sábado, 31 de enero de 2015

Mi tren norteño

Mijita se llevó pal NOA tres ejemplares de Mi tren monoplaza. Uno lo dejó en la Biblioteca Popular de Amaicha, otro en un puesto de artesanos en Cafayate y el tercero dice que lo estuvieron leyendo su mejor amiga y otro viajero en el micro. No se avivaron de regalárselo al pibe y, como Lucía dijo que "NO sabía que estaba tan bueno", se lo quedó ella. (Tener que ir hasta allá para ganar una lectora tan cercana, je)

Primera radio feminista en Latinoamérica

soy
VIERNES, 30 DE ENERO DE 2015

La Petra feminista

 Por Raquel Olea *
Desde Santiago de Chile
Tal como Pedro lo dice en la presentación de su libro De Perlas y cicatrices, publicado en 1996, él tuvo un lugar destacado en la programación de Radio Tierra, de la corporación La Morada –primera radio feminista en Latinoamérica, proyecto pensado, dirigido y llevado al aire sólo por mujeres–. En ese prólogo Pedro hace un reconocimiento a ese espacio que además fue el primer trabajo estable que tuvo en su vida: “Han pasado casi dos años, desde que Raquel Olea y Carolina Rosetti me dieron un lugar en la programación de esta emisora de mujeres para que echara a volar estos textos en el espacio Cancionero, un microprograma de diez minutos, dos veces al día, de lunes a viernes, donde este puñado de crónicas se hicieron públicas en el goteo oral de su musicalizado relato”. Ya antes había participado en el congreso que La Morada organizó en 1989 con motivo de los cien años del natalicio de Gabriela Mistral. En esa ocasión, en el acto de inauguración, Las Yeguas hicieron sus performances de alumnas escolares, vestidas de jumper, dejando una manzana grande y verde en la mesa inaugural del Congreso, luego en la fiesta nocturna se lucieron vestidas de tutú... Me atrevería a decir que Pedro influyó en la transformación del PC en su relación con el género, desde su gran amistad con la secretaria del partido, Gladys Marín.
También recuerdo la venida de Beatriz Preciado por primera vez a Chile, donde ella con su discurso queer, trans, nómade, bollero, etc., enunciaba su desacuerdo con la identidad feminista y con el feminismo, sin querer ni siquiera tomar en cuenta a las feministas. Pedro la trató sutilmente (o quizá no tanto) de colonizadora, diciéndole que no podía hablar de feminismo sin conocer lo que el feminismo había hecho en Chile contra la dictadura. Nunca dejó de participar en las marchas antidictadura organizada por las feministas, ni menos en los actos del movimiento de mujeres organizados los 8 de marzo. Su amistad con las mujeres feministas de La Morada fue duradera y profunda hasta el final de su enfermedad, incluso la actual ministra de Cultura, Claudia Barattini, participó activamente en su funeral.
En el velorio de Pedro, que se realizó en la iglesia de la Recoleta (Recolita, le dicen) Franciscana, entre las guardias de honor del féretro y las banderas del PC que capitalizaron atrozmente el funeral, hicimos dos guardias: una de ellas fue de sus amigas escritoras feministas, donde estuvieron Nelly Richard, Carmen Berenguer, Soledad Bianchi, Kemy Oyarzún, Eugenia Prado, Eugenia Brito y yo, entre otras. Pedro estuvo siempre en las actividades del feminismo chileno y específicamente en el feminismo más radical, representado por La Morada.
* Escritora, académica, crítica cultural e investigadora

