altero. Es el ritmo anglosajón de cuatro golpes fuertes. Me encantaba bailar y salirme de vez en cuando del ritmo, así que en cuanto puedo me salgo de este mismo ritmo, para poder decir no.
P.- ¿Vuelve a sus textos pasado un tiempo? ¿Cree en el trabajo de reescritura?
R.- Antes volvía locos a mis editores, les obligaba a introducir muchos cambios en cada reimpresión de un libro. Por ejemplo, revisé The Gold Cell durante veinte años. Pero ahora es diferente. He cambiado: sólo me doy permiso para modificar mi último libro.
P.- Por último, ¿en qué está ahora? ¿desde dónde lo escribe, con qué sensibilidad y propuesta hacia posibles lectores?
R.- Estoy en el aquí y el ahora. Esta mañana me senté a escribir en el sofá y luego me asomé a la ventana de este torreón maravilloso del Hostal de San Marcos… vi a un chico paseando, los árboles y el río. Y me pregunté por qué lo hacía. Qué estaba escribiendo, por qué lo hacía. Y me di cuenta de que mi alma quería ponerse en sintonía con mi cuerpo, para estar aquí, preparada para recibir este honor, preparada para este día, con los poetas del Leteo.
Tomado de http://www.elcultural.com/noticias/letras/Sharon-Olds-Ante-el-miedo-lo-unico-que-puedo-hacer-es-escribir/8739
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