lunes, 25 de enero de 2016

Pirata espacial, egiptóloga, actriz, estrella de rock, novelista, dios, portero de edificio, profeta alienígena y cyborg, para empezar

Rita González Hesaynes



Rita, poeta contemporánea. Nació en Azul hace treinta años. Cuando sea grande quiere ser pirata espacial, egiptóloga, actriz, estrella de rock, novelista, dios, portero de edificio, profeta alienígena y cyborg, para empezar. Está creciendo. Aún no ha muerto.

¿Cuáles son los contextos de producción de tus escritos? ¿Tenés una rutina para ello?
No tengo una rutina. Considero que la escritura empieza en la cabeza, en cualquier parte –en el tren, en la ducha, caminando por la calle– y no siempre hay un teclado o cuaderno a mano, la cuestión es acordarme y anotar todo lo que pueda con lo que tengo a mano

¿Cuándo comenzaste a escribir? ¿Cómo describirías ese momento de incursión?
No recuerdo exactamente cuándo, sé que antes de empezar la primaria ya escribía con clara intención artística. Recuerdo haberme interesado particularmente en la poesía a los 11 años; leí y escribí mucho desde entonces. Mucha basura, por supuesto, pero fue una práctica increíble.

¿Cuándo sentís que un poema comienza a gestarse y cuándo lo das por terminado?
A veces empieza de una idea ya completamente formada, otras de una línea o una imagen que me deslumbra y vuelve todo el tiempo a molestarme, como un bichito. Entonces le doy espacio. Me pongo a disposición de ese bichito. Entro en otra realidad y mis alrededores se desdibujan. Me doy cuenta de que salgo del proceso de escritura cuando vuelvo a la realidad cotidiana. Ahí lo dejo descansar y luego (horas o semanas después), ya en un estado más 'cerebral', viene la corrección.

¿Qué lugar ocupa la corrección en tu metodología de escritura? ¿Les mostrás tus textos antes de terminados a otras personas?
Corrijo bastante porque soy muy obsesiva y trato de que el poema exprese lo mejor posible la idea o imagen central y, como si fuera poco, también quiero que el decir de ese poema sea bello. Como no le puedo pedir tanto al exabrupto inicial, lo visito varias veces, lo leo en voz alta, en voz baja, como sea, hasta entrar de nuevo en el universo del poema. Ahí sí, recorto los sobrantes, reviso la rítmica. Pero tengo que poder entrar. Si el poema no me deja entrar, no funciona, hay un problema ahí, que puede estar en mi receptividad o en el texto mismo (o en ambos!), entonces vuelvo a lo escrito más tarde o lo abandono.

¿Creés que influyen otras artes, como el cine, la fotografía o la música en tu escritura?
Muchísimo. Las artes plásticas y la música sobre todo. La compañía simbólica de David Bowie marcó con mucha fuerza mi proceso de desarrollo personal, poética incluida. Los viajes mentales y sensoriales a través del arte son una fuente constante de experiencia. Y toda experiencia va a parar al poema. Recuerdo haber escrito un poema –que encima me llevó más de un año– escuchando únicamente el álbum Alice de Tom Waits. En mi caso, además, tengo un amor profundo por las ciencias y soy consciente de que gran parte de mi imaginario proviene del discurso científico, de la divulgación, de noches enteras leyendo sobre teorías físicas o cosmológicas que a veces no llego a comprender pero generan reflexión, síntesis con otros saberes, epifanías. Todo eso que voy juntando: arte, ciencia, vida, recuerdo, fantasía, es pasto de la escritura.