La película pornográfica más antigua


VERANO12 › RICARDO PIGLIA

La película


Posiblemente la película pornográfica más antigua que se conserve sea el clásico argentino El Sartorio de 1907. Esta cinta, y muchas otras realizadas por la misma época en Buenos Aires y Rosario, no estaban destinadas al consumo local, ni al popular, subrayó con lápiz rojo el comisario Croce, que fumaba, sentado en su sillón giratorio de sheriff, con una visera de mica verde en la frente para atenuar la cruda luz que iluminaba su mesa de trabajo en la oficina en penumbras mientras leía el así llamado Reporte Top Secret, y un ventilador de techo daba despaciosas vueltas con un suave zumbido siniestro.
Las cintas sucias eran un entretenimiento sofisticado para el disfrute de la clase acomodada del viejo continente, volvió a subrayar Croce y trazó luego un circulito sobre la palabra disfrute. El escribiente Lezama se esmeraba con el lenguaje, era su nuevo ayudante y, por lo visto, quería hacerse notar. Tres mujeres se divierten en un río y empiezan a acariciarse entre sí, siguió leyendo Croce. Un hombre vestido de “diablo” con cola, cuernos y bigotes falsos sale del follaje y captura a una de las muchachas. Filmada en las riberas de Quilmes, la película duraba veintiocho minutos. Es probable, aclaraba, prolijo, Lezama, que el título fuera una mala transcripción de El Sátiro, dado que la vista muestra a tres ninfas teniendo sexo al aire libre con un fauno.
El escribiente era un perfeccionista, o estaba muy asustado, sospechó Croce. El detalladísimo informe estaba escrito a mano con esmerada caligrafía porque Lezama, dedujo Croce, no había querido usar la máquina de escribir de la repartición para no comprometer a los oficiales de guardia. Siempre los grises secretarios de los pasillos interiores estaban mejor informados que los pesquisas que investigaban en la calle. El comisario andaba atrás de una película filmada en 1940 o 1941 pero su ayudante le había elaborado un expediente con una variada e inútil información histórica sobre la producción de las variedades eróticas que se filmaban –y se habían filmado– en la Argentina.
“Las exportaban en su gran mayoría, eso era lo más significativo”, pensó. Tal vez así convencían a las cabareteras y a las aspirantes a actrices a dejarse filmar: “No te preocupes, nena”, les dirían, imaginó somnoliento Croce, “son para mandar afuera, quién te va a reconocer a vos en Europa”. El comisario había visto fragmentos de cintas obscenas en los allanamientos a los prostíbulos de Berisso y Ensenada, en su época de oficial inspector, tal vez eran cintas extranjeras las que daban en Buenos Aires y eran argentinas las que exhibían en las maisons cochon de París. De lo contrario, se le ocurrió, más de uno podía llevarse la sorpresa de encontrar a su mantenida –o a su señora esposa– en la ardiente pantalla practicando la sodomía con un marinero senegalés. Como en un sueño se vio entrando por los pasillos de los clandestinos de la vieja Recova para irrumpir en los saloncitos privados donde sorprendidos hombres maduros con los pantalones en los tobillos, acompañados por susurrantes pupilas en déshabillé y ligas negras, “calentaban los motores” (según la jerga) mirando las viciosas imágenes de dos hombres con una mujer –o de dos mujeres con un hombre– reflejadas en temblorosos lienzos blancos tendidos sobre las paredes encristaladas. El proyector seguía encendido en la penumbra, los hombres no se miraban unos a otros, las chicas se amontonaban tranquilas en un costado, vigiladas por los sufrientes agentes uniformados, mientras la cinta golpeaba, slam, slam, contra la bobina que seguía girando, y el comisario prendía la luz y pedía documentos. Hacía ya muchos años de eso y los allanamientos tenían siempre por objeto a un pez gordo, un juez, un senador, un capitalista de juego, al que no se podía encerrar por otra cosa que no fuera por exhibicionismo y ofensa al pudor.
