miércoles, 31 de julio de 2013

Canción de hielo y fuego III

Primeros 2 capítulos de la tercera temporada de la serie. En casa de Ariel y Yani, una corrida a merendar y despuntar el vicio. Me gustó más el segundo capítulo que el primero. Se me hace un lío en la cabeza con lo que leo y las temporadas que he visto y revisto en desorden. Esto más la convención del sábado pasado hizo que retomara Festín de cuervos que había plantado desde el verano. El resultado es maravilloso: Vivo en los Siete reinos (casi no me di cuenta de que se me terminaron las vacaciones) y más allá del Mar Angosto. No aspiro al trono de hierro aunque quizás ¿al de Piedramar?

La suerte en tus manos

Sep, ta buena. La tana, digo, Valeria Bertuccelli, se come la película, que por ella la elegimos. La Aleandro también está bien y el galán zafa junto a Brandoni.
Pero no hay mucho más que decir. Como mi reacción lenta sigue siendo lenta, entendí lo de "afortunado en el juego, desafortunado en el amor" dos días después de verla.

Hola conchuda

Hola.

viernes, 26 de julio de 2013

El lector de poesía desesperado, ése es insoportable, créanme

"Joaquín Font, Clínica de Salud Mental El Reposo, camino del desierto de los leones, en las afueras de México DF,benero de 1977. “Hay una literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para cuando estás calmado. Ésta es la mejor literatura, creo yo. También hay una literatura para cuando estás triste. Y hay una literatura para cuando estás alegre. Hay una literatura para cuando estás ávido de conocimiento. Y hay una literatura para cuando estás desesperado. Esta última es la que quisieron hacer Ulises Lima y Belano. Grave error, como se verá a continuación. Tomemos, por ejemplo, un lector medio, un tipo tranquilo, culto, de vida más o menos sana, maduro. Un hombre que compra libros y revistas de literatura. Bien, ahí está. Ese hombre puede leer aquello que se escribe para cuando estás sereno, para cuando estás calmado, pero también puede leer cualquier otra clase de literatura, con ojo crítico, sin complicidades absurdas o lamentables, con desapasionamiento. Eso es lo que yo creo. No quiero ofender a nadie. Ahora tomemos al lector desesperado, aquel a quien presumiblemente va dirigida la literatura de los desesperados. ¿Qué es lo que ven? Primero: se trata de un lector adolescente o de un adulto inmaduro, acobardado, con los nervios a flor de piel. Es el típico pendejo (perdonen la expresión) que se suicidaba después de leer el Werther. Segundo: es un lector limitado. ¿Por qué limitado? Elemental, porque no puede leer más que literatura desesperada o para desesperados, tanto monta, monta tanto, un tipo o un engendro incapaz de leerse de un tirón En busca del tiempo perdido, por ejemplo, o La montaña mágica (en mi modesta opinión un paradigma de la literatura tranquila, serena, completa), o, si a eso vamos, Los miserables o Guerra y paz. Creo que he hablado claro, ¿no? Bien, he hablado claro. Así les hablé a ellos, les dije, les advertí, los puse en guardia contra los peligros a que se enfrentaban. Igual que hablarle a una piedra. Otrosí: los lectores desesperados son como las minas de oro de California. ¡Más temprano que tarde se acaban! ¿Por qué? ¡Resulta evidente! No se puede vivir desesperado toda una vida, el cuerpo termina doblegándose, el dolor termina haciéndose insoportable, la lucidez se escapa en grandes chorros fríos. El lector desesperado (más aún el lector de poesía desesperado, ése es insoportable, créanme) acaba por desentenderse de los libros, acaba ineluctablemente convirtiéndose en desesperado a secas. ¡O se cura! Y entonces, como parte de su proceso de regeneración, vuelve lentamente, como entre algodones, como bajo una lluvia de píldoras tranquilizantes fundidas, vuelve, digo, a una literatura escrita para lectores serenos, reposados, con la mente bien centrada. A eso se le llama (y si nadie le llama así, yo le llamo así) el paso de la adolescencia a la edad adulta. Y con esto no quiero decir que cuando uno se ha convertido en un lector tranquilo ya no lea libros escritos para desesperados. ¡Claro que los lee! Sobre todo si son buenos o pasables o un amigo se los ha recomendado. Pero en el fondo ¡lo aburren! En el fondo esa literatura amargada, llena de armas blancas y de Mesías ahorcados, no consigue penetrarlo hasta el corazón como sí consigue una página serena, una página meditada, una página ¡técnicamente perfecta! Y yo se los dije. Se los advertí. Les señalé la página técnicamente perfecta. Les avisé de los peligros. ¡No agotar un filón! ¡Humildad! ¡Buscar, perderse en tierras desconocidas! ¡Pero con cordada, con migas de pan o guijarros blancos! Sin embargo yo estaba loco, estaba loco por culpa de mis hijas, por culpa de ellos, por culpa de Laura Damián, y no me hicieron caso”.




Roberto Bolaño. Los detectives salvajes.

Poesía Latinoamericana (1965-1980)

REVISTA TRIPLOV
de Artes, Religiões e Ciências


nova série | número 40 | agosto-setembro | 2013









ANTOLOGÍA DE POESÍA LATINOAMERICANA

(1965-1980)

Nota y selección: Mario Meléndez













Antología de la poesía latinoamericana (1965 – 1980). El presente libro reúne algunos de los autores más significativos de la nueva poesía escrita en este continente. Los distintos imaginarios y tesituras que desfilan a través de estas páginas, sus herencias y derivaciones, dan cuenta de una realidad necesaria, amparada en una tradición cuya impronta permanecerá en la memoria colectiva como un testimonio vital. Los 18 poetas incluidos, acusan influencias diversas, que van desde lo clásico, lo neobarroco, lo experimental, lo lúdico, lo anecdótico, teniendo como base un marco teórico y referencial sustentado en las diversas lecturas en las cuales se inserta dicho proceso. Esto se ve reflejado en la apertura hacia otras estéticas, en la convivencia con múltiples fuentes que vienen a complementar su escritura. Son autores que han logrado generar obras significativas, reflejadas en un sentido de búsqueda permanente, en un trabajo con la palabra amparado en el rigor y la síntesis, en una visión abierta al diálogo con otras lenguas que han ampliado su campo de acción, resultando funcionales a la hora de enfrentar la página en blanco. La publicación de este libro permitirá al público italiano interactuar con estas voces, cuyos ecos derivan, a su vez, de otras voces mayores que han nutrido nuestro acervo literario de manera decisiva.



Jorge Fernández Granados (México, 1965)


Jorge Fernández Granados (México, 1965). Ha publicado, entre otros, los libros Resurrección (Aldus, 1995), el cual recibió el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines; El cristal (Era, 2000), Los hábitos de la ceniza (Joaquín Mortiz, 2000), con el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes; y Principio de incertidumbre (Era, 2007), distinguido con el Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer. Si en otro mundo todavía. Antología personal es el título de su libro más reciente, publicado por la editorial Almadía y la Dirección de Publicaciones del Conaculta. Ha publicado también la antología de la obra poética de José Emilio Pacheco La fábula del tiempo (Era / Lom / Trilce / Txalaparta, 2005) y la edición bilingüe de sus poemas Ghosts of the Palace of Blue Tiles (Tameme, California, EUA, 2008), traducidos por John Oliver Simon. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés y chino.




TAO

mi madre era una mujer que llevaba su casa a todas partes
mi padre era un hombre que llevaba sus ruedas a todas partes

mi madre era una mujer que dondequiera que vivía buscaba arraigarse
mi padre era un hombre que dondequiera que vivía buscaba la hora de irse

mi madre era una persona que necesitaba un espacio para hacerlo suyo
mi padre era una persona que necesitaba un espacio para recorrerlo

ella quería saber siempre el nombre del lugar a donde llegaría
él quería saber la hora anticipada en la que emprenderían el viaje

ella hacía todo lo posible porque pasara lo que pasara las cosas volvieran a su sitio
él hacía todo lo posible por remover el lugar fijo de las cosas

ella medía el tiempo en círculos
él medía el tiempo en una línea de fuga

lo que aún es un enigma para mí
es por qué en los últimos años de sus vidas cambiaron de papeles
y cuando tuvieron un jardín
mi madre sembró plantas que dan flores
pero mi padre sembró plantas que dan frutos

(De Principio de incertidumbre)



Manuel Lozano (Argentina, 1965)



Manuel Lozano (Argentina, 1965). Poeta, narrador, crítico literario, ensayista, profesor y licenciado en letras, Master en gestión educativa y Doctor Honoris Causa. Ha cursado estudios de literatura y lingüística en Europa. Es "Master en Historia de la Cultura Argentina. Es autor de quince libros (que van del relato fantástico y cuasi-fantástico al ensayo y la poesía), entre ellos: "Libro de Amenemope" (Bs. As., Torres Agüero Editor, 1987), "La Línea y el Círculo" (Bs. As., Ediciones Corregidor, 1988), "Tratado sobre la Rotación de los Encantos" (Barcelona, Libros de la Isla Iluminada, 1992), "Las Caníbales", "Jam Sessiom", "El Enigma Silvina Ocampo" (en edición), "Bizancio bajo las aguas" (en edición, Ed. Sudamericana, Bs. As.), "Todas las noches me traías gardenias" (autobiografía ficcional de Billie Holiday), entre otros. Por su obra ha obtenido importantes premios y ha sido traducido a varios idiomas.




PLEGARIA

Crucificado en el árbol de la ciencia del bien y del mal,
adormezco el llanto con rumores
que obstinan mi oficio de profanador.
Quítame el reflejo de este aparecido.
Herrumbrosa azucena, no dejes caer
la lúcida sangre del crimen.
En tu cueva de ahogados, él se viste de luto.
¿Cuándo bajaremos?
En el declive encuentras el trébol venenoso,
los postigos raídos de esa puerta
que ya nadie abrirá bajo guirnaldas.
Linajes de fragmentos quemados
colocarían sobre el pedestal de la separación.
El labrador invoca la sombra derritiéndose
en las patas del lobo.
Nunca lo pliegues contra tu áspera carne de Adán.
Fueron largos años de exilio y migraciones.
¿Quién canta entonces prosternado en el jardín?
¿Y quién se trepa a su lápida futura
con el viento feroz entre los médanos?
Déjame la intemperie, la incerteza lujosa
del vuelo de la herida.
Arrópame en ese traje de lastimaduras.
¡Que no vean los gusanos a trasluz del rocío!
Hijo del desierto me llamaban.
Desfigúrame con alacranes de seda.



Maurizio Medo (Perú, 1965)


Maurizio Medo (Perú, 1965) ha publicado: Travesía en la Calle del Silencio, Cábalas, En la Edad de la Memoria, Contemplación a través de los espejos, Caos de Corazones, Trance, Limbo para Sofía, El Hábito Elemental, Manicomio, La trovata, Sparagmos, Transtierros, Dilemas Médicos, Las melíferas, Contra la muerte, fragmentos 2005-2012, Homeless’s Hotel. Además de su trabajo poético, ha publicado: La letra en que nació la pena. Muestra de poesía peruana 1970-2004, en colaboración con Raúl Zurita, Resistir: escribir contra la pobreza, un diálogo con Eduardo Milán, y País Imaginario: escrituras y transtextos. 1960-1979. Su obra poética ha sido reconocida con algunas distinciones como el Premio Nacional de Poesía “Martín Adán”, 1986 y el “Premio de Poesía ‘José María Eguren’, organizado por el Instituto de Cultura Peruana en Nueva York en el año 2005.



CORAZÓN DE TIZA


Inocencia primera
abolida en deseo,
olvido de sí mismo en otro olvido,
ramas entrelazadas,
¿Porqué vivir si desaparecéis un día?
Luis Cernuda



Qué hermosa eres cuando declamas la Odisea,
altiva como una homérica doncella.
Qué hermosa eres cuando olvidas la Odisea
y bajas la mirada avergonzada como si el aula
fuera una esfera de rojo incandescente.

A veces no comprendo qué extraños símbolos
forjan tu lenguaje y, al descifrarlos, veo un atropello
en el tránsito ortográfico.

Pero basta que entrecruces la pierna para que yo
............................ me repita, lascivo y taciturno:

............................................................ son licencias poéticas
............................................................ son licencias poéticas

y te vislumbre bajo un cielo de guirnaldas azules, con
espejos que multiplican tu cuerpo nabokov.

Ya de mañana me rasuro, suplico a nuestro Señor
que no vuelvas a mirarme de ese modo
pues con mis treinta abriles podría ser Abelardo
paseando ante la Madre Superiora y tú,
mi Eloísa.

Tu mami ha descendido desde su spa hasta la escuela.

Pregunta por mi nombre, escrito con sublime frenesí
en una hoja del cuaderno
con tu diestra de nínfula traviesa.
Dice que no debiera brindarte atención
.............. -potranca majadera-,
que, por mí, tu corazón de tiza acelera el tictac
de sus latidos,
que soy el espasmo antes del vómito anoréxico.

