sábado, 27 de octubre de 2012

En la foto de contratapa la Demitrópulos se parece mucho a mi abuela Celia

Fragmentos de la novela Río de las congojas citados en la ponencia que acabo de terminar:

Para los verdaderos agentes del rey tan poderoso matar era distinto. No se les iba el pensamiento en extravíos desnaturalizados. ¡Gallegos infernales! No tenían su madre india como nosotros y no les pesaba de afrentar a sus mediohermanos. ¿Qué se les hacía a ellos matar quiloazas o timbús, o tupís o jarús, o cualquier suerte de nación? Cuando tendíamos los indios con el fuego de los arcabuces, ¿qué tanto venía sucediendo que la voz de nuestra madre lloraba dentro del corazón? Ella lloraba y nos malquistaba y hasta renegaba de nuestra condición. Para los agentes del rey quitar la tierra era distinto. En los despueces se aprende que las fragilidades de lo distinto se asientan en ese cofre interno que no reconoce señor por poderoso que sea, y más si se halla en lejanías. Así pues, desprendidos de las ataduras, distintos como éramos, nadando en dos corrientes, buscábamos el rigor de las afinidades. Cada amanecer es anochecer, cada sombra claridad. Cada hombre tiene su respuesta. Mucho polvo tragué, mucha lluvia me mojó. Ahora tengo como un libro adelante cuyas páginas volteo para atrás. Yo sólo sé leer figuraciones. El mestizaje no es únicamente un alboroto de sangre: también una distancia dentro del hombre, que lo obliga a avanzar, no sobre caminos, sobre temporalidades.



Siempre he tenido a las meretrices como madres huérfanas, medioángeles sueltas por el mundo para alegrar el corazón de los hombres, corajudas de soledades, dispuestas a brindar a cualquier hora, y a quien fuera, el perfume de su misericordia. Son gráciles cuando jóvenes, finas cuando envejecen. Más corre la vida en ellas, más delicadezas acopian, porque todas son señoras el sufrir y del mercar, y de ambos negocios mantienen libre el corazón.



El río pasa con su pasar recio y su soñar suave. ¡Válgame el cielo cuando pasa besando la barranca, recio como el hombre que nunca se embravece y másmente si reluce en el verdeo espumoso del camalotal! El camalote es su pensamiento florecido y flotante y por donde empieza a enamorar. ¿Este es un río o una persona de lomo divino, o es una fuerza que se le ha escapado de las manos a Tupasy, madre de Dios, o a Ilaj, o a mis ojos que ya no pueden espejear la tanteza de su cuerpo sin cuerpo? Rolando en mi canoa muchas veces se me viene con el cielo y me inunda el corazón. Si uno se llega con el mate a su vera comprueba que la vida se le ovilla y desovilla con el correr del agua, se desalma, queda puro huesos del pensamiento, sin carne sin habla, sin sueño en los ojos, y se siente irse en la corriente cuesta abajo, entre pescados y flores, arenas y cañas. Una vez ahí dentro, uno aprende a conocer la historia de sus abuelos comidos por los yacarés. Se entera de que su tata viejo tenía los pies rajados e hinchados como lo tuvieron su bisabuelo y su tatarabuelo y su más abuelo que todos, ése que principió el abuelaje; uno sabe así que ellos estaban siempre en el agua, buscando pescando hasta que el yacaré se los comía. Entonces, ¿no va a reconocer el espíritu de su principal, vagando por las islas del gran río –ya sin cuidado de la Porá del agua- persiguiendo al pacú cuando sube a comer frutos de varillas, y él va y lo ensarta con esas destrezas propias? Uno lo ve andar por el agua a su principal, barbirrosado, costillar seco, con ese encono en fijar el sábalo en los bañados, y emperrado en cazar nutrias y carpinchos, porque esa es la alegría que le enseñaron sus propios principales y que él me dejó. Alegría que consiste en estar alegre también en la tristeza. Alegría que ellos dejaron a mi madre, moza alegre en lo que recuerdo, de cantar aun en la muerte ocurrida por celos de un varón de mucho entrecejo y grandes pasiones, que resultó ser mi padre.”



El negro Antonio Cabrera, al verme tan ofuscado con la Descalzo, me calmaba diciendo que las mujeres, como los negros, como los indios, y hasta como nosotros los mestizos, estaban tan desvalidas que cuando veían el pan, aunque duro, lo mordían. No es que sea una diabla –decía-, es que es una mujer, y para más, pobre. Mujer, pobre y mestiza –seguía diciendo- ¿qué le queda sino como sanguijuela prenderse a la chacra? No la malquistes. Blas, compréndela. Son los hombres los que le hicieron mal.