Pero ahora el asunto era distinto, algo más grave, súper secreto, ligado a la disputa de Perón con la Iglesia Católica y a los rumores de golpe de Estado que agitaban el ambiente. Lo habían trasladado a esa oficina anónima en los altos de la galería Rocha, en La Plata (Eva Perón se llamaba la ciudad en aquel entonces), en la segunda semana de febrero de 1955. Uno de sus informantes tenía el dato, pero estaba tan aterrorizado y tan decidido a hacerse millonario con la película en cuestión (si no lo mataban antes para robarle el negativo) que había desaparecido de los lugares que solía frecuentar y exigía condiciones estrictas para cerrar el trato. El hombre, conocido como el turco Azad, había mandado a decir que sólo trataría el asunto con su “amigo” el comisario Croce. No daba datos, decía que la había visto por casualidad (“de pedo”, mandó a decir con su habitual tono campechano) en una casa de putas, en Siria, a fin de año, mientras pasaba las fiestas con sus parientes en su pueblo natal. Adujo que era un material explosivo y que había comprado carísimo el negativo y la única copia existente y había tenido que adornar buenamente a los tipos de la aduana para entrar sin problema los rollos de la película. Iba de frente el turco Azad, hacía ver que era un negocio sucio y que él tenía el as de espada, el siete bravo y todos los colores del palo que hicieran falta para copar la parada. Era un amigo incondicional de sus amigos, un hombre del movimiento peronista a quien el azar lo había puesto en la emergencia de ayudar a la nación. “A cambio de una jugosa paga”, completó Croce, que conocía bien al peje y sabía lo arisco, despiadado y difícil que era y también lo simpático y entrador que solía ser, capaz de encandilar a un ciego con su encanto. Croce estaba preocupado por tener que ocuparse personalmente de un asunto tan oscuro. Con el debido respeto el escribiente Lezama disentía con ese parecer y recomendaba apretarle las clavijas al turco antes de cualquier trato. “No se preocupe –le dijo Croce–, conozco bien a ese individuo, a mí no me va a mentir.”
Mientras se iniciaban las negociaciones, para tirar una cortina de humo, Croce había ordenado una batida por las cuevas y los estudios clandestinos y los telos donde se filmaban esas piezas con jovencitas ambiciosas y veteranas coristas del varieté. La clave de este tipo de film eran las mujeres, las actrices o las figurantas filmadas siempre a cara descubierta y a cuerpo entero en posiciones bestiales y provocativas, ya que este material está masivamente destinado a los varones.
Croce recapituló la situación: estaba a cargo de una vaga investigación sobre un presunto chantaje a un “alto dignatario” y lo habían destinado a la sección de orden político. ¿Quiénes estaban al tanto del asunto? ¿Y de qué se trataba? Lo rodeaban tipos turbios, bichos encubiertos, servis, topos, hasta su escribiente podía ser un agente de inteligencia. Trabajaban con rumores, que ellos mismos filtraban o desmentían, pero en este caso lo más importante era el silencio absoluto: el trascendido era el peligro máximo, nadie sabía a quién pensaban chantajear, pero sólo imaginarlo era un peligro. Había mucha información disponible: conversaciones telefónicas grabadas, prolijos seguimientos a políticos de la oposición, soborno a periodistas, censura de prensa, pero se abría un agujero negro respecto al sujeto en cuestión. No había un eje definido, ningún objetivo concreto, y –según el juez– el comisario tenía sólo veinticuatro horas para subsanar “el inconveniente”.
Meditaba entonces Croce, apretado por el tiempo y la responsabilidad. Incluso en un momento pensó que podían querer chantajearlo a él. Hacía años que mantenía una relación clandestina con una mujer casada. Se había enamorado de ella cuando la mujer ya estaba viviendo con uno de los hombres más poderosos de la provincia. A veces pensaba que uno de los chicos de ese matrimonio –Luca– podía ser hijo suyo. Ella era demasiado libre y ardorosa para que esas filiaciones la preocuparan. Bastantes problemas tengo con mantener una relación clandestina con un policía, le decía la Irlandesa. “¿Los habrían filmado en el hotel de la ruta?”, pensó el comisario. “¿Había escuchado algún zumbido sordo, como el vuelo de un moscardón, de una filmadora atrás del espejo falso sobre la cama del cuarto del hotel?” Desvariaba, era demasiado perfecto pensar que le habían encargado una investigación para que descubriera que el culpable era él. Si entendía mal el mensaje del oráculo estaba frito. Primero tenía que formular el enigma de la Esfinge, para luego ver si podía resolverlo. Mejor dicho, si él mismo podía imaginar el enigma planteado por la mujer con cara de gato (o de pájaro o de tortuga, asoció al voleo) es porque estaba resuelto. “Edipo perdido como turco en la neblina”, dijo en voz alta Croce, para joder un poco y reconfortarse.