Tu madre insiste: te hallaron desnuda sobre el lecho
excitadísima en un juego prohibido.
Habías pintado en la pared un cubil
donde mi nombre montaba el tuyo,
nervioso y confundido.
Ahí dibujaste mi rostro como un juguete
que reclamas para ti, entre tantos, ajenos.

No lo dudé.
Como un jamelgo enjaezado troté por los pasillos y,
al ver a la Madre Justina, humilde confesé:

Renuncio.

Soy el sueño semanal que perturba
la imaginación de su estudiante.




Malú Urriola (Chile, 1967)


Malú Urriola (Chile, 1967). Ha publicado: Piedras Rodantes, 1988; Dame tu sucio amor, 1994, Hija de perra, 1998, Nada, 2003 y Bracea, 2007. En el 2002 realiza el proyecto poético de intervención urbana Poesía es +: Lectura de poesía desde globos aerostáticos en diferentes partes de Santiago y en la ciudad costera de San Antonio de Chile. Premio Mejores Obras Editadas 2004, Consejo Nacional del Libro, por el libro Nada. Premio Pablo Neruda, que otorga la Fundación Pablo Neruda, por su trayectoria poética, 2006. Beca John Simon Guggenheim Memorial Foundation, Creative Arts Poetry 2009.



GATOS

IV

Hey, malú, asume la vida de gato
que te toca saltar de techo en techo
porque ni siquiera un poco de sol
los hará volver
porque no nacimos para dar
pero tampoco para recibir
hay que asumir el costo
te estás chalando
nada te llena
y el hastío te agarra de espaldas
por eso le seguimos el juego
a los imbéciles
y corremos en esta carrera de equinos
de mala sangre
cuando el poeta canta su bar cecil
y Dios le guiña un ojo
y por el otro le cae un goterón de tinto
de aburrido tinto.
Hey, malú, nace una estrella
nadie quiere el nobel
pero se mueren de sólo pensarlo
los poetas se odian
toman juntos pero se odian
a quién le importa
que se maten
que se tengan pica hasta la muerte
total, de todas maneras
no tenemos quien nos abrace
porque los gatos se retiran de noche
quién sabe dónde.
Hay que asumir, pendeja
que estás sola
que te bailas un rock
para quitarte las ganas –tú sabes de qué–
porque de tanto perraje patriarcal trompeteado
estás hasta la tusa
y ellos siguen tirándose a partir
prejuiciados
amablemente discrepantes
hey, malú una raja, qué te importa
si ni siquiera encuentras algo que te importe
por eso callas y luego ríes
porque nadie te llena el hoyo,
ni el vino
ni los machitos
ni mirar sus traseros sin forma
no te queda más que caminar borracha
y llegar borracha a tu home
piedrita mendiga.

(De Piedras rodantes)




Damaris Calderón (Cuba, 1967)


Damaris Calderón (Cuba, 1967). Poeta, narradora, pintora y ensayista. Graduada de Letras por la Universidad de La Habana. Magíster en Lenguas y Culturas clásicas por la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE), Santiago de Chile. Ha publicado, entre otros, los poemarios: “Con el terror del equilibrista”, “Duras aguas del trópico”, “Se adivina un país” “Guijarros”, “El Túnel”, “Duro de roer”, “Babosas: dejando mi propio rastro”, “Sílabas. Ecce Homo”, “Los amores del mal”, “El Arte de aprender a despedirse” y “La extranjera”. Es compiladora de la antología de poesía cubana “Cercados por las aguas”. Ha participado en bienales de poesía en Irak, París, Rotterdam, Montevideo, Chile y Cuba, entre otras. Poemas suyos aparecen incluidos en diversas antologías sobre poesía cubana y latinoamericana actual. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, holandés, portugués, francés y servo-croata.



EL MUERTO ILUSTRE


Por el barranco
en el que me precipité,
nadie contempla mi belleza:
las deformaciones craneanas
que me hicieron mis padres desde la cuna
(con amor).
Almohadillas
y tablillas
en el hueso frontal y occipital
me distinguieron de mi tribu.
El amarillo y el rojo
simbolizaban mi nobleza
(y no alcancé a cruzar la Cordillera).
Cráneo que burló a Lombroso
siglos después,
regresaré por mi carjac y por mi flecha,
regresaré a venerar al Sol
desde las altas cumbres,
y al cóndor, de pigmentos rojos.
Astuto,
me las arreglaré para terminar lo inacabado.
(Las deformaciones craneanas no disminuyen
la inteligencia del difunto).

(De Parloteo de Sombra)




Jaime Huenún (Chile, 1967)


Jaime Huenún (Chile, 1967). Estudió Pedagogía en Castellano en el Instituto Profesional de Osorno y en la Universidad de la Frontera en Temuco. Entre sus libros destacan: "Ceremonias", "Puerto Trakl" y "Reducciones" (inédito). Fragmentos de su poesía se han publicado en revistas y antologías nacionales y extranjeras. El 2003 obtuvo el premio Pablo Neruda de poesía otorgado por la Fundación homónima. A fines del mismo año, compila y antologa el libro Epu Mari Ulkantufe ta FAchantü/ 20 poetas mapuche contemporáneos (Lom ediciones). El año 2005 obtiene la prestigiosa Beca Guggenheim otorgada por la Fundación Simon Guggenheim de Nueva York. Parte de sus textos poéticos han sido traducidos al inglés, italiano, catalán, portugués y croata, y han sido publicados en antologías de poesía chilena y latinoamericana.




EN LA CASA DE ZULEMA HUAIQUIPÁN

Junto al río de estos cielos
verdinegro hacia la costa,
levantamos la casa de Zulema Huaiquipán.
Hace ya tantas muertes los cimientos,
hace ya tantos hijos para el polvo
colorado del camino.
Frente al llano y el lomaje del oeste,
levantamos la mirada de mañío
de Zulema Huaiquipán.
Embrujados en sus ojos ya sin luz
construimos las paredes de su sueño.
Cada tabla de pellín huele a la niebla
que levantan los campos de la noche.
Cada umbral que mira al río y los lancheros
guarda el vuelo de peces y de pájaros.
Bajo el ojo de agua en el declive
donde duermen animales de otro mundo
terminamos las ventanas.
Y en la arena hemos hincado nuestras sombras
como estacas que sostienen la techumbre
de la casa de Zulema Huaiquipán.

(De Reducciones)




Francisco Véjar (Chile, 1967)


Francisco Véjar (Chile, 1967). Poeta, antologador, crítico literario. Ha publicado Fluvial (1988), Música para un álbum personal (1992), Continuidad del viaje (1994), A vuelo de poeta (1996), Canciones imposibles (1998), País insomnio (2000), El emboscado (2003) y La fiesta y la ceniza (2008). También ha sido seleccionado en diversas antologías, tanto en Chile como en el extranjero. Sus poemas han sido traducidos al inglés, italiano, catalán, portugués y croata. En la actualidad es columnista del diario El Mercurio y colabora con la revista Clarín de España. Fue publicado en la revista italiana ‘Poesia’, dirigida por Nicola Crocetti y traducido por Cristina Sparagana. En el 2009 publicó el libro de crónicas Los inesperados que da cuenta de algunos de los escritores y artistas chilenos más destacados de la segunda mitad del siglo XX.




CITA EN EL PACÍFICO SUR / 1999


Es bello flotar, así flotan los extraños objetos
que amanecen en las playas y que nadie reconoce.
¿Vienen de algún naufragio? Y qué importa, todos
venimos de algún naufragio aunque no lo sepamos.
Rosamel del Valle



El mar es nuestro refugio
En días de navegación por el Pacífico Sur
Ese curioso resplandor
Ha sido la única piedra filosofal
Que hemos llegado a poseer
Anoche la vaguada costera viajó con nosotros
Y todo parecía detenerse en ese instante
Tan claro como la luz de la luna
Plateando arena, mar y muelles
Una extraña ave vino a morir a nuestros pies
Mas sobrevivimos burlándonos de nosotros mismos
Y viendo pájaros acuáticos donde sólo había silencio
O poniendo libros sobre mesas de restaurantes marítimos
En comunión con los demás
O con las discriminaciones silvestres a que incita el cielo
La brisa del mar insiste en desordenar el texto
Y repentinamente estas palabras
Relatan – es su derecho –
Lo que ellas son entre nosotros




Mario Bojórquez (México, 1968)


Mario Bojórquez, (México, 1968). Es autor de libros de poesía, ensayo y traducción, y su obra ha obtenido diversos reconocimientos, como el Premio Estatal de Literatura de Baja California (1991), el Premio Nacional de Poesía Clemencia Isaura (1995), el Premio Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa (1996), el Premio de Poesía Abigael Bohórquez (1996), el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (2007), y el Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas (2010). Recientemente recibió el Premio Alhambra de Poesía Americana (2012), otorgado por el Patronato de la Alhambra y Generalife y el Festival Internacional de Poesía de Granada, España y la Distinción Príncipe Tecayehuatzin de Huexotzinco. Entre sus libros de poesía destacan: Pájaros sueltos, Contradanza de pie y de barro, El diván de Mouraria, El deseo postergado y El rayo y la memoria. Es uno de los poetas más importantes de su generación.



CASIDA DE LA ANGUSTIA

I

Un ácido durazno
una escaldada lengua de durazno
un picante y ardiente y amargo y picante durazno
en la escaldada lengua, oh tristes,
eso es la angustia.

¡Ah! sonrisa estudiada, aligerada, ensayada en el espejo
de lo que no digo.
¡Ah! estúpida respiración despepitada, oprimida, deletreada
veneno inocuo
ulceración.

Qué frágil corazón para el que sufre angustia
qué lenta máquina, qué desastrada
y lenta máquina es el corazón.



II

No conoció la fiebre
mi lengua no conoció la fiebre
no se alzó enardecida para un canto febril
sólo un cantar alegre
oh tristes
sólo un cantar alegre
cantaba mi lengua en su canción.



III

Este veneno ya estaba en mí
en mi sangre
antes de mí, mi sangre ardió,
antes de mí, mi sangre envenenaba a otros,
mi padre y su padre y sus abuelos, todos heridos
hasta el principio primordial.
Todos ardían como yo
todos arden conmigo.



IV

Pero el veneno escalda la lengua más feliz
¡oh, tristes!

Hablo de mí, sólo de mí.

(De El diván de Mouraria)




Victoria Guerrero Peirano (Perú, 1971)


Victoria Guerrero Peirano (Perú, 1971) es poeta e investigadora, doctora en Literatura por la Universidad de Boston. Ha publicado la trilogía conformada por “El mar ese oscuro porvenir” (2002), “Ya nadie incendia el mundo” (2005) y más recientemente “Berlin” (2011). Está por aparecer su poemario “Cuadernos de Quimioterapia (contra la poesía)”. Sus poemas han aparecido en diversas antologías nacionales e internacionales, y ha sido invitada a festivales en Berlín, Boston, Buenos Aires, Chiclayo, Lima, Londres, Monterrey, Santiago y Quito. Actualmente vive en Lima, cuida de su gato y ejerce la docencia en la Universidad Católica.



EL CICLISTA


para el que sueña
para los ciclistas de corazón



Para el que cierra los ojos a través de la mañana
Solo un sueño una magnífica luz
ha sido dispuesta para él el soñador el juntaalmas
Aquel que se sumerge en la locura bienhechora y se eleva pedaleando
en su hermosa bicicleta
roja

Yo soy una ciclista mediocre
–he de reconocerlo–
Me angustia pensar en la soledad de los transeúntes
En el oblicuo resplandor de la mañana
Y en los miles de automóviles que apenas rozan el pavimento

Ah mi vieja bicicleta roja
comprada un domingo en la Feria del Mauer Park
Hace más de quince años podría haber pedaleado
por uno u otro lado del Muro
y mi sueño se soñaría distinto

Para mi guía berlinés soy un permanente fastidio
Él va siempre delante mío como un Príncipe indiferente
manejando su enorme bicicleta azul
–azul como los ojos de mi abuela–
No puede entender mi extraña ensoñación ni mi angustia
Ha adquirido la confianza del que lleva kilómetros de pedaleo constante

Hoy que voy montada en bicicleta
Recuerdo el color de sus ojos
Su ingreso en la locura Su permanente exilio

Cierro los ojos como cuando era niña
Suelto el timón Lo dejo a la deriva
Caer a tierra es siempre una posibilidad del ridículo o la Muerte
Quizá cierta locura materna
me humaniza entre tanto cadáver que junté en mi adolescencia

Mi centro: La pequeña Lu se ríe de mí
Sabe que tengo miedo
Y goza y hace fiesta cuando ve la fotografía
“Es una bicicleta para niños”—dice

Y nos reímos juntas
Y berlín ya no es más Berlín ni sus perfectas ciclovías
Ni sus cientos de museos en honor a la Muerte
Hoy es Lima y en Lima no se montan bicicletas tan seguido
porque te las roban o te atropellan en cualquier esquina
Y no existen museos para honrar a los cadáveres
de mis diez, de mis quince, de mis veinte años

Mas este poema lo escribí para el que todavía sueña
Para el que atraviesa las fronteras feliz e indocumentado
Para todo aquel que se rebela contra los asesinos del mundo
Para el ciclista que escribe un poema en cada vuelta de pedal

(De Berlín)









Claudia Masin (Argentina, 1972)






Claudia Masin (Argentina, 1972). Es escritora y psicoanalista. Vive desde 1990 en Buenos Aires. Coordina talleres de escritura. Publicó los libros de poesía: "Bizarría" (1997), "Geología" (2001, reeditado en 2011), "La vista" (2002, reeditado en 2012) "El secreto (antología 1997-2007)" (2007) "Abrigo" (2007), “La plenitud” (2010) y el libro de fotografías y poemas “El verano” (2010). Su libro “La vista” ha obtenido por unanimidad el Premio Casa de América de España en 2002 y ha sido editado por Editorial Visor de Madrid. Textos suyos han sido traducidos al francés, inglés y portugués. Fue codirectora de los sellos editoriales “Abeja Reina” y “Curandera”. Ha creado y coordinado -junto a artistas de diversas disciplinas- ciclos de poesía, música e imagen, como "El pez que habla", "La musik" y "El gallo y la luna”. Sus poemas aparecen en diversas antologías latinoamericanas.