Agregaba cosas, según su recuerdo y parecer, y según la necesidad. (…) Los hijos se criaron a la par del tiempo que iba aureolando el recuerdo de la finadita; se criaron viendo la tumba en el patio y cuya cerco cuidaba la madre. (…) Y fueron entrando en el mito, porque si otros tenían blasones ellos tenían su historia con una mujer que parecía hombre por lo valiente pero que fue una gran amante. (…) Cuando les preguntaban en dónde vives, respondían: en lo de Muratore; cuáles son tus bienes: una tumba; tu origen: una mujer heroica; tu patrimonio: el amor; tu postrimería: un recuerdo. (…) Cuando tuvieron su propia canoa cada uno de ellos, se internaban por un laberinto de islas, bajo el fragor del sol o de la lluvia, tratando de dar con esa madre mitológica que, no dudaban, algún día iban a encontrar.

viernes, 26 de octubre de 2012

Cegar los ojos imperiales




“Las transiciones históricas importantes alteran la manera en que la gente escribe, porque aquéllas transforman las experiencias y la forma en que la gente imagina, siente y piensa acerca del mundo en que vive”

Marie Louise Pratt. Ojos imperiales.

jueves, 25 de octubre de 2012

Moscas, cucarachas de prisa repugnante



Preferiría no responder

Por Julio Ortega
http://www.elboomeran.com/blog/483/blog-de-julio-ortega/



Margo Glantz llama “Moscas” a una serie de mensajes que recibe en su cuenta de Twitter. Lamentablemente, yo he comprobado que esos mensajes proliferan como las cucarachas. A la menor provocación se reproducen con una prisa repugnante.



He resistido la invitación repetida a abrir una cuenta en Twitter. No porque prefiera no responder para evitar prolongar la conversación; sino para defender, precisamente, la conversación. No sólo en español, pero en español con saña mayor, la violencia adversarial de los comentaristas es el refugio de las bajas pasiones.



Todavía algunos venimos de los tiempos del correo. Leíamos con admiración a De Quincey en “El coche de correo inglés,” y creíamos que el cartero era la última encarnación de Hermes. Por eso, al no aceptar que el mensaje electrónico sustituya a la carta, pusimos a prueba la amistad: dejamos de escribirnos para no rebajar la charla. Se decía que las amistades inglesas empezaban suprimiendo la intimidad, dejaban de lado las emociones, y terminaban abandonando la frecuentación. En cambio, hoy se podría decir que la cháchara electrónica es antihigiénica: fomenta la promiscuidad, promueve la desinformación, atenta contra la salud pública.

La germanía y la algarabía tenían su gracia robusta; Sancho Panza posteaba inocentes lugares comunes. La tuitería, por el contrario, suele ser casual, redundante y brutal. Ni siquiera es una forma popular del rebajamiento de la cultura letrada; es parte de la sobreproducción no degradable de la tecnología residual.



Esta licencia contra-comunicativa prolifera también en las secciones de comentarios que los periódicos y las bitácoras rinden a sus lectores. Claro que algunos protocolos vigilan la civilidad relativa de los comentaristas abusivos. Pero, ¿serán reales los comentaristas cuya identidad es un seudónimo de batalla? Debo reconocer que resulta fascinante el horror del habla de algunos neo-bárbaros. Su violencia nos hace preguntarnos, ¿cómo sería su país si ellos gobernaran? El protocolo debería exigirles mostrar la mano tras la piedra.



Por lo demás, todos los días un escritor de provincias se siente urgido a enviarte su novela completa por correo electrónico. Imposible acusar recibo sin someterse a las promesas de amistad eterna y correspondencia perpetua.



Pero lo peor del mal uso de la tecnología comunicativa no es la pérdida de los hábitos del diálogo, que debería empezar dando identidad a los hablantes en el valor del lenguaje; lo peor es el deterioro de la racionalidad social, dada la violencia del descreimiento como principio comunicativo. En pocas líneas, esos mensajes propagan las resignaciones del desvalor.



Una de las causas de la crisis actual es, en efecto, la pérdida del valor del lenguaje. La tecnología tendría que mejorar la comunicación, que es el camino a recuperar más de una opción, más allá de la ideología dominante de verdad única, banca única, y amarga mayoría.



Las opciones ajenas a esos extremos, deberían estar en los espacios mediadores de una razón, más o menos, ardiente.


[Publicado el 10/9/2012 a las 05:15

viernes, 19 de octubre de 2012

martes, 9 de octubre de 2012

No es vicio, es necesidá

No puedo estar sin interné en casa. Y Telefónica que dice que 20 días para arreglar el poste que es explotó en la esquina...

Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...