En definitiva, Croce tenía que plantear el problema y definirlo, es decir, clasificarlo. Posible chantaje a un alto dignatario con una película pornográfica filmada en la Argentina para exportar. Se fue con el pensamiento por el campo entre la niebla, los alambrados brillaban como rayas blancas en la tierra oscurecida. Si seguía esa línea metálica en la neblina, ¿adónde iría a parar? Quizá la hilera de alambre que cerraba el potrero para terminar entonces metido en una jaula de siete hilos. Dejó que se le espantaran los pajaritos en la cabeza y empezó a volar: “La respuesta a una pregunta que no se sabe –se dijo– debe ser repentina y rápida como una aparición, no será evidente pero debe ser definitiva”. El era un pájaro migratorio, había aterrizado aquí en la sección especial, casi no le hablaban, eran furtivos y misteriosos, todo estaba encerrado entre cuatro paredes, pero tenía derecho a franquear el límite. “¿Por qué no?”, se preguntaba Croce. “En este asunto no hay nada más allá.” Afuera no se puede ir, o sea que el asunto está adentro. El espacio lógico del discurso fáctico estaba cerrado y en el exterior sólo existe la neblina. Pero si el límite era infranqueable era porque existía –o debía existir– un secreto que cerraba el paso.
Se levantó y se acercó a los ventanales: afuera estaba la Plaza Rocha, se veían los faroles de luz amarilla, el edificio barroco de la Municipalidad, un ciclista que avanzaba por la calle pedaleando con displicencia. Se trataba entonces de un secreto, no de un enigma: alguien escondía algo –una información, más que una película– que ofrecía negociar o, mejor, vender. No era lo mismo revelar un secreto y encontrar un objeto. El mismo Croce de chico había visto las revistas prohibidas que se vendían bajo cuerda en los quioscos del bajo: venían envueltas en una cartulina negra y lo que había adentro podía ser o no lo que uno esperaba. Ver a una mujer haciendo el amor con un hombre. No era lo mismo estar con una mujer que ver a esa mujer haciéndolo con otro. Aunque pusiera un espejo, no era lo mismo. La Irlandesa también lo sabía y a veces para excitarlo jugaba con esa idea, levantarse un peón en la chacra y traerlo al hotel de la ruta para que él pudiera por fin verla gozar con un hombre. Se alejó de la ventana y empezó a pasearse por el pasillo interior de la oficina, entre los archivadores y los muebles. Si estaba obligado a permanecer en el interior del problema, encerrado en sus límites, necesariamente la solución debía estar en una necesidad fáctica exterior, pero no ajena. Croce estaba muy concentrado, casi como un ajedrecista que buscara –antes de mover sus piezas– revisar todas las alternativas y jugadas posibles hasta encontrar la salida salvadora que rescatara a su Reina en peligro. “¿Por qué la Reina?”, se dijo, como iluminado, Croce. “Porque es la pieza más poderosa.” Sin embargo a esa altura del match, con el reloj corriendo solo de su lado, la Reina estaba muerta. Estaba perdida, había que ganar sin ella, por ella, por el peso de su ausencia, porque mientras estuvo viva mantuvo a raya a los contreras, arrinconados contra el alambrado. Perder la Reina no quiere decir jugar sin ella. Entonces, dedujo, la Reina está muerta, pero la partida, desesperada y todo, está viva. La partida, pensó literalmente, es decir, el comienzo. ¿Qué hay al comienzo? Una película pornográfica filmada en 1940 o 1942, o 1943 (antes de 1945, subrayó mentalmente), quizá para exportar. Entonces por fin comprendió claramente la situación. Un chantaje no es un gambito, es un enroque, mejor un trueque. Así pues la explicación de la necesidad de respetar los límites era la causa del dilema. El que estaba siendo chantajeado –o estaba a punto de ser chantajeado– era el más alto dignatario del gobierno. Y el chantaje no era el contenido de la película sino su existencia misma: poder decir que alguien tenía –o había visto– esa cinta era el chantaje. Con eso bastaba. La carta robada, pensó. Pero esta vez el amenazado era el ministro. El ministro, del Interior. Por eso no había nada afuera.