GRAFITO


Una noche de luna llena, en la hamaca del jardín,
están sentadas. La madre canta una canción
que repite y repite, podría decirse hasta el cansancio,
sólo que la hija no se cansa: se encanta, se duerme.
Desde esa noche, para la hija, escribir
será escribir la pérdida de ese momento.
La escritura de la canción de la madre demora
el final de la canción misma. Las palabras
existirán para crear esa demora, un instante
suspendido entre la voz y el silencio. Y por eso,
la hija las escribirá con esa facilidad dichosa
con que sólo pueden hacerse
ciertas cosas imposibles.

(De Geología)




Xavier Oquendo Troncoso (Ecuador, 1972)



Xavier Oquendo Troncoso (Ecuador, 1972). Periodista y Doctor en Letras y Literatura. Ha publicado: Guionizando poematográficamente (1993); Detrás de la vereda de los autos (1994); Calendariamente poesía (1995); El (An)verso de las esquinas (1996); Después de la caza (1998); La Conquista del Agua (2001); Salvados del naufragio (poesía, 1990-2005, 2005), Esto fuimos en la felicidad (2009) , Solos (2011) y Alforja de caza (México, 2012), además de varias antologías de poesía ecuatoriana y libros de narrativa. Organizador del Encuentro internacional “Poesía en paralelo cero”. Ha merecido diversos premios nacionales como el “Pablo Palacio” en cuento y el Premio Nacional de poesía, en 1993. Integra antologías españolas, norteamericanas e hispanoamericanas. El Municipio de Ambato, en 1999, le concede la condecoración Juan León Mera por toda su obra literaria y de difusión. Parte de su poesía ha sido traducida al italiano, francés, inglés y portugués.




SOLOS


Todas las voces



)1(

Así, como la costra de la almendra
que encierra el fruto en su corteza firme,
viven los solos,
separados de su historia,
de su tiempo, de sus aguas.



)2(

Cerca de la avenida repleta de silencios
viven todas las familias de los solos.
Unas son ciegas. Otras han perdido
el olfato y amaestran un perro
que les sirve de lazarillo.
Las más perdieron la memoria
y están sentadas a la derecha
de su soledad.
Muchas machacaron sus oídos
para no escuchar el motor
de sus recuerdos.
Pocas no disponen
del sentido del gusto,
pero tienen hambre,
y apenas todas tienen miedo
de enfrentarse a su miedo.



)3(

Los solos comen la tristeza
y ahuyentan a la gente
con el olor de su potaje.
Están siempre esperando
que los acompañe
esa mísera persona
que los habita,
mientras el tren pasa.



)4(

Los solos: esas velas que se apagan
y dejan el vacío del humo
en la atmósfera repleta.



)5(

Los solos se miran las pupilas
desde adentro, donde hay un laberinto
que termina en sí mismos.

(De Solos)




Rocío Cerón (México, 1972)


Rocío Cerón (México, 1972). Poeta cuya obra dialoga con otros lenguajes artísticos en una apuesta de poesía, acción, video y música, creando espacios de transcreación de medios y soportes. Ha publicado Basalto (2002) que recibió el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 2000; Soma (Argentina, 2003); Imperio/Empire (2009, edición interdisciplinaria y bilingüe); Tiento (2010) y El ocre de la tierra (España, 2011). Parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés, finés, sueco y alemán. Acciones poéticas suyas se han presentado en los Institutos Cervantes de Berlín y de Estocolmo, Centro Pompidou, París, Francia; Cabaret Voltaire, Tübingen, Alemania; Museo de Arte Contemporáneo (MAZ), Zapopan, Jalisco; Museo Karen Blixen, Copenhague, Dinamarca, Sala Carlos Chávez, CCU-UNAM y Museo El Eco, ambos en Ciudad de México. Representó a México en el Poetry Parnassus, el mayor festival de poesía realizado en el Reino Unido, en 2012.




HABITACIÓN 413



Que nadie contradiga cuan abierto es el deseo
de estar así, bajo las sábanas de otoño,
mirando destejer del día a las sombras.

Que nadie ose (no mientan, no sean púdicos) decir
que en este lecho de herido no hay gozo,
lascivia, encantamiento.

Que nada irrumpa tan excelso instante, que nada evite
el contacto de la gasa sobre el cuerpo.

Que nadie venga
(¡cómo no odiar a las visitas y sus lánguidos consuelos
y su encendido morbo por la muerte!) a escuchar
la respiración atrofiada, el quejido
—una y otra vez, una y otra vez—
de dolor profundo, oculto.

Que nadie mire este despojo de hombre
—ya flor, ya hierba, ya esqueleto–
agitándose en la arista del recuerdo,
intentando guardar las mieses, el sudor,
la breve valentía de ser presa.

Que nadie roce sus labios, manos,
que nadie toque nada.

No recorran esta habitación, esta ciudad cercada,
huelan sólo la fragancia del espino.



(De Soma)




Federico Díaz Granados (Colombia, 1974)



Federico Díaz Granados (Colombia, 1974). Poeta, ensayista y divulgador cultural. Ha publicado los libros de poesía: Las voces del fuego (1995); La casa del viento (2000) y Hospedaje de paso (2003). Han aparecido tres antologías de su poesía: Álbum de los adioses (2006), La última noche del mundo (2007) y Las horas olvidadas (2010). Preparó las antologías de nueva poesía colombiana Oscuro es el canto de la lluvia (1997) e Inventario a contraluz (Arango Editores, 2001) y realizó para la revista Punto de Partida de la UNAM de México la antología Doce poetas jóvenes de Colombia (1970-1981). Actualmente es director de la Biblioteca de Los Fundadores del Gimnasio Moderno y de su Agenda Cultural. Es parte del comité organizador del Festival Internacional de Poesía de Bogotá y dirige el Premio Nacional de Poesía “Obra inédita” que se convoca desde el año 2005.



NOTICIA DEL HAMBRE


Me habita el hambre. Y todos me lo dicen.
No es el miedo ni la duda
apenas un ritmo intacto que no toca con su sal la orilla.
Es el hambre, quizá un leve testamento
o esta insistencia en destruir la casa
y renovar la piedra en sueño.

Es poco lo que recuerdo de mí a esta hora, el disperso,
el que a la intemperie es un poco de hierba,
una palabra sin traje con olor a otras tierras
y que mira con cara de extranjero todas las prestadas alegrías.

Llega el hambre con su mismo azar y su idéntico augurio.
La lluvia está debajo de la carne
y pocas cosas recuerdan al viejo amor
que ya no cuenta.

Es el hambre. Y todos me lo dicen.
No es el leve testamento ni la tristeza de las noches.
No es la poesía
ni la música que traduce el tiempo.

Un poco de hambre
y el cansancio de llenar la estantería de ausencias.



(De Hospedaje de paso)




Julio Espinosa Guerra (Chile, 1974)



Julio Espinosa Guerra (Chile, 1974). Ha obtenido los premios de poesía “Villa de Leganés” (España, 2004), “Sor Juana Inés de la Cruz” (Costa Rica/México, 2007), “Isabel de Portugal” (España, 2010) y Fundación Pablo Neruda a la trayectoria (Chile, 2011). Entre otros libros de poesía, destacan “Las metamorfosis de un animal sin paraíso” (España, 2004), “NN” (España, 2007) y “sintaxis asfalto” (España, 2010). Ha sido antólogo de los libros “La poesía del siglo XX en Chile” (Visor, España, 2005) y “Palabras sobre palabras. 13 poetas jóvenes de España” (Santiago Inédito, Chile, 2010). Dirige la revista de poesía “Heterogénea” y la Escuela de Escritores de Zaragoza. Reside en España desde 2001.




V



Ser como el grillo

y su canto



Permanecer oculto

en las esquinas

de la casa



y decir tanto

con tan poco.



VII



Poder tejer

no la araña

sino la red invisible

de los movimientos de su tela



Atrapar

no las moscas y hormigas

en esta imagen

sino su gesto

que se pega al aire

antes de desaparecer.



XI



Como el caracol

dejo esta huella sobre la página

y presumo de su fosforescencia

aunque no soy capaz de decir

ni la mitad de los minerales

que mis ojos

estrujan de la luz:



en la ruta del signo que arrastro a mis espaldas

me ciego a mí mismo.



(De NN)




Álvaro Solís (México, 1974)


Álvaro Solís (México, 1974). Fue becario de la primera generación de la Fundación para las letras mexicanas y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Autor de Cantalao (Premio Clemencia Isaura de poesía), Los días y sus designios (Premio nacional de poesía joven Gutiérre de Cetina), Ríos de la noche oscura (Premio Nacional de poesía amado Nervo). Es profesor titular de la materia de Poesía Iberoamericana en la Universidad Iberoamericana, campus Puebla, ciudad donde actualmente reside. En el 2013 obtiene en España el Premio Alhambra de Poesía Americana. Forma parte del consejo editorial de www.circulodepoesia.com



EL AGUA Y LOS SUEÑOS



"… Luego todas esas aguas calmas son de leche

y todo lo que se derrama en las blandas soledades de la mañana."

Saint-John Perse



Siempre quiso ser un pez.
Caían rayos y nadaba sin parar, se negaba al cansancio,
buscaba el rostro de mi abuela en las aguas del río que le vio nacer,
nadaba por horas y extrañas aletas se le emparejaban,
lo miraban como si fuera un pez
y mi padre dormía bajo el río, pero despertaba antes de ahogarse,
soñaba que un inmenso cuerpo de agua lo tomaba por el cuello,
lo sacudía una y otra vez,
entonces despertaba y seguía nadando contra la corriente,
siempre contra el río a quien nunca pudo vencer.

Mi padre, solo por el mundo de las idolatrías,
esperaba la vuelta de mi abuelo que se embarcaba en el Carmen
y se dormía al esperar,
soñaba que un inmenso cuerpo de agua,
que lo sacudía por el cuello,
lo injuriaba.
Y mi padre se despertaba entonces,
subía al mástil de los barcos,
se lanzaba al río
queriendo ser un pez que sabía volar,
nadaba por horas contra la corriente
hasta el cansancio, hasta el sueño
donde un inmenso cuerpo de agua lo sacudía por el cuello
y le cantaba las canciones que mi abuela no pudo.

Mi padre pasaba horas enteras sentado en las bancas del parque
creyendo que Dios era una mierda,
se quedaba dormido y sudaba las aguas del aire,
soñaba que un inmenso cuerpo de agua lo abrazaba de pronto
con cariño maternal,
y se reconocía en el sueño, sin querer despertarse
recordaba los bailes alrededor de mi abuela
y nadando de frío por las calles silenciosas de la ciudad,
se emparejaba a furibundas aletas describiendo diminutas eses en el agua.

Mi padre encontró la felicidad en el nado,
en la imagen femenina del agua, diría por esos mismos años Gaston Bachelard,
quien trabajaba en lo mismo,
quien soñaba con inmensos cuerpos de agua que lo tomaban
por el cuello queriéndolo injuriar,
y muy temprano con el canto de las aves, mi padre y Gaston
salían a las rutas que el servicio postal les asignaba,
repartían las cartas mientras ambos pensaban en el agua,
en los sueños femeninos, en la imagen ausente de la madre
y nadaban,
uno por el agua de los sueños,
mi padre contra el agua lunar.