¿Participás en lecturas? Sea afirmativa o negativa tu respuesta, ¿cómo ves la escena de la poesía en tu ámbito local?
Cuando me invitan, suelo decir que sí, pero la popularidad nunca fue uno de mis fuertes.
Hay un crecimiento innegable de la poesía en la arena porteña, a juzgar por la cantidad de eventos y de espacios culturales que abren las puertas a disciplinas con tanta mala fama comercial como la poesía. Por suerte ahora prolifera mucha gente que escribe. Me gustaría poder decir que también hay mucha gente que lee, pero atengámonos a los hechos. Sin embargo, el que se le preste más atención a la poesía hace que haya más poetas, de los cuales algunos, con suerte, saldrán buenos. Mientras tanto, también con suerte, el que escribe cataliza, practica, se sensibiliza, aprende, presta atención. La poesía puede ser una herramienta formidable para la exploración propia y del mundo, aunque hay que tener en cuenta que no todo ejercicio es necesariamente agradable para el oído ajeno. También quiero destacar la labor de las editoriales emergentes que, muchas veces a pulmón y de su propio bolsillo, trabajan para difundir a poetas que no forman parte de ningún canon. He ahí un buen signo de estos tiempos.

¿Participás en concursos? Si es así, ¿de qué depende tu participación?
En muy contadas ocasiones. Los certámenes me parecen más un termómetro del gusto del jurado que de la calidad de la obra. La discusión sobre si hay algo –y qué es ese algo– que trascienda el gusto individual o de la época es una cuestión que excede esta encuesta.
Como no soy principista consideraría participar en un concurso si el pez es gordo (guiño guiño). De algo hay que vivir.

¿Viajás o te movilizás geográficamente para participar en eventos poéticos? ¿Con qué frecuencia?
Solo cuando Jota (N. de la E: Se refiere al poeta Jotaele Andrade, que está a cargo del Festival Internacional de Poesía de Azul y anteriormente organizó el Bardo Poético en la misma ciudad) me invita, porque solo Jota me invita. Entonces voy, porque además aprovecho y visito a mi familia. Voy con la frecuencia con la que Jota me invita.

¿Cuáles considerás tus mayores influencias en este momento?
El clima. Wikipedia. La divulgación científica. Jota y Vero (N. de la E: Referencia a Verónica Barrionuevo) me leen mucha poesía suya y supongo que me influencian. Últimamente estuve frecuentando a Mary Oliver y tengo en el baño un libro hermoso de Anne Simpson al que, por obra y gracia de mi fisiología, estuve acudiendo con bastante alegría.

¿Cuál es tu postura respecto a los talleres literarios? ¿Participás o participaste en alguno, ya sea como asistente o como moderadora? ¿Qué podés referir sobre esa experiencia?
Siempre me mantuve apartada. Soy una autodidacta feroz. A robar se aprende en la calle. No creo poder ayudar a alguien a escribir mejor, es un camino tan personal que no quisiera meter mano ahí. A veces me gusta compartir lecturas sobre otros, eso sí, y para eso, cuando puedo, doy alguna clase en la universidad, escribo ensayos o directamente charlo con mis amigos.

¿Tenés algún blog, revista o medio de difusión de poesía propia o ajena online? Si es así, ¿cuál te parece que es su función?
Todavía no, pero reconozco que es muy útil para mostrar lo que uno hace o difundir obras ajenas.

¿Has publicado recientemente o estás por publicar? ¿Cuál es tu criterio para elegir una editorial a la que presentarle tus textos?
Me gustaría publicar alguna colección. Si pudiera elegir, diría que lo primordial es que me caigan bien los editores. Que amen lo que hacen. Después, que publiquen a otros que me hayan gustado. Que sean serios. Que se muevan y no se duerman en los laureles.

Como lectora, ¿cómo hacés tu recorte? ¿Leés contemporáneos, clásicos, ambos? ¿Qué otros géneros frecuentás?
Leo a los de siempre, a los muertos. Mi panteón es sagrado, y charlo más con Whitman, con Luca, con Olga, con Byron, con Shakespeare, que con mis contemporáneos. No es que no lea a los vivos, pero prefiero pasar tiempo con la gente que me entiende y me enseña y me enamora (independientemente de su actividad celular) que leyendo “para ver lo que se está haciendo ahora”. De los vivos, me gusta leer a los que admiro y tengo tanta suerte que algunos hasta son amigos míos. La prosa me encanta, sobre todo la literatura de imaginación –género fantástico, ciencia ficción, fantasy, nonsense, etc.–, pero también ensayos, tratados políticos, historia, memes, debates y estados ocurrentes de redes sociales, etc

¿Traducís? Si es así, ¿qué relación creés que tiene esta tarea con tu producción poética?
Sí, hasta de idiomas que no manejo (sic). Me gusta muchísimo traducir poesía en lengua inglesa. Por supuesto, si elijo traducir algo es porque me vuela la cabeza y, encima, como me obsesiono mucho en la labor, es muy difícil quedar indemne de su hechizo al escribir.