–Una cinta de ésas –dijo el juez a cargo–. Hay que encontrar el negativo y quemarlo sin que nadie lo vea. Era un caso de chantaje, pero nadie conoce el contenido del anónimo –dijo–, porque es como un anónimo... –aclaró–. La producción de películas clandestinas era un asunto de trata de blancas –dictaminó el juez. Las mujeres son obligadas a hacer eso por dinero, de modo que la producción, o el tráfico de esos materiales, estaban penados y él –por ser el juez– podía extenderle una orden de allanamiento contra quien hiciera falta. Era un delito federal –aclaró. Le asignaron como escribiente a Lezama, un pesado de los servicios de informaciones que de inmediato se declaró admirador de Croce y de sus métodos de investigación.
–Vea, Lezama –le dijo Croce–, el asunto en la superficie es sencillo, uno de mis informantes tiene la película y quiere negociar conmigo. Usted sólo debe preparar esa reunión en las condiciones que esta persona proponga y llevar en una cartera de mano el equivalente al doble del precio que el ministro imagina que debe pagar. De todo lo demás me ocupo yo.
El turco Azad era un hombre jovial, un bromista de sonrisa rápida y ojos huidizos que empezó de muchacho vendiendo baratijas con un sulky por las chacras y terminó dueño de El Sirio, el mayor almacén de ramos generales de la provincia. Un enorme salón que ocupaba casi una manzana en el centro del pueblo, donde vendía desde avionetas para fumigar campos o cosechadoras Massey Ferguson hasta agujas de enfardar y profiláticos Velo rosado. Era una figura respetada en la política del distrito y su extensa población de clientes empadronados en sus famosas libretas de fiado y consignación eran todos –como decía Azad– “leales y pampeanos” a la hora de votar. De hecho, solía decir el turco en las interminables y pesadas partidas de monte criollo en el almacén de los Madariaga –donde se habían apostado y perdido cosechas enteras y tropillas de un pelo–, Perón había armado a finales del ’45 en tres meses una organización política nacional apoyado en las redes y los favores de los comerciantes sirio-libaneses que habían abierto caminos en todas las provincias uniendo pueblos olvidados, vendiendo de puerta en puerta su mercadería en los rancheríos, en los puestos de las estancias y en las pulperías. “Basta ver –decía el turco siempre entonado y seguro– la pila de nombres árabes que hay entre los cuadros prominentes del movimiento.”
Cuando al fin se encontraron en un departamento de paso, alquilado para el encuentro, en la calle Sarmiento, en el centro de Buenos Aires, Azad apareció igual a sí mismo a pesar de la tupida barba negra que le borraba la cara y del elegante traje gris de saco cruzado con el que había querido camuflarse y pasar de-sapercibido. Estaba más flaco, los ojos ardidos, y se lo veía a la vez acorralado y eufórico. Croce le pidió a Lezama que los esperara en la antesala, y él mismo cerró la puerta de doble hoja y cuando estuvieron solos encaró directo al asunto.
–¿Es ella? –preguntó.
El turco suspiró teatralmente y empezó a negociar con el ímpetu y el cuidado de quien está a punto de venderle el alma al diablo.
–Noventa y cinco seguro, sobre cien. Es una fellatio, comisario, y eso no se puede fingir. Las penetraciones –dijo como si estudiara la venta de una gargantilla de diamantes– se pueden trucar, sustituir los cuerpos, pero la cara... es ella, pobrecita.
–¿Pobrecita? –dijo Croce.
–En aquel tiempo, recién venida a la ciudad, en manos de los buitres del ambiente... usted sabe los cuentos y las versiones que corren, la han obligado a cambio vaya uno a saber de qué enorme necesidad que ella adeudaba o quería... Pero mire –dijo, y abrió un viejo ejemplar de la revista Radiolandia–. Acá le han hecho una sesión de fotos en un estudio para anunciar su debut como actriz de reparto. Si se fija luego –dijo como si escupiera algo asqueroso de la boca– va a ver que tiene el mismo peinado, trencitas, el flequillo, la boca pintada en forma de corazón. Es ella –sentenció.
Todo era demasiado irreal y demasiado atroz y Croce sintió que de nuevo se iba, que estaba otra vez perdido en la neblina del campo, tanteando en lo oscuro. Se levantó un poco mareado, pero decidido a hacer lo que tenía que hacer.
–Quiero verla –dijo.