(De Los días y sus designios)




Paul Guillén (Perú, 1976)



Paul Guillén (Perú, 1976). Estudió literatura en la Universidad de San Marcos. Publicó los poemarios: La transformación de los metales (2005) e Historia secreta (2008), y las plaquettes La muerte del hombre amarillo (2004), Ningún limbo bajo el sol (2011) y Ese algo que nos esquivo siempre (2012). Ha sido incluido en antologías publicadas en México, Inglaterra, España, Argentina, Brasil, EE.UU., Suecia, Ecuador y Colombia. Su poesía ha sido traducida al portugués, checo, francés e inglés. Ha publicado ensayos y entrevistas en revistas como Tsé-Tsé, Galerna, Hispanic poetry review, Letras.s5, Guaraguao, Martín, entre otras. Actualmente es miembro del consejo consultivo de la revista Metrópolis (México), del consejo editorial de Lustra Editores (Perú), dirige la revista Rio Grande Review (Texas) y cursa la maestría de Creative Writing en la University of Texas at El Paso. Blog: www.sol-negro.blogspot.com




LA MUERTE DEL HOMBRE AMARILLO



si de un frío vapor pudieras ver la clepsidra de tu madre
latir entre las ubres
¿no imaginarías lo mismo para ti?
y te abrirías de piernas como una mandrágora
esperando que te rocíen algún líquido celeste
entre los muslos
y en la basura de huesos y frutos secos
encontrarías un animal afiebrado y amarillo -maldito payaso azul-
lleno de escombros y liendres
¿acaso te hubieras imaginado vivir
solo de bosta
y ubres?
pero es la madre la que te amamanta con un terrible
líquido amarillo
y te hace ser quién eres
maldito seno amarillo
que se asemeja a la ubre de una vaca en celo
y a los gusanos que aran
sus ciclos
concéntricos y reales
si la levedad se estropea con el peso de los astros
y escuchas
el sollozo del infante no nacido
madre ven a darme de tu líquido verde
ahora que ya estás a punto de morir
y no me mientas
que en mí crees
Hoy hablé con mi abuelo
quizás después de cincuenta años
lo noté igual a mí
él piensa que sigo pequeño
pero no se da cuenta que ya tengo un pene grande
y que ahora me gustan los tratos con esos mercaderes
y yo que caminaba por esta ciudad
sin recuerdo de uno mismo
y ahora las calles no son las mismas
y lo único que puedo recordar son los amigos y los viajes
para no volver nunca ni antes
maldito líquido violeta que te pusiste en tu velo
de novia
cuando me abandonaste en ese altar —en el cual no creo,
pero igual me dolió—entonces,
aún dudaba de las premoniciones
y te miraba fijamente
y de pronto me robaron la cartera!

(De La transformación de los metales)




Francisco Ruiz Udiel (Nicaragua, 1977-2010)



Francisco Ruiz Udiel (Nicaragua, 1977-2010). Realizó estudios de poesía bajo la tutela de su mentora, la nicaragüense Claribel Alegría, discípula del Nobel español Juan Ramón Jiménez. Publicó el poemario “Alguien me ve llorar en un sueño” (Premio Internacional Ernesto Cardenal de Poesía Joven 2005). También publicó “Retrato de poeta con joven errante”, antología poética de su generación con prólogo de Gioconda Belli. Su poesía aparece en las antologías “La poesía del siglo XX en Nicaragua” (Editorial Visor, España 2010); Antología de poesía nicaragüense: Los hijos del minotauro (1950-2008), (Revista TRILCE, 2009) y en la Antología del IV Encuentro Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer (Trilce, Villahermosa, 2008). Fallece en trágicas circunstancias la noche de año nuevo de 2010.



CADA CUATRO AÑOS NACE UNA POETA SUICIDA



A Sexton, Plath y Pizarnik
Nacidas en 1928, 1932 y 1936

Cada cuatro años la muerte
abre la llave del gas de una cocina,
se fuma un cigarrillo en el sofá y espera.

Otras veces enciende el motor de un automóvil
dentro del garaje
y canta Chair in the Sky,
un poco de jazz no despertará
a las muñecas recién maquilladas, piensa.

Cada cuatro años la muerte toma
anfetaminas para adelgazar,
pero se le pasa un poco la mano
y ya no despierta.

No se pone triste, ni alegre, ni neurótica, no.
pero cada cuatro años
la muerte amanece lúgubre
y observa la tarde roja
desde una ventana.
Alguien trata de invocarme, dice,
y cierra amargamente los ojos.

A mí me da pesar, no sé,
es como si ella quisiera decirnos
o contarnos algo desde su delgado rostro blanco,
como si estuviera cansada de estrangular mujeres.
Yo la conozco muy poco,
pero me consta aborrece
su funéreo oficio.
Últimamente la han visto respirar
cierto aire suicida.

Cada cuatro años a la muerte
se le irritan los ojos,
sabemos que ha llorado, lo sabemos,
pero callamos,
sabemos también que busca algún vientre
y como ella no tiene el privilegio
de la carne materna
aferra entonces sus fríos y delgados dedos
en el primer ombligo que encuentra.

Por eso cada cuatro años algunas niñas
ya vienen muertas.

(De Alguien me ve llorar en un sueño)




Augusto Rodríguez (Ecuador, 1979)


Augusto Rodríguez (Ecuador, 1979) Periodista, editor y catedrático. Ha publicado varios libros, destacan: Cantos contra un dinosaurio ebrio (Barcelona, España, 2007), Matar a la bestia (Guadalajara, México, 2007), Voy hacia mi cuerpo (Lima, Perú, 2010), La enfermedad invisible (DF, México, 2012), Las águilas del adiós (DF, México, 2012) y Del otro lado de la ventana (Lima, Perú, 2011), entre otros. Premio Nacional de Poesía David Ledesma Vázquez (2005), Premio Nacional Universitario de Poesía Efraín Jara Idrovo (2005) y Premio Nacional de Cuento Joaquín Gallegos Lara 2011. Es el fundador del grupo cultural Buseta de papel. Su obra poética está traducida al inglés, al árabe, al portugués, al catalán y al francés. Editor de El Quirófano Ediciones y Director del Festival Internacional poesía joven IEC.



I

Dentro de mi corazón hay una anciana que se acaricia el sexo. Dentro de su sexo hay un árbol que agita el viento. Dentro del viento hay un niño que llora por su padre se ha ido a la guerra y que nunca volverá. Dentro de ese padre que se marcha hay un pasado que hierve entre sus párpados. Dentro de ese pasado hay una mujer que ama enloquecidamente y que se suicida una y otra vez. Dentro de esa mujer hay un futuro que nunca ella conocerá. Dentro de ese futuro hay un bebé que espera su salida pero como no tiene origen se ahoga en el útero de la muerte. Dentro de ese útero hay un veterano que recuerda a la anciana que se acaricia el sexo. Dentro de su sexo hay un barco que se hunde en altar mar. Dentro de ese mar hay un náufrago que espera sentado el fin del mundo. Dentro de ese náufrago hay un corazón herido y roto por el abandono del amor. Dentro de ese abandono hay un niño que respira recién nacido el aire contaminado de los fracasados. Dentro de ese aire hay un poema que se escribe por una mano llena de sombras. Dentro de esa mano hay miles de sueños que esperan cambiar al mundo. Dentro de ese mundo hay un hombre millonario que paga una lujosa cena en el más caro restaurante de París y no sabe que el día siguiente morirá. Dentro de ese restaurante exactamente en el baño hay una pareja de amantes que copulan con gran locura. Dentro de esa copulación hay una guerra de semen que se disputa la gloria. Dentro de ese semen hay indicios que nacerá el nuevo Mesías. Dentro de esos indicios hay una alerta roja que dice que ese restaurante explotará por una bomba puesta por un terrorista. Dentro ese terrorista hay un corazón que apenas late de vergüenza. Dentro de ese corazón hay una anciana que llega al orgasmo.

(De El libro del cáncer)







Tomado de http://novaserie.revista.triplov.com/numero_40/latinoamericana/index.html

Pura verdurita

Una vez conocí a un señor medio zapallo que buscaba a su media naranja. Yo le dije: Yo no soy fruta ni verdura de nadie.
Ahora él encontró a su media sandía y creo que ya es un zapallo completo.

Último día de

No tengo ganas de hacer ná de ná.
¿Y qué?

Casi pájaros

Godzilla en México


Roberto Bolaño




Atiende esto, hijo mío: las bombas caían
sobre la Ciudad de México
pero nadie se daba cuenta.
El aire llevó el veneno a través
de las calles y las ventanas abiertas.
Tú acababas de comer y veías en la tele
los dibujos animados.
Yo leía en la habitación de al lado
cuando supe que íbamos a morir.
Pese al mareo y las náuseas me arrastré
hasta el comedor y te encontré en el suelo.
Nos abrazamos. Me preguntaste qué pasaba
y yo no dije que estábamos en el programa de la muerte
sino que íbamos a iniciar un viaje,
uno más, juntos, y que no tuvieras miedo.
Al marcharse, la muerte ni siquiera
nos cerró los ojos.
¿Qué somos?, me preguntaste una semana o un año después,
¿hormigas, abejas, cifras equivocadas
en la gran sopa podrida del azar?
Somos seres humanos, hijo mío, casi pájaros,
héroes públicos y secretos.

jueves, 25 de julio de 2013

Estoy escribiendo una novela donde tú te llamas Ulises Lima

Los infrarrealistas describen la amistad de Bolaño con Santiago como la piedra angular del grupo.

"La dedicación de Roberto por Mario era notoria, y duró toda su vida, y duró más que la vida de Mario. Recuerdo que cuando llegué a quejarme de Mario en una de las cartas que le envié a Barcelona, Roberto me respondió: 'Sé buena y comprensiva con Mario, aunque te llame a las tres de la mañana y te interrumpa un polvo. Cuélgale el teléfono, pero quiérelo. El día que Mario se muera se van a ir literalmente a la chingada un montón de cosas que harán mucho más pobres a los que viven en México y a los que hemos vivido en México'", explica Carla Rippey, artista norteamericana que los conoció a ambos durante la génesis de movimiento.

Mario Santiago murió atropellado por un camión en el DF el 15 de julio de 1998. Antes de su muerte, Bolaño le anunció que sería Ulises Lima en una novela que entonces estaba terminando de escribir.

-“Estoy con las ventanas abiertas, afuera llueve, una tormenta de verano, rayos, truenos, esas cosas que excitan o que impelen a la melancolía. ¿Cómo está México? ¿Cómo están las calles de México, mi fantasma, los amigos invisibles? ¿Sigue en pie Al Este del Paraíso o ya entró en el sueño de los justos? Cuando mejore mi economía apareceré por tu casa una noche cualquiera. Y si no, es igual. El trecho que recorrimos juntos de alguna manera es historia y permanece. Quiero decir: sospecho, intuyo que aún está vivo, en medio de la oscuridad, pero vivo y todavía, quién lo iba a decir, desafiante. Bueno, no nos pongamos estupendos. Estoy escribiendo una novela donde tú te llamas Ulises Lima. La novela se llama Los Detectives Salvajes. Un fuerte abrazo. R.”




Matías Sánchez, en "El pasado infrarrealista de Bolaño".

Los infrasoles o soles negros

Una noche del 76, en la Librería Gandhi del DF, se realizó la lectura pública de “Déjenlo todo nuevamente, primer manifiesto infrarrealista”. En la actualidad el manifiesto, redactado íntegramente por Roberto Bolaño, es objeto de estudio en numerosas facultades. En él se sientan las bases del movimiento que postulaba la auto marginación de las grandes editoriales y la concordancia entre vida y obra del poeta. Pues para los infrarrealistas no bastaba con ser poeta, también había que arriesgarse a vivir como un verdadero poeta. De esta forma, marginalidad, degradación y errancia se volvieron los principales mandamientos.

-“El riesgo siempre está en otra parte” –dice el manifiesto-, “el verdadero poeta es el que siempre está abandonándose. Nunca demasiado tiempo en un mismo lugar, como los guerrilleros, como los ovnis, como los ojos blancos de los prisioneros a cadena perpetua”.

El manifiesto comienza con una cita del cuento “La Infra del Dragón” del ruso Georgij Gurevich. Éste traza la imagen de los “infrasoles” o “soles negros”. Se trata de planetas oscuros en cuyo interior generan vida propia, independientes de un exterior que los ignora. Bolaño compara estos cuerpos con los poetas infrarrealistas dentro de la constelación cultural mexicana. Y su fin ulterior era impulsar la revolución. Para Bolaño, una suerte de revancha de lo ocurrido en Chile después del golpe de estado.



Matías Sánchez, en "El pasado infrarrealista de Bolaño".


Los infrarrealistas

El pasado infrarrealista de Bolaño (fragmento)


Por Matías Sánchez




Poco después, entre fines del 75 y principios del 76, en casa del poeta chileno Bruno Montané, surge el Movimiento Infrarrealista. Este era un nuevo modo de pensar y hacer poesía. Y Su motivación no era otra que “volarle la tapa de los sesos a la cultura oficial”. En palabras de Bolaño, “partirle su madre a Octavio Paz”.

Los infrarrealistas se volvieron contra el fundador de la revista Plural porque representaba todo aquello que odiaban, una intelectualidad a la que le daba lo mismo servir o no de conciencia a la clase dominante. A partir de entonces los infrarrealistas irrumpieron en los recitales poéticos de Paz y sus secuaces.