¿Creés en la función social, o incluso política, de la poesía?
Todo lo contrario. Pienso, como Wilde, que todo arte es y tiene que ser inútil, esto es, desprovisto de función extraestética. No creo que el arte tenga que ser ni hacer nada. La prescripción engendra servilismo. Sí considero que el arte puede provocar ciertos efectos, independientemente de su origen o intención. Efectos políticos, comerciales, lingüísticos, de cualquier índole. Pero nada de esto entra –ni quisiera que entre– en la definición del arte, que me parece un asunto exclusivamente estético.

¿Cómo imaginás a tu lector? ¿Pensás en una idea de lector mientras escribís, corregís o compilás?
El único lector que puedo imaginar soy yo. Si alguien más quiere leerme, para mí es un honor. Pero solo escribo para mí, para todos los que soy.

Algunos poemas:

Lo que pasa en el cielo

Vuela el pájaro y trae la muerte que viene del cielo,
aterriza el meteoro y trae la muerte que viene del cielo.
Nunca ha existido salvación,
comprendieron quizás los dinosaurios antes de extinguirse.
Miles de kilotones y milenios más tarde,
Sophie levantaba los brazos hacia el blitz en Whitechapel
como rezando entre luces navideñas,
entre petardos cada vez más feroces:
al amanecer todo el barrio un pesebre
donde la niña destrucción se presentaba al mundo.

Alguna vez el Sol va a tragarse la Tierra,
nada más natural hay en el cosmos. Si hay salvación
es la del cedro que reconoce sus vetas en la viga.

Lleno de sangre está el pájaro radiante
que sobrevuela para siempre Hiroshima,
lleno de posibilidades su graznido,
su mierda fungiforme, su prole de leucemia.
Prolifera en secreto el ave roc,
en Pakistán sus ojos, sus ojivas en India,
o el pájaro trueno de New Mexico
que ruge su atómica amenaza
en las profundidades del desierto
hacia todos los frentes extranjeros.

Vuela el dragón y trae la muerte
en canasta de llamas;
era sabiduría popular en tiempos
de la espada y de la hoguera.
Como brotes de magia acaecían las piedras,
las antorchas, las flechas encendidas
sobre las murallas, la maldición mecánica
de las catapultas y no llovía más que angustia
en los graneros. Tan hermosa, tan cruel es la llovizna.
Tantas balas llovieron sobre Bélgica
tanto napalm sobre los vietnamitas
tanto pesticida en el cereal pampeano
tantos cañonazos sobre la Costa de Oro
tantas manos tiznadas de esperanza
elevamos frenéticos cuando el peligro acucia.
Dicen los textos considerados santos
que cayó azufre ardiente en Sodoma y Gomorra
y el Diluvio aniquiló a las criaturas hijas del amor
y del instinto. Será que nunca ha existido salvación.
El dromon bizantino condenaba al infiel
en un incendio químico y aún hoy
los mesiánicos drones liberan sus Hellfires
sobre la piel del Islam

Vendrán desde la altura las langostas, los enjambres robóticos,
la inmigración marciana, los dioses ancestrales cefalópodos 
aliados en su hambre de un trozo de planeta,
sin contar el granizo, el huracán,
las tormentas eléctricas sobre las torres telefónicas
los vuelos kamikazes sobre las torres corporativas
Todo lo acontece sobre la bestia humana
la que da a luz y ríe y pela una naranja
la que contempla aterrada su destino
y alza la vista hacia la divinidad incomprensible
de la muerte.
Vendrán luego los cuervos y microbios
a actualizar la biósfera transformando felices
nuestra carne en arbustos de frutos amigables,
en el nogal que extiende, como Sophie, sus brazos hacia el cielo,
en sus nueces y en la ardilla mutante que devora las nueces,
en cada camada mejor que la anterior,
mas precisa, más hermosa de la hermosura verdadera.