El turco apagó la luz alta y dejó un velador prendido en una mesa baja. Al costado estaba el proyector, con la cinta ya colocada en la bobina, frente a una sábana blanca doblada al medio que oficiaba de telón improvisado.
–Gente complotada de los comandos civiles y dos oficiales de marina parecen estar al tanto y se han puesto con todo a buscar la película. Tienen el centro de operaciones en la base de Río Santiago y ya han andado rondando por el negocio y por mi casa.
–Turco –dijo Croce como si no lo hubiera escuchado–, dejame solo. El negocio lo arreglás con Lezama, él tiene la plata.
Azad prendió el proyector, una luz blanca titiló en la pantalla.
–Ya vuelvo –dijo Azad–. Sentate ahí.
Croce se sentó en una butaca de cuero, en la pantalla vio unas letras, sintió que el turco abría la puerta y volvía a cerrarla. “Estoy solo”, pensó, “lo que voy a ver me va a cambiar la vida”. La doncella viciosa, decía un cartel, y al pie del cuadro vio que el título estaba traducido al francés en letra cursiva.
Lo que vio era previsible y era un ultraje, era ingenuo y procaz y por eso era más deleznable y más siniestro; su mente alerta y preparada para descartar los detalles superfluos se obstinó en abstraerse de los actos que estaba obligado a mirar y se concentró en reconocer a la mujer, con el mismo rigor y el mismo pánico secreto con el que tantas veces se había visto obligado a reconocer cuerpos mutilados, torturados, muertos de un tiro o degollados con un rápido gesto ancestral. Esto era lo mismo, era como ver el matadero donde se desangran los animales y se asesina a los cristianos.
Para peor, mientras se sucedían las escenas se oía un murmullo musical y feroz en la pésima banda de sonido, con gemidos y palabras obscenas en español que se traducían abajo en un francés prostibulario. La muchacha era rubia y parecía ausente y enconada. El tiempo se había detenido y en la penumbra de ese cuarto impersonal, con los ojos abiertos ante la luz cruda que transmitía las conocidas y sagradas imágenes de un coito envilecido, sintió que había empezado a llorar, ni siquiera lo sintió, porque sus sentimientos eran opacos y confusos, apenas un dolor sordo en el costado izquierdo, pero comprendió que estaba llorando porque en la alcoba donde se desarrollaban esos actos triviales y repetidos infinitamente desde el principio de los tiempos había empezado a filtrarse la lluvia, todo se había humedecido temblorosamente y Croce tardó en comprender que eran sus lágrimas las que mojaban y borraban ese rostro de mujer luminoso y amado que llenaba la pantalla y entonces Croce comprendió que lloraba por la miseria y la maldad del mundo y por esa mujer a la que tantos habían amado como a una virgen.
–Pero no es ella –dijo–. No es ella, no puede ser ella.
“Esa no puede ser la señora”, pensó, aliviado ahora, sin dejar de llorar.
Hubo un fundido final, la luz blanca, cuya sola claridad era perversa, persistió sin imágenes y luego apareció la anhelada palabra FIN y todo terminó, aunque la cinta siguió girando, slamp, slamp, slamp, y golpeando en el vacío.
Atrás se abrió la puerta y Azad apagó el proyector y se acercó a Croce.
–Yo también lloré –dijo.
–Pero no es ella –dijo Croce sin secarse las lágrimas–. ¿Arreglaste?
–Todo pipí cucú –dijo el turco como si quisiera continuar con el tono soez de la película–. Este es el negativo y ésta es la copia.
En la cocina, en una bandeja de metal echaron alcohol y vieron arder el celuloide con sus muertas imágenes ignominiosas y pueriles.
“Si hubiera sido ella”, pensó Croce, “no hubiera importado”. Hubiera sobrevivido, como se aguantó tantas calumnias y miserias a lo largo de su vida, sin rendirse nunca. Y a la gente humilde no le hubiera importado y la hubieran amado igual, como Jesucristo amó a María Magdalena. Porque la cuestión no es lo que el mundo hace con uno, sino cómo uno es capaz de enfrentar el horror y el horror y el horror del mundo, sin capitular.
Por la ventana alta vio a Azad con un portafolio en la mano y a Lezama, flaco, cadavérico, tenebroso, que lo tomaba del codo y lo hacía bajar por la escalera. “No por el ascensor”, pensó, “por la escalera de servicio, como debe ser”.
Antes de irse, Croce tomó los restos quemados, las cenizas y las latas vacías y las tiró, por el incinerador de la cocina, al foso donde ardían los desperdicios no queridos de la vida.