“Se iban a los recitales de Octavio Paz y de otros que detestaban. Y los callaban con poemas infrarrealistas, declamados a grito pelado para acallar a un poeta inerme, sorprendido o quizás aterrado por esa turba violenta que no buscaba sobresalir ni tener reconocimientos literarios”, explica Mendoza.

Esto era fundamental. Los Infrarrealistas eran marginales y se enorgullecían de serlo. Su principal valor era estar fuera de la maquinaria cultural, como soles oscuros perdidos en el espacio.

Las irrupciones infras contribuyeron a la formación de una leyenda negra en torno al grupo. Los “poetas estatales” los calumniaron y los marginaron de los diarios. El resultado: los infrarrealistas no existían para la oficialidad más que como una leyenda de revoltosos.



Tomado de http://www.letras.s5.com/rb271005.htm

miércoles, 24 de julio de 2013

Yo sentí la presencia de ese libro en mi casa

Yo sigo jugando a no ser ciego, yo sigo comprando libros,yo sigo llenando mi casa de libros. Los otros días me regalaron una edición del año 1966 de la Enciclopedia de Brokhause. Yo sentí la presencia de ese libro en mi casa, la sentí como una suerte de felicidad. Ahí estaban los veintitantos volúmenes con una letra gótica que no puedo leer, con los mapas y grabados que no puedo ver; y sin embargo, el libro estaba ahí. Yo sentía como una gravitación amistosa del libro. Pienso que el libro es una de las posibilidades de felicidad que tenemos los hombres.


Jorge Luis Borges

Como los generosos jardines

De los diversos géneros literarios, el catálogo y la enciclopedia son los que más me placen. No adolecen, por cierto, de vanidad. Son anónimos como las catedrales de piedra y como los generosos jardines.


Jorge Luis Borges

Que me esperen en su recinto

No sé si hay otra vida; si hay otra, deseo que me esperen en su recinto los libros que he leído bajo la luna con las mismas cubiertas y las mismas ilustraciones, quizá con las mismas erratas, y los que me depara aún el futuro.


Jorge Luis Borges

Un modesto Alonso Quijano

Pese a mis reiterados viajes, soy un modesto Alonso Quijano que no se ha atrevido a ser don Quijote y que sigue tejiendo y destejiendo las mismas fábulas antiguas.


Jorge Luis Borges

Dice que tiene deseos de una cristiana cautiva

La Reina Jerifa Mora


Romance sefaradí



La reina Jerifa mora, la que mora en Almería,
dice que tiene deseos de una cristiana cautiva.
Los moros, como la oyeron, muy deprisa se partían
de unos iban para Francia, otros para la Almería.
Mataron al conde Flores y a la condesa traían;
se la llevan de presente a la reina de Almería.
Tomad, señora, esta esclava, la esclava que vos querías,
que no es ni mora ni judía, ni es dada a la malicia.
Sino es condesa y marquesa, señora de gran valía.
La reina estaba preñada, y la esclava estaba en cinta.
Quiso Dios y la fortuna las dos paren en un día.
La esclava tuviera un hijo, la reina parió a una niña.
Las negras de las comadres, por ganarse su platica,
dieron el niño a la reina y a la esclava dan la niña.
Un día estando la esclava con la niña en la cocina,
con lágrimas de sus ojos lavó la cara a la niña.
¡Ay, mi niña de mi alma, ay, mi niña de mi vida,
quién te me diera en mis tierras, en mis tierras de Almería!
Te nombrara Blancaflor, nombre de una hermana mía
que cautivaron los moros día de Pascua Florida.
La reina la estaba oyendo desde su salita arriba.
¿En qué conoces a tu hermana? a esa hermana tan querida.
Por un lunar que ella tiene, debajo de la tetilla.
Y ahí se conocieron las dos hermanas queridas.
Y al día por la mañana, se fueron para la Almería.

Los detectives salvajes, mi primer Bolaño

Yo sabía que era buena: ya la había empezado en casa de un señor y me había quedado con ganas. Ahora, regalo de mis maravillosos amigos, la novela se ha impuesto por encima de todo lo que estaba leyendo y tenía por leer, de repente me ha ocupado todo el día y los viajes en tren y las noches tardías de vacaciones.
No puedo ni copiar algún fragmento porque es toda genial. No puedo ni explicar por qué. Pienso a quién más le gustaría y no sé por qué me gusta tanto y cómo explicar ese mundo de poetas, de jóvenes latinoamericanos, esos devenires sin mayor conflicto y con todos los conflictos del mundo.
Deslumbrante. Ya podré, cuando avance, cuando la termine, quizás, decir algo más sustancioso.

lunes, 22 de julio de 2013

Día del odio



En Oruro celebraron el Día del Odio, acá su manifiesto:

1. El día del odio es una respuesta a todas las fechas del tirano kalendario festivo, planeadas para rebajar los más puros sentimientos humanos a la kondición merkantil.

2. Nace el día de odio con el fin de impulsar propuestas alternativas al “amor” carroñero de la canción pop; con una encendida subversión a la dictadura infausta de los medios que ordenan, manipulan y condicionan cuándo amar y cuándo no.

3. El día del odio es una prueba de libertad. Libertad en el ejercicio de nuestras convicciones, que traspasan la tela gallinera monótona de un falaz mundo de retóricas maquinales, con años perfectamente iguales uno tras otro, con día del amor, día de las madres, día de a patria, carnavales y otros tantos santos.

4. El día del odio es una catarsis, todos podrán gritar y expresar su odio hacia lo que quieran y hacia quien quieran, el día del odio es la abolición de la y hipocresía y las engañosas buenas costumbres en aras de la paz.

5. El día del odio no debe ser de ninguna manera un pretexto para la estupidez, los rencores infundados, o patéticas muestras de racismo, sexismo, homofobia, xenofobia y demás aberraciones escatológicas.

6. El día del odio es, por sus consecuencias, una afirmación dialéctica. Con nuestro odio reafirmamos el amor.

7. Escogemos y enarbolamos el día 22 de julio, víspera del Día de la Tarjeta, y cualquier otro día necesario como EL DIA UNIVERSAL DEL ODIO.


PERRO PETARDOS
COLECTIVO DE AGRESIÓN CULTURAL

NOTA: El día del odio no deberá ser manipulado para fines faranduleros, marketineros, políticos y demás.

http://perropetardo.blogspot.com/

Tesis para un homicidio

No me gustó ná. Ya que odio los policiales y éste con esa idea clásica de los investigadores y los criminales haciendo carreras de inteligencia cruzada con los padrese hijos viendo quién la tiene más larga...
Un embole. Odio la tensión del suspenso por ver quién es el criminal y anticipar que algún truco debe haber en las pistas tan obvias. Sumemoslé el crimen sexual y el papel de las mujeres como carnada o como móvil o como pizarrón donde demostrar una teoría o como trofeo para el más poronga, y la pobre peli me resultó odiosa.

Historias de poetas presas


Lunas Cautivas


Por Gabriela Borrelli Azara



El recorrido poético de tres internas de la Unidad 31 del Penal de Ezeiza que participan del taller de poesía de la ONG Yo no Fui coordinado por las poetas Maria Medrano y Claudia Prado. Sobre la película Lunas Cautivas o La poesía como arma cargada de futuro

Como un golpe de viento
que deshace la sombra,
caí en lo negro,
en el mundo insaciable.
He sido.Luis CernudaLa Reja se estrella
contra si misma
y yo me estrello contra la reja

Liliana Cabrera

Nadie que ingresa desprevenidamente a una sala de cine a ver un documental que abordará una temática de encierro en el marco de un festival de Cine de Derechos Humanos que es cuando vimos la pelicula de Paradiso, espera salir de esa experiencia, renovado, conmovido y esperanzado.

Sin embargo, esta no es una película cualquiera sobre el encierro. Entonces, la salida del cine es movilizadora. Y ya no se mira ni la cárcel ni la poesía de la misma manera.

En su aspecto formal Lunas Cautivas narra el recorrido poético de tres internas de la Unidad 31 del Penal de Ezeiza que participan activamente del taller de poesía que brinda allí la ONG Yo no Fui coordinado por las poetas Maria Medrano y Claudia Prado.

Pero si se está dispuesto apenas a inclinar el oído hacia la poesía que recorre la película, no sólo seguiremos ese recorrido poético sino que descubriremos el aspecto revolucionario y transformador de la palabra poética.

Marcia Paradiso elige subtitular su película de la siguiente manera: Historias de poetas presas. Coherente y preciso con el planteo del film que no carga las tintas en el encierro sino en cómo esas mujeres se han convertido en poetas. Piensan en poesía, hablan de ella, la discuten, la disfrutan, se ríen con los versos.

Las tres poetas presas en las que se basa la narración son Liliana, Lidia y Majo. Pero esos nombres son solo señaladores de un movimiento pequeño pero universal que se evidencia en cada encuentro.

La cámara (manejada íntima y cuidadosamente por el equipo de filmación que compartió con las poetas los talleres más de un año y conoció de burocracias y obstáculos para poder lograr la comodidad para trabajar) sigue las bocas de ellas recitando sus poemas. Son los momentos de mayor emoción y también de mayor conmoción para los espectadores. La belleza contundente de algunos versos se erosiona y se funde con el dolor del encierro y lo perdido. La historia personal va trazando versos que se desprenden hasta universalizarse.

¿Y que otra cosa no es la poesía en ocasiones, sino eso: universalizar lo personal a través de la palabra?

Poesía como un arma de defensa para enfrentar lo que vendrá, el futuro: las salidas transitorias, la vida después de la cárcel, los hijos, el amor, la sociedad.

Un Yo Poético que se instala en cada verso para reinstalar un Yo ante la sociedad.

“Yo fui” un poema de Luis Cernuda es el poema que abre la película y también el que elije María Medrano para leer y analizar en el taller. Es ciertamente, un golpe de viento que deshace la sombra: limpiar la sombra del encierro con palabras, saber de lo insaciable del mundo cuando el mundo te encierra. Yo no fui por Yo fui, reafirmando en esa tensión, la totalidad del estar en el mundo. Lo que se es y lo que no se es, lo que hice y lo que no hice, y lo que hago ahora. Ese es el espíritu de los talleres, un espíritu que la película sabe reflejar.

Lunas Cautivas es un documental sobre la poesía. Sobre sus posibilidades y sobre su poder. Sobre las rejas que se estrellan y como escribe Liliana Cabrera, sobre los surcos invisibles en el mosaico, a los que es posible acceder si se está dispuesto a acercar la boca y exhalar.



Publicado en Leedor el 28-05-2012

Qué frío Fido

Rafa y Magda no están. Sola con el pobre perrito muerto de frío afuera, me compadecí y lo llamé para que entre. Le costó entender que pasó de llamarse Fuerafido a Fidoveníboludo.

Un bagre y al lado unos hombres que nadaban

Radarlibros

DOMINGO, 21 DE JULIO DE 2013

El payador absoluto



Pedro Mairal surgió a la módica fama literaria que suele haber en Argentina cuando a los 28 años ganó la primera edición del Premio Clarín con Una noche con Sabrina Love, luego convertida en una exitosa película protagonizada por Cecilia Roth. Después de tanta exposición, el autor fue incursionando por caminos laterales, oblicuos, de sellos independientes y movidas poéticas alejadas de las grandes ligas del prestigio literario. Con El año del desierto y luego Salvatierra logró consolidarse como narrador. También se cultivó en sonetos tan clásicos como plebeyos. El gran Surubí, un largo relato en verso ilustrado por Jorge González, lo confirma como un escritor que elige opciones diferentes a las que pudo estar destinado.



Por Martín Pérez


Un hombre angustiado por un divorcio y el picadito redentor de cada semana con los amigos convertido en una trampa, en una leva impensada que pone su destino en manos militares y lo terminará condenando al río, resignado a ser apenas un marinero más, pescando surubíes enormes como ballenas por el bien de la patria. Así es como comienza la apretada historia de El gran Surubí, un extenso relato en verso que Pedro Mairal publicó –ilustrado por Jorge González– durante el año pasado en las páginas de la revista Orsai, ese extraño objeto literario que edita heroicamente el escritor Hernán Casciari con la complicidad de un pequeño grupo de colaboradores y toda una amplia red de secuaces que terminan siendo sus lectores, capaces de comprarla desde todo el mundo hispanoparlante sin depender de quiosco o librería alguna. Compilado en un lujoso volumen apaisado, tan particular como la obra que contiene, el último libro de Mairal es apenas un eslabón más de una carrera atípica, que incluye poemarios, cuentos y novelas, premios bombásticos y el anonimato de los heterónimos y, por supuesto, también diversos destinos. “Cada libro que tengo salió por una editorial distinta”, asegura Mairal. Pero la frase dista de ser canchera, apenas constata la sinuosidad de su recorrido como escritor, que esta flamante novela en verso ejemplifica mejor que ninguna otra. “El gran Surubí nació de esos dibujitos que uno hace mientras está hablando por teléfono”, recuerda Mairal, que un día de 2007 dibujó casi sin pensar un bagre y al lado unos hombres que nadaban. “Por una cuestión de escala, o eran unos hombres pequeños o el bagre tenía el tamaño de una ballena”, explica. Por aquellos años había empezado a jugar al fútbol regularmente con unos amigos escritores y así fue como apareció la semilla de una trama que comienza como el Martín Fierro y desemboca en un Moby Dick de río, que asegura haber llevado en la cabeza durante varios años, pero no encontraba cómo escribir. Hasta que decidió probar con los endecasílabos, una música que hace tiempo conoce bien, con lo que se siente cómodo. “Escribir esa historia en sonetos, una narrativa larga que fluye estrofa tras estrofa, resultó ser algo tremendamente liberador. Porque la forma dialoga con vos y te sopla al oído cómo seguir.”