En el laboratorio

Dice el biólogo
El microscopio me acerca al paramecio
las algas azulverdes
una comunidad entera de bacterias
que en la placa de Petri saludan a mi ojo.

Dice el protozoo con su voz silenciosa
Por el microscopio veo, pequeñísimo
un disco que se abre y que se cierra
que me contempla y acaso me comprenda
como un hermano separado al nacer
a quien reencuentro tantas eras después
tantas mitosis.


Tercer padre

en todas las familias hay milagros
y secretos funestos

incluso en ocasiones son el mismo

de tres padres nací
de papá, de mamá y del niño muerto
que duerme en la maceta del jardín
profundamente

ese hermano mayor
me acompañó sonriente
al umbral de la vida
como si hubiera ido
a un aeropuerto oscuro
a despedirme

había solo un asiento
en el ferry del mundo
y él dejó que yo, la hermanita
se sentara
y observara las nubes
el vientre fabuloso de mi madre
los perros en el pasto
los tractores

¿quién tuvo que quedarse para que yo naciera?
hace ya tanto tiempo que no estamos en la misma estación
hace ya tantas vidas
pero aquí nadie más ha de conocerlo
y nadie sabe cómo alzaría la vista
para ver los aviones
ni con qué decisión se abriría paso
en las calles terráqueas
ni con qué exacto método
comería su manzana

hija soy de los vivos y los muertos
y en mí cantan
todos los átomos que soltaron sus manos
de la gran ronda cósmica
para integrar el cuerpo que les habla

no me esperaba el río caudaloso
no me esperaba el trueno
no me esperaba el cura que me ungió
con aguas consagradas
yo misma no esperaba las caricias del aire
la traición de la isoca
el guardapolvo blanco contra el frío
la desnudez al borde de las lámparas

era a él que esperaban

de ese tiesto donde yace enterrado
brotó un tallo
y más tarde las hojas
aletearon al cielo
para sorber la luz

en ese arbusto terco y diminuto
contemplé desde niña la fuerza de mis brazos
dichosos con sus bíceps y epidermis y venas
y lo supe mi hermano

y en el embrión disuelto
en el lago de tierra
donde esa planta hundía sus raíces
vi a mi padre, el tercero
que recorre sonámbulo
pasillos de aeropuerto
de un universo trunco
para que yo cantara
entre los vivos.


Aria

levántate, amor mío
ven a la ventana
mira caer la lluvia sobre el pueblo
escucha estremecerse el ramadío
canta con todas las criaturas
el aria de la vida
déjame asir tu mano
es corto el día
pronto se aquieta el pájaro
una oscura fragancia se apodera del mundo
alguna vez contemplamos un rostro
y comprendimos la hondura de la muerte
el rostro del estanque
el rostro de esta lluvia
tu rostro entre los rostros todos
ninguno de nosotros ha de perdurar
y aquí tras la ventana
la eternidad entera se desnuda
para quien tenga los ojos del eterno

tantos cristales hemos fabricado
tantas lentes complejas
tantos caleidoscopios y vitraux
para filtrar la luz ilimitada

incluso entre nosotros
se levantan ventanas, amor mío

qué más puedo decirte
acércate, levántate
mira caer la lluvia
con violencia en el pueblo
y más allá silencio
y más allá galaxias
y más allá una oscura fragancia
se apodera del mundo
en todas partes está la eternidad para el eterno
y nosotros apenas una lluvia que cae
para el amor que observa en la ventana

qué angustiosas y bellas nuestras vidas
las historias, las artes que apañamos
para declamar nuestra existencia
–ah, la magna ironía–
qué más puedo decirte sino
ven, acércate, amor mío, a la ventana
mira caer la lluvia sobre el pueblo







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que sonríe cómplice de amor...