 Por Ricardo Piglia

El cuento por su autor

El tema de este cuento era un mito urbano que se contaba en 1955 en las vísperas de la caída de Perón y también después de la Revolución Libertadora. Incluso se llegó a decir que en la Cinemateca Uruguaya iban a presentar la película para un grupo de periodistas extranjeros, pero Alfredo Palacios, que era el embajador en Uruguay en aquellos días, lo impidió. Ese relato, cuya sola mención era ya una calumnia, circulaba en mi familia e indignaba a mi padre. De golpe, de un día para otro, el rumor se disipó, pero me quedó el recuerdo y hace unos meses retomé la intriga y escribí la historia, como uno de los casos resueltos por Croce.
Empecé a trabajar en los relatos del comisario Croce al mismo tiempo que avanzaba en Blanco nocturno, la novela donde es uno de los protagonistas. Me gusta el hombre, por su pasado y por el modo delirante con que afronta los problemas que se le presentan. Lo veo como un personaje conceptual, una especie de señor Keuner, metido siempre en misterios y asuntos ajenos. Por otro lado es un descendiente directo del sargento Cruz que, como sabemos, se jugó por el matrero y desertor Martín Fierro (“Cruz no consiente...”). En esa línea Croce está emparentado y es colega de Laurenzi, de Treviranus, de Medina, de Lahore, que tampoco aceptan ni “consienten” el horror de una realidad criminal de la que forman parte y a la que están condenados a enfrentar.






 

Intensidad según Lemebel

soy
VIERNES, 30 DE ENERO DE 2015
ENTREVISTA INEDITA

Una tarde con Pedro Lemebel

En junio de 2012 la Petra recibió en su casa a Facundo R. Soto. El resultado fue una entrevista que no se publicó en ese momento, a la espera de un segundo encuentro que Lemebel fue posponiendo con evasivas y promesas de muchos más detalles jugosos. Aquí, algunas de las perlas de aquella charla que va del sexo lumpen al amor de madre.