LO CLASICO Y LO BERRETA

Cuando tiene que situarse generacionalmente, Mairal asegura sentirse un poco perdido. Porque quedó un poco a la cola de la generación anterior, la de Guillermo Martínez o Carlos Gamerro. Y cuando se armó la antología La joven guardia en 2005 casi bajaron la compuerta en su nuca: nació en 1970 y entró raspando. Pero ese desclasamiento también tiene que ver con el anacronismo de la poesía que empezó a escribir en sus comienzos, en los años ’90, sin tampoco sentirse parte de esa generación de poetas.

“No es que no me hubiera gustado. Los leía entonces y aprendí mucho de ellos, pero después. Porque mientras que los poemas de la generación del ’90 son más bien directos, sin que importe mucho cómo suenan las cosas, con un aire a lo Gianuzzi, yo venía entonces con un bagaje formal importante.” Alumno del taller de poesía del venerado Grillo Della Paolera, que falleció en 2011, Mairal empezó a escribir en rigurosa métrica, combinando versos de siete y once. En Tigre como los pájaros (Botella al Mar, 1996), su primer poemario, Mairal recuerda que hasta hay poemas escritos de tú. “Sigue habiendo en él experimentos que todavía me gustan”, se ataja con una sonrisa algo tímida, sin sostener la mirada. “Recién con los Pornosonetos logré combinar ese bagaje clásico de soneto formal con una intención poética actual”, explica refiriéndose a unos breves sonetos eróticos que empezó a publicar anónimamente en Internet, bajo el nombre de Ramón Paz, y que terminaron compilados en tres libros publicados por Eloísa Cartonera y Vox entre 2003 y 2008. “En esas cajitas pude hacer detonar lo más clásico y lo más berreta, bajo y cotidiano.” Se descubrió garabateándolos cuando se trababa con la escritura de su segunda novela, El año del desierto, pero sólo como un juego privado, sin pensar en publicarlos. “Una vez los leí en un bar, en una de esas lecturas en las que siempre hay ruido atrás, los encargados están con la máquina de café. Pero cuando me tocó el turno, me di cuenta de que los mozos prestaban atención y se reían. Había logrado una complicidad que iba más allá del mundillo de las lecturas. Ahí me acuerdo de que pensé: tal vez acá haya algo”, cuenta Mairal, que homenajea aquella voz que salió en su auxilio para lograr finalmente escribir la historia de El gran Surubí, bautizando al protagonista como Ramón Paz. “Los sonetos me pusieron un borde, me permitieron no tener que explicarlo todo”, calcula pensando en la extraña historia de una leva forzada para ir a pescar surubíes en la isla Martín García. “La narrativa es como una cancha de fútbol sin límite. Y la clave es siempre encontrar ese borde, el límite que marque lo que entra y lo que no.”

LA RISA SALVADORA

El mundo al revés. Así es como recuerda Mairal la noche que recibió la noticia de su triunfo en aquella primera edición del Premio Clarín de Novela por Una noche con Sabrina Love, en 1998. El libro lo ubicó de golpe dentro del mapa literario local y en la tapa del diario, levantando el trofeo. “Nunca había escrito una novela, así que cuando arranqué pensé que era un cuento largo nomás. Y me largué a escribirlo de la misma manera que el protagonista se larga a hacer dedo, a ver qué encontraba”, confiesa. Cuando la tuvo terminada, se la mostró a un par de amigos, y luego fue a parar a un cajón. Uno de aquellos amigos fue el que le avisó del concurso, y lo convenció porque las bases aclaraban que, si bien algunas novelas podían no resultar premiadas, quizás les interesaran a los editores para publicar. “Apunté a eso, pero terminó siendo un gol de media cancha. No tener intención siempre es algo muy poderoso. Además, nunca se volvió a dar algo así, era la primera edición y pusieron toda la carne en el asador. El jurado era impresionante: Bioy Casares, Cabrera Infante y Roa Bastos. Lo único que me acuerdo de esa noche es de Roa Bastos cediéndome el asiento. ¡Estaba todo al revés!”.

El gran Surubí. Pedro Mairal y Jorge González Orsai 128 páginas
¿Qué es lo más ridículo que te recordás haciendo?

–Me acuerdo de que aparecí en una foto saltando en la tapa de Clarín Mujer. Uno de mis amigos estaba comiendo en un McDonald’s y cuando manoteó un diario y me descubrió, casi se atraganta. Es verdad, ya no era un pendejo, tenía 28 años, pero estaba muy crudo para todo eso. Fue tal el nivel de exposición que me refugié en la poesía, y después muy de a poco volví a los cuentos. La verdad, que me inhibí bastante. Para volver a publicar una novela tardé siete años.

Lo que Pedro Mairal recuerda, y subraya que le hizo mucho bien en aquel tiempo, fue conocer, a través de las lecturas de poesía en las que se había refugiado, a Fabián Casas y Washington Cucurto. Aquella escena poética luego devendría, Internet y complicidades mediante, en una comunidad bloguera con la que empezaron a contrabandear textos primero y luego libros. “Fue una cosa de grupo que terminó siendo generacional”, calcula Mairal (el escritor sin generación), que opina de paso que es una cuestión hormonal y no cronológica ese lugar donde uno se siente cómodo y acompañado. El remisero absoluto, por ejemplo, nombre de un blog literario integrado por muchos de los de La joven guardia, bastante difundido de la década pasada, es en realidad el apodo que Casas le puso a Pedro por ser el que llevaba a todos a sus casas en su auto después de los picados. Y el cruce con algunos escritores cordobeses –entre los que estaban Lamberti, Falco, Godoy– fue por un desafío futbolístico lanzado online. “Algo que tan bien retrata Bolaño en Los detectives salvajes: esa cuestión generacional, chiquitita, alrededor de una revista ínfima, pero a la vez esencial.” Pero fue antes, mientras aún buscaba refugio, que tuvo su encuentro con Cucurto y Casas. “Me acuerdo de que le dije a Fabián que había gente que pensaba que Bioy Casares me había premiado porque creían que era su sobrino, y le dio un ataque de risa. Fue tal la carcajada, que yo también me contagié, y terminé entendiendo que todo no era más que un gran chiste. Eso que decía Leónidas Lamborghini, que la Argentina era la gran llanura de los chistes. Me hizo mucho bien esa risa. Me di cuenta de que era un gran disparate tratar de influir en lo que los demás piensan de vos. Entendí que cada libro hay que tomarlo así, como que ya está, ya me morí. Todo lo demás es yapa. Ya hice el ridículo, y ya no vuelvo. Entender eso, y entenderlo así, con esa gran carcajada, fue algo que me liberó.”

EL AÑO DE LA MEMORIA

Una de las cosas derivadas del hecho de que se haya filmado una película de su primera novela es que en la tapa del libro quedó la actriz Cecilia Roth. Y ya no había manera de imaginarse a otra Sabrina Love. “Fue una patada en el ego. Como que le hagan cirugía estética a tu hijo.” Tampoco se olvida del único día que fue al rodaje, más como un colado antes que como el autor, y se fue de ahí pensando: “Esta gente está loca”. Porque estaban filmando una escena de inundación de la novela y había una lancha y un helicóptero esperando que alguien dijera “acción”. “Pensaba que si yo ponía un tipo que saltaba por una ventana, esos tipos eran capaces de empujar a alguien”, se ríe Mairal. “Porque todo eso no hacía falta. Para mí la palabra existe y es un producto terminado, pero para la gente de cine es apenas un guión.” Pero ahora, con el tiempo, también tiene cosas que agradecerle a la película. “Poniendo todo en la balanza, estoy contento que la hayan hecho”, acepta, y explica que la película fue una gran embajadora del libro, que se tradujo y publicó en muchos países. Terminó, por ejemplo, siendo publicada en la colección Contraseñas, de Anagrama. Un lugar de privilegio del que, cuando finalmente llegó el turno de El año del desierto, quiso escapar.

Hay autores, sin embargo, que trabajan toda su vida para lograr lo que conseguiste con un solo libro.

–Sentí que me quedaba grande, todavía me sentía demasiado crudo. Todo iba muy rápido, en una órbita muy lejana. Por eso cuando se presentó la oportunidad decidí publicar en Interzona. Estuve un año trabajando la novela con Damián Ríos. Era algo que necesitaba, una edición de verdad. El año del desierto fue una de esas historias que te caen en una cabeza como un meteorito. Me acuerdo de estar tendido en la cama, como en un trip mental, donde intuí toda la novela. Todo arrancó a partir de la imagen de una torre del microcentro, llena de espejos, en medio de un pajonal. Sentí que tenía que llegar a eso, Buenos Aires se tenía que reducir, hasta desaparecer.

Cuenta que cuando ya estaba terminando el libro se juntó con un amigo que le preguntó por la enfermedad de su madre. “Le conté que estaba sufriendo una especie de Alzheimher que la iba llevando hacia atrás en el tiempo, iba perdiendo el lenguaje, se iba quedando muda”, recuerda. “Para alivianar la charla, mi amigo me preguntó por lo que estaba escribiendo. Y yo le dije que era una novela en la que el país iba hacia atrás en el tiempo rápidamente, mientras algo iba avanzando, llamado la Intemperie. Y él me dijo: estás escribiendo sobre la enfermedad de tu vieja. Pero yo no me había dado cuenta. Pensaba que estaba haciendo sólo una novela política. Por eso es que insisto con que uno nunca sabe qué es lo que está escribiendo. Nunca sabés bien qué ríos subterráneos se están moviendo dentro tuyo.”

M’HIJO EL DOTOR

Presentada como una novela gráfica en sesenta sonetos y dibujos, Casciari escribe en el prólogo que El gran Surubí se trata en realidad de “un caldo en envoltorio de plata, concentrado”, cuyo recuerdo luego de ser leído será el de una novela monumental de ochocientas páginas: “Una aventura literaria en prosa de esas que te dejan cuatro o cinco días enjaulado en otro mundo”. Sin embargo, Mairal confiesa que mandó las primeras estrofas a la revista casi disculpándose, sin estar demasiado convencido. “Pero el Gordo lo vio todo enseguida”, sonríe. Al dibujante Jorge González, que antes de esa primera entrega se había excusado por falta de tiempo, Casciari finalmente “lo hizo entrar como un caballo”, cuenta Mairal. De hecho, el extraño formato final del libro es para que se luzcan, con justicia, sus extraordinarias ilustraciones. “Me resultó liberador haber podido, por primera vez, cruzar la narrativa y la poesía, que siempre pensé como agua de dos ríos. Pero no estoy pensando en otra novela en sonetos. Yo con cada libro siento que tengo que aprender a escribir de vuelta. Si no, me aburro. Es como una moto a la que me subo y hago todo igual. Por eso ando siempre buscando caminos, buscando maneras de decir. Porque cada impulso verbal reclama su forma.”

Además del enorme y vistoso El gran Surubí, Pedro Mairal acaba de sacar otro libro, El equilibrio (Garrincha Club, 2013), por otra editorial independiente, cuándo no. Se trata de una compilación que reúne las por momentos entrañables columnas confesionales, cotidianas y autobiográficas que fue publicando entre 2008 y 2012 en el diario Perfil. Lo ilustra su aún pequeño hijo Francisco y lo prologa su padre, el prestigioso abogado Héctor Mairal.

“Cuatro características encuentro en el libro que prologo, tres que no me son atribuibles y sólo una de ellas heredada de mí: el trato cuidadoso de las palabras”, escribe papá Héctor, quien asegura que esas otras tres cualidades de su hijo que “le son extrañas” son el poder de la observación de la realidad, la empatía y la libre asociación de ideas. Cuando se le pregunta por lo que el padre abogado opina sobre el hijo escritor, Pedro señala que siempre está “entre orgulloso y preocupado”. Y agrega: “Fluctúa”. Pero subraya que siempre lo apoyó mucho y que supone que a él también le hubiese gustado ser escritor. Lo que agradece es que, pese a que en su casa había una obligación fuerte de seguir una carrera, también había una buena biblioteca. “Yo empecé Medicina, pero no porque quisiera estudiar la carrera. A los 18 años estuve involucrado en un accidente con un micro, donde hubo muertos, aunque a mí no me pasó nada. Pero quedé muy impresionado. Creo que por eso es que cuando llegó el momento del CBC me anoté en Medicina. En realidad quería ser manosanta, quería apoyar las manos y sanar.”

Abandonó enseguida la idea, pero no les dijo nada a sus padres, y durante seis meses siguió yendo diariamente a Ciudad Universitaria, donde se pasaba el tiempo leyendo en la cafetería. Ahí empezó, en realidad, la vocación literaria. Pero no sabía cómo comunicarlo en su casa. Finalmente lo descubrieron y su solución fue mandarlos a ver una película que se acababa de estrenar: La sociedad de los poetas muertos, en la que un joven se suicida porque no puede seguir su vocación. “Fue claramente un chantaje emocional premeditado, una manipulación”, se ríe Mairal al recordarlo. “Les dije, lo más serio que pude: necesito que vayan a ver esta película. Volvieron pálidos y me dijeron: ‘creo que es importante que estudies algo que realmente te guste’.”

Dos décadas después de aquella anécdota iniciática, Pedro publicó Salvatierra en 2008, su tercera y hasta ahora última novela en el sentido más tradicional del término. En ella, dos hermanos que han huido a la ciudad vuelven a su pueblo natal luego de la muerte de su padre, para hacerse cargo de su obra artística. Descubren entonces que Salvatierra pintó para sí mismo un largo cuadro durante toda su vida. “Es una novelita pequeña, poco ambiciosa. Como lo era Sabrina Love”, acepta Mairal, que ya la venía escribiendo desde antes y para publicarla sólo tuvo que darle los toques finales.

Es tu última novela hasta ahora, ¿Salvatierra sos vos?

–Creo que no, porque yo hago el trabajo de salir para afuera, no escribo para mí. Salvatierra pinta sólo por el placer de pintar, y el placer de escribir es algo que siempre hay que recuperar. Pero yo creo en la necesidad de salir para afuera. No podría escribir sin publicar, sin imaginar aunque más no sea un pequeño círculo de lectores.


Tomado de http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-5081-2013-07-21.html

domingo, 21 de julio de 2013

La foto barroca II

Foto de la foto y de la fotógrafa del lemon pie que vivió tan poco.

Nena con elementos II


Cuello, tela, rulos, florero, licuadora, ventana con crochet, caja, yerba, lemon pie: No sé si la foto me salió muy artística pero tiene de todo.

Revirtiendo la figura de la musa

las12

VIERNES, 19 DE JULIO DE 2013

CINE
El mito de Narcisa



Es necesario liberarse de cualquier expectativa, de cualquier estructura, de toda sed de relato, para poder asomarse a la obra de Narcisa Hirsch, la artista laboriosa e incansable nacida en 1928 que, junto a un pequeño grupo de pares –por el ansia de experimentar con la imagen en movimiento–, desafiaron tanto al cine político clandestino como a las narraciones independientes sin perder su propio gesto revolucionario. A esa obra es posible asomarse ahora que, por iniciativa del sello mQ2, se edita por primera vez. Y saber por qué esta mujer que ahora mismo planea una performance a modo de venganza hacia los hombres –“poder mirar una y no tener que ser mirada es una revancha”, dice– contribuyó a redefinir el lenguaje fílmico en la Argentina contracultural de los ’60 y ’70.







Por Guadalupe Treibel



“Escribir, filmar una autobiografía. Escribir. Filmar la vida, la propia vida, la nuda vida... ¿Qué vida? Si tomamos la vida desde el mito del nacimiento hasta el mito de la muerte, si tomamos la vida en su linealidad como si fuera una película, pocos fotogramas se iluminan. Las inscripciones visibles en la materia son aisladas, salteadas. Chispazos. En la larga secuencia de los fotogramas, lo que hay son fotogramas blancos, o blancos y negros alternados. Como aquella película, The Flicker, un parpadeo y un rumor”, apunta Narcisa Hirsch al momento de garabatear unas notas autobiográficas que den tímida cuenta de quién es ella, la mujer visual que, desde los ’60, se ha vuelto pivote y referente total del cine experimental en Argentina.

Ocurre que –evocativa, provocativa, onírica, surrealista, underground– la obra pionera de esta berlinesa nacida en 1928 e instalada en Buenos Aires desde pequeña funda un universo personal e ingobernable donde el relato lineal es negado, lo narrativo es negado, y queda en cambio la sensación vivida, la experiencia de una percepción renovada, lo desconocido y –por qué no–, lo sublime y la libertad. Con sus prolíficas realizaciones, Narcisa ha concretado (y continúa haciéndolo) aquel postulado que la acompaña desde siempre: “El cine experimental es poesía”.

Así lo demuestran películas como Come Out (1971), Taller (1975), Diarios Patagónicos 1 (1972-1973), Testamento y vida interior (1977), Homecoming (1978), Ama-zona (1983), A Dios (1989), Rumi (1999), Aleph (2005) o El mito de Narciso (2011), films que –por obra y gracia de los realizadores Daniel Böhm y Bruno Stecconi– finalmente se lanzan para el público gracias a la iniciativa de la dupla y su sello mQ2, novísima editorial especializada en cine y video experimental que sale al ruedo con un DVD doble y un cuidado libro de textos críticos sobre la obra de Narcisa.

Curada por Victoria Sayago, esta primera publicación y su selección fílmica reencuentra (o encuentra, según sea el caso) al público con la mujer que no se cansa de sostener: “No hay un yo que se pueda conocer”. Aun así, presta casa, rato y oído para charlar con Las12 y hacer el intento de desentrañar algo de ese yo que fuera parte de la contracultura de los ’60.

El año pasado, el Bafici te dedicó una retrospectiva; este año, la novísima mQ2 sale al ruedo editando una selección de tus películas ¿A qué creés que se deba este tardío reconocimiento?

–Creo que hay un revival de la joven generación que quiere saber qué pasó en los ’60 y ’70, la gran época de la contracultura: jóvenes que buscan, encuentran y, de repente, escuchan un tocadiscos. Corre hacia una época donde la polémica era constante, un momento de profundas ideologías políticas, ideologías artísticas e, incluso, ideologías religiosas. Recordemos que, en aquel entonces, venían gurúes a Buenos Aires y cada uno formaba su banda, su religión; recordemos que la gente tomaba ácido como experiencia metafísica de expansión de la conciencia, de liberación del inconsciente; todo muy iniciático, muy ritual. Eso terminó, se disolvió. Lo concreto es que antes había cine experimental hecho por un grupo invisible que nadie veía y ahora, de repente, ha hecho un estallido hacia lo público, aunque condicionado por las circunstancias históricas. Hoy hay un interés donde antes no había ninguno. De hecho, cuando alguien me preguntaba qué hacía de mi vida y yo respondía que era directora de cine experimental, no le significaba nada. Sin ir más lejos, cuando nosotros mostrábamos una película nueva, ¡había diez personas con toda la furia! La gente se podía interesar por, digamos, La hora de los hornos, que estaba prohibida y era clandestina; por lo que nosotros hacíamos, no. Lo que antes fue atacado y agredido, hoy se acepta de buena gana, sin la actitud de barricada que vivimos en aquellos días.

Había una crítica muy dura del cine clandestino o cine político hacia el cine experimental porque no veían el gesto político que implicaba salirse de las estructuras, de la industria cinematográfica y hacer otro tipo de films...

–La realidad es que el arte es subversivo, en tanto –como diría Paul Klee– hace visible lo invisible. Y algo es seguro: yo sí que era invisible (se ríe). Por eso estas invitaciones o compendios que me llegan tardíamente me parecen tan raros e inusuales... Que en Argentina exista esta edición pionera de mQ2 me parece un comienzo. De todas formas, aclaro: yo era feliz haciendo cine sin que nadie me mirara, sin que nadie interviniera, sin que nadie quisiera comprarlo. Era la libertad pura, y ésa es una manera muy linda de trabajar.

Uno de los espacios de difusión del cine experimental por aquel entonces fue Uncipar (Unión de Cineastas de Paso Reducido), que nucleaba a aficionados que filmaban caseramente. ¿Eran aquellos encuentros tan fervorosos como suele relatarse?

–Uncipar fue el primer lugar donde mostré públicamente mi obra. Era un espacio donde la gente que hacía películas de 35 mm casi sin dinero –generalmente narrativas, de ficción– pasaba sus films. Lo mío y lo de Claudio Caldini era completamente distinto y, por eso, el público se sentía agredido. “Esto no es cine”, nos gritaban. “Mi hijo de cinco años hace una cosa mejor”, nos decían.

¿Por qué creés que se sentían tan atacados?

–Porque en esa época no podías no estar de un lado o del otro: tenías que elegir tu bando. La época estaba configurada como una permanente revolución y el cine experimental era un tercer punto: ni cine convencional de salas ni cine político de ideología militante. Lo nuestro tenía que ver con la poesía, y la poesía también es subversión.

¿Cómo llegó esta forma de expresión a tu vida?

–La primera película de cine experimental que vi fue Wavelength, del canadiense Michael Snow. Fue en el MoMA, en Nueva York, y recuerdo que la gente se levantaba y se iba... Era un zoom de 45 minutos donde no pasaba nada y, después de los primeros diez minutos, yo estaba clavada al cielorraso. Pero entonces pensé: “Esto en algún momento termina”, me relajé y empecé a ver; pude ver. Después me contaron que Snow tenía una película que era una diapositiva de un estante de su taller y su voz describiendo lo que se veía en dicho estante. Me interesó la idea y quise darle una vuelta más; entonces filmé con cámara fija una pared de mi taller y fui describiendo lo que no se veía, y así nació Taller. Un amigo mío, Federico Windhausen, crítico y curador que enseña cine experimental en San Francisco, conocía esta historia y, en un festival, se topó con MS y se la contó; así fue como entre los dos cocinaron la idea de exponer ambas películas juntas para yo viera la famosa A Casing Shelved y él viera Taller, cosa que ocurrió muy recientemente en Canadá. Lo que son las casualidades de la vida...

Recuerdo que en Taller decías que un día ibas a filmar todas tus radiografías para ver tu vida interior...

–Y lo hice. Tengo varias cosas corporales. Una vez me hice un estudio neurológico, me aplicaron unos sensores y comencé a escuchar mi propia sangre fluyendo por las venas. Qué interesante eso, ¿no? Más tarde pregunté si podía filmarlo y aunque no estaban muy contentos, me dieron el ok, así que tengo el sonido de mis arterias grabado, sonido que usé en más de una oportunidad.

Yendo un poquito más hacia atrás, vos venías de la pintura...

–Exacto. Entre los ’50 y ’60 hice dibujo, grabado, pintaba con óleo, cemento, arena, cosas con relieve. Varias veces expuse en Lirolay, la galería de vanguardia del momento. Pero poco a poco comencé a salirme de la pintura. Era la época del Di Tella, de Jorge Romero Brest, un gurú muy potente de aquel entonces. Aunque no pertenecí al Di Tella (nunca me invitaron), me interesó ese movimiento y cuando Romero Brest dictaminó que la pintura de caballete había muerto, dije “chau” y con un grupo de gente comenzamos a salir a la calle y a hacer happenings. Si no me querían dentro de la sala, tenía el mundo entero para hacer lo que quisiera...

Entonces saliste a regalar manzanas y muñequitos en calle Florida...

–Sí, con Marie Louise Alemann y Walter Mejía, un amigo colombiano maestro de yoga. ¡Y se armó un tole tole! La gente se agolpaba, se llevaba todo puesto y llegó la policía para dispersar. La experiencia de los muñecos la repetí en Nueva York y Londres y sólo acá generó esa ansiedad. Los ingleses participaban sin exaltación; los norteamericanos ni siquiera paraban, seguían de largo.

Quizás el happening más famoso que realizaras fue La Marabunta (1967), una metáfora sobre la antropofagia que consistía en la escultura de un gran esqueleto femenino cubierto de comida donde las hormigas gigantes eran los propios espectadores...

–Fue una pieza muy significativa que realizamos en el foyer del teatro Coliseo durante el estreno de la película Blow-Up, de Antonioni. Mi intención era ponerlo en la vereda de, por ejemplo, el Bellas Artes, pero pregunté en varios lugares y en todos lados me dijeron que no. Hasta que Clemente Lococo, dueño de varios cines (incluido el Coliseo), aceptó y me dijo esa frase mítica que repito tanto: “En Argentina, nunca pida permiso, señora. Usted haga nomás, que ya después se arregla uno de alguna manera”. Medio año habíamos trabajado en La Marabunta, obra que implicó un gran despliegue, con música electrónica, cotorras vivas en el cráneo, palomas pintadas con colores fosforescentes en el vientre. Cuatro docenas de bananas le caían de la cabeza y sándwiches, tortas y todo tipo de comida revestían el cuerpo. Para filmar el evento, Aldo Sessa, entonces director de Laboratorios Alex, me recomendó a un muchacho para que oficiara de cameraman y filmara el proyecto, y ese muchacho era Raymundo Gleyzer. Después editamos juntos ese material y ahí me empecé a entusiasmar con el cine, a partir de la edición de ese hecho cinematográfico. Fue entonces cuando empecé a filmar. Yo tenía una cámara de 16 mm a cuerda, casera, que también usaba Marie Louise. Después se fue armando un grupo de gente (nota de la redacción: Claudio Caldini, Horacio Vallereggio, Juan Villola, Juan José Mugni) que llegamos al Súper 8 filmando cada uno por su lado, pero proyectando juntos, prestándonos equipo, asistiéndonos los unos a los otros. Como Marilú (Marie Louise Alemann) trabajaba para el Instituto Goethe presentando películas de Fassbinder o Wenders, entonces se interesaron por nosotros y nos prestaron una sala para proyectar, lo cual implicó una gran protección porque estábamos en plena dictadura.

¿Entendían lo que hacían como un gesto político?

–Yo personalmente no. Estaba como sonámbula de mi vida en aquel entonces; hacía lo que hacía sin ninguna dirección. No estaba politizada ni militaba para un bando ni para el otro. Estaba en una tierra de nadie haciendo cine marginal, underground. Creo que mi necesidad partía de que la imagen, lo estático de la pintura, se empezara a mover; no tenía una idea ulterior más allá de eso. ¿Sabés cuándo surgió lo político? Cuando terminó la época del Súper 8 y mi grupo dejó de ser tal, yéndose cada uno por su lado. Entonces me quedé sola y pensé: “Esto tenía una intención más subversiva. ¿Cómo hago ahora que no hay nadie a mi alrededor que esté en esta militancia?”. Entonces entré en crisis, volví a los 16 mm e hice un par de películas narrativas, como Ana, ¿dónde estás? (1987), comprendiendo que claramente lo narrativo no era lo mío.

A fines de los ’70, comenzaste a graffitear las paredes de San Telmo con frases en una innovadora intervención pública que poetizaba el espacio ¿No te daba miedo de que te pescase un militar en pleno acto y te reprimiese?

–No, porque no me veían. Yo era una mujer grande que se vestía como una señora e iba en su auto; como llevaba spray, a veces me bajaba y pintaba frases como “A veces todo brilla, todo” o “La vida es lo que nos pasa cuando hacemos otra cosa”. Lo hice durante un año sin que lo supieran ni siquiera mis amigos. Aunque no había graffiti en esa época, ni una sola pared pintada, pasaba el tiempo y nadie me comentaba nada; nadie se hacía eco. Hasta que un día los graffiti aparecieron publicados en una foto en la revista Mutantia, de Miguel Grimberg, bajo el título “Algo está pasando en Buenos Aires”. Ya visibilizado, no tuve la necesidad de seguir haciéndolo, aunque fue muy placentero mientras duró. Por lo solitario.

¿Creés que el hecho de que tu padre fuera pintor influenció en tu interés por lo visual?

–Absolutamente. Mis recuerdos de infancia giraban alrededor de su taller, del olor al óleo. Hacer pintura fue una manera de unirme a él, una añoranza del padre lejano que estaba en Alemania mientras yo estaba en Argentina. Ocurre que mis padres se separaron cuando yo tenía cinco años; entonces me fui de Berlín a Suiza con mi madre y, de allí, a un pequeño pueblo en Austria al pie de los Alpes. Yo tenía siete años y ése era para mí el paraíso –paraíso del que me arrancaron a esa joven edad para venir a Argentina–.

¿Por qué Argentina?

–Mi padre era mitad judío; mi madre no, pero era extremadamente antinazi, una especie de temprana hippie de las varias que había en Alemania por aquel entonces. Su idea era que nos quedáramos en Austria, en ese sitio que era una suerte de Bolsón, con campesinos y escritores conviviendo en una situación alternativa. Pero decidió que viniésemos a visitar a mi abuela (que vivía en Buenos Aires) por un año. Cuestión que estalló la guerra... y todavía estoy acá.

Según tengo entendido, hay un ramillete de Narcisas en tu familia, nombre bien peculiar y mítico...

–Sí, totalmente. Narciso era un nombre muy usado en el siglo XIX. Imagino que la primera Narcisa entró porque estaban esperando al varón que nunca llegó: la abuela de mi abuela, una criolla bien criolla llamada Narcisa Pérez Millán, que se casó con un alemán; de ahí la combinación que devino en ramas alemanas y argentinas.

Tu última película, largometraje de 2011 incluido en el compilado de mQ2, se llama El mito de Narciso. En tanto es una autobiografía imaginada que, desde la ambigüedad, explora lo que hubiera podido ser, ¿por qué decidís titularla con el nombre masculino?

–Simplemente para capitalizar el nombre. Y como yo quería hablar de que no hay identidad, de cómo todo se disuelve al final, el mito me venía bien.

En alguna oportunidad has dicho que Narciso no se ahogó por vanidad, que lo ahogó la sed de conocimiento. ¿Podrías explicar esa idea?

–Al mirarse, Narciso tiene la necesidad de conocerse y la imposibilidad de hacerlo hace que se acerque demasiado al agua del conocimiento y se ahogue. El problema es no creer en la imposibilidad, el problema es creer que sí es posible conocerse.

Si capturar una vida es posible, pero capturar la propia es imposible, como has declarado, ¿cuál es el sentido de embarcarse en un proyecto autobiográfico?

–Cuando se habla de la vida ajena, uno sabe que está poniendo ficción. En el caso de la propia, alejarse de los recuerdos es imposible. Como dice Rilke, sólo el animal y la planta están en el mundo; el hombre –como conciencia que mira– está enfrentado a él. Además, como está adentro y afuera al mismo tiempo, nunca percibe el cuadro en su totalidad.

Lo interesante de esta suerte de autobiografía es que el interlocutor, Alberto Félix Alberto, te cuestiona a cada paso: pone en tela de juicio tus postulados sobre la vida real y la vida virtual y se va creando una tensión muy peculiar en el relato...

–Eso fue espontáneo, porque a AFA le conté que quería narrar una vida inventada, más divertida; le dije que fantaseaba con la idea de qué hubiera sido de mi vida si me hubiese quedado en Alemania con mi padre en vez de venir a Argentina con mi madre. Entonces él me respondió: “No, Narcisa, eso me parece una porquería. Hay una vida real y hay heridas en la vida real. Tu vida es ésta, es la de acá”. Y me gustó que hubiera una polémica, una tensión inesperada.

Otro cuestionamiento interesante que se desprende del film es la respuesta que das a las preguntas kantianas –¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo esperar?–. A las tres respondés de la misma forma: “Nada”...

–En la mirada que tenemos sobre el mundo y sobre nosotros mismos hay una tierra de nadie. Yo –como ser consciente– miro hacia el mundo y me miro también al espejo, y, entre medio, hay un trayecto, un espacio, un algo que no está colonizado: la nada. La nada es el gran enigma que intentamos rellenar todo el tiempo con creencias.

Además de El mito de Narciso y otros films, el compilado de la editorial incluye un corto de 11 minutos que filmaste en Súper 8 en 1983, Ama-zona, donde las imágenes evocan a una mujer que se corta el pecho y trasfigurada toma nuevas armas. ¿Qué te motivó a involucrarte con tópicos como la imagen femenina y la mutilación?

–La historia de la mutilación de lo femenino para llegar al combate y convertirse en mujer de arco y flecha siempre me ha resultado atractiva. Además, la mutilación es algo que sucede todo el tiempo. Hoy mismo hablaba con una amiga sobre la gente joven que se perfora el cuerpo con aros y, por una simple tendencia, se presta a ese sufrimiento. Lo mismo ocurre con las cirugías. Lamentablemente, lo normal es que la cosa funcione así: mientras el hombre ataca al otro, la mujer se ataca a sí misma.

Quisiera repasar ahora otro de tus trabajos incluidos por mQ2, Aleph, corto que tiene la particularidad de la síntesis más extrema. Dura apenas un minuto...

–El Aleph es un film que realicé con material reciclado y edición de un minuto para un concurso que pedía esa extensión. Tiene que ver con la atracción de Borges por ese punto fijo donde está contenido el universo. La concentración me resultó tan atractiva que me entusiasmé con la brevedad y después hice una película de 30 segundos hablando de la velocidad del tiempo. ¡30 segundos! ¡Casi invisible!

Narcisa, ¿estás trabajando en próximos proyectos?

–Estoy filmando unas cosas nuevas que, sumadas a material de archivo, usaré para trabajar sobre el tema de las inscripciones. Aunque estoy muy al comienzo aún, la intención es hacer una película sobre la palabra. También tengo un proyecto pendiente para el que no consigo lugar geográfico, que se llama “Predicando en el desierto”; la idea es hacer una instalación sonora en medio de la Patagonia con frases antiguas de los mandamientos en hebreo, latín, griego... Y pronto voy a repartir mis Cartas a los Hombres, tomadas de un capítulo de un libro que escribí hace tiempo, Aigokeros. Volví a revisarlas hace poco, elegí algunas y, una vez que terminemos de imprimirlas, elegiré una librería donde ir y regalárselas al público.

¿Qué mensaje esconden esas cartas?

–Yo diría que es un mensaje de venganza primitiva, que responde a los arquetipos del marido, el amante, el nieto (aunque el caso del nieto sería más bien una alabanza)... Me pareció una manera sutil de vengarme de algunas relaciones. (Se ríe.)

Cambiaste las manzanas por palabras...

–(Se ríe.) Sí, sí, así es. Y serán unas cinco mil cartas las que distribuya en esta suerte de happening.

Y cartas a las mujeres, ¿no?

–Me interesó más ver lo masculino desde lo femenino, y desnudar al hombre como él siempre ha hecho con la mujer, revirtiendo la figura de la musa. Poder mirar una y no tener que ser la mirada finalmente es una revancha.

Buenas ideas
Victoria Sayago ha dedicado buena parte de su joven vida a la investigación, realización y docencia del cine y video experimental. Ganadora de la Beca Nacional del Fondo Nacional de las Artes en 2008 y directora con obra propia, en ella pensaron el cineasta Daniel Böhm y el fotógrafo Bruno Stecconi al momento de diagramar quién sería la curadora del primer número de la mQ2. Sobre la selección de las piezas de Narcisa, el trabajo en conjunto y el espacio de este género en Argentina, habla con Las12.

Victoria, ¿cómo surge la iniciativa de editar films seleccionados de Narcisa Hirsch?

–Daniel Böhm y Bruno Stecconi, directores de la editorial mQ2, tenían la intención de hacer una colección de cine experimental y, con esa idea entre ceja y ceja, me convocaron para pensar el primer número. Inmediatamente me vino a la mente el nombre de Narcisa, no sólo por su carácter de referente en el género sino por la necesidad de cubrir una falta, en tanto ninguna de sus obras estaba editada. Dejando de lado su costado performático e, incluso, su cine de ficción, nos abocamos entonces a su obra experimental e hicimos una selección cuidada que lanzamos en formato DVD con el bonus de un pequeño libro con textos críticos que abordan el trabajo de Narcisa, como el que escribe el ensayista Emilio Bernini.

El libro comienza con una introducción a tu cargo donde aclarás que el formato no reemplaza la experiencia intransferible de ver dichos films en pantalla grande. ¿Qué se ha perdido y qué se ha ganado en la conversión?

–Desde lo estrictamente tecnológico, Narcisa trabaja exclusivamente en fílmico durante mucho tiempo y eso se ve en su obra; hay un montón de recursos y un montón de expresiones desde el punto de vista estético que están directamente ligados a la especificidad del soporte. Este factor hace que visualizarlo proyectado en su soporte original sea realmente otra experiencia: es otra luz, otra profundidad de imagen, las superposiciones funcionan de distinta manera... Además, la sala oscura predispone a otro tipo de contemplación.

¿Dirías que esta iniciativa es un primer paso para comenzar a saldar la enorme deuda que existe en Argentina por su escaso material circulante sobre cine experimental?

–En nuestro país no hay estudios sobre cine experimental, apenas esbozos de intentar recopilar o contar, pero no mucho más. Es cierto que la tradición de este género en Argentina es muy chiquita, pero eso no explica que los intentos se queden en la anécdota y no profundicen ni en el plano poético ni en las posibilidades estéticas de este tipo de cine. Lo que pasa es que, desde el punto de vista del campo teórico, la teoría que ahonda el lenguaje cinematográfico clásico no sirve para hablar de este tipo de obras. Frente a ellas, se encuentra en un terreno completamente desconocido, donde los términos clásicos se vuelven fútiles; hablar de plano, por ejemplo, se vuelve fútil. De allí que sea necesario abordarlo desde la teoría del arte y la estética, desde otros lugares, porque el cine experimental llega con un modelo diferente al modelo de producción industrial –que es fácilmente enseñable porque responde a una estructura absolutamente prefijada, con reglas genéricas–. Todo lo que uno cree que es natural es un modelo; recién a partir del aprendizaje de desnaturalizar y desarticular ese modelo es más fácil ver cine experimental. Hay que desaprender para mirar algo que no tiene estructuras.

Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...