1. Vengo a pedirle una entrevista

Me abrió la puerta un chico alto, moreno y con barba. Pensé que era árabe o brasileño, pero después me enteré de que era peruano. Detrás de él, Pedro. Inclinado como si quisiera espiarme, para ver cómo era, me miraba con la mano en la cabeza. Tenía un gorro, un pañuelo en la garganta y llevaba un pantalón violeta de pana. Hablaba en susurros y se esforzaba para hacerse oír. Me contó que la semana anterior le habían dado de alta después de la operación de laringe. Esa tarde iba a ser el primer día que volvería a comer. Llevé masas secas para tomar el té. Pedro, acercándose, me contó que él y Alfonso (el morocho de barba) no habían almorzado. Eran las cuatro de la tarde. Se metió en la cocina para ver cómo iba el pastel de papas. Pedro abrió el horno. El olor a carne llegó al living, donde yo me había quedado mirando los cuadros. Había cuatro: uno era un collage, con fotos, recortes y escrituras, muy dadaísta. Estaba hecho sobre una cartulina apelmazada por el tiempo, con manchas de humedad, pegado en un cartón enmarcado en vidrio. El que estaba al lado era una serigrafía plateada. Tenía a un hombre con cables en la cabeza. No podía sacarle la mirada a ninguno. Después, descubrí que había otro. Parecía un Liechtenstein auténtico. De hecho se llamaba así, y era el retrato de Liechtenstein, pintado con su técnica y color.
Cuando Pedro volvió al living le pregunté si era un original. Me dijo que no, que era un Liechtenstein pintado por un chileno. Volvió a la cocina y me llamó desde la oscuridad. Me preguntó si quería comer. Le dije que no, que un té estaba bien. Volvió a abrir el horno. Alfonso sacó la fuente y Pedro lo espolvoreó con azúcar. Regresamos al living y nos sentamos en el sillón. Sonaba un disco, en un tocadiscos con púa. Me preguntó por “las chicas”: La Noy, Marlene Wayar, Lohana. No sé cómo sacó el tema de la paranoia de los escritores. Le llamaba “paranoia” a los escritores que persiguen el reconocimiento del público, la crítica y sus compañeros, sin importarle nada. “Lo pierden todo, por el reconocimiento –me dijo–, nadie, a excepción de dos o tres en Chile pueden vivir de la escritura. Ni la Marcela Serrano –ya bajaron sus ventas–, ni siquiera Ricardo Piglia. Acá, la única que puede, creo, es la Isabel (Allende). Yo tampoco tengo el reconocimiento que debería tener, pero eso ya no me importa.” Después cambió de tema: “¿Cómo están las cosas allá? Es arriesgada la Cristina, arriesgada”, repitió sacudiendo la mano y dando carcajadas. Me preguntó por la ley de matrimonio igualitario y la de género, y en qué estado estaba el tema de la despenalización del “fasito”. “Vamos por buen camino, vamos bien.”
Le pregunté si Alfonso era su pareja. Me dijo que no, que era un amigo. Que lo conoció cuando lo esperaba en la puerta de un lugar donde él trabajaba, que caminaban charlando y así se hicieron amigos. “¿O me tengo que coger a todo el mundo?”, me preguntó molesto. Le dije que estaba de acuerdo con lo que decía, que “todavía existía el mito de la loca comehombres, pero que nosotros sabemos que tener sexo es fácil, lo difícil es encontrar amor”.

2. Las tres más fuertes

Después me contó que lo más fuerte que le pasó en la vida era lo que estaba viviendo en ese momento: la operación del cáncer en la garganta. “Es el segundo cáncer que me sale en el mismo lugar.” Después de la primera operación, el médico le pidió que no siguiera tomando alcohol, y él continuó tomando. Cuando el médico le preguntó cuánto bebía, ¿dos o tres copas de vino, por día?, Pedro asintió con la cabeza, pero en el fondo respondía: ¡tres botellas! Me preguntó si los escritores en la Argentina eran de hacer culto a la bebida. No alcancé a responderle que él se respondió: “No, eso es muy de los americanos”.
La otra cosa más fuerte, la muerte de su madre. Me dijo que desde que murió la mamá tomaba una pastilla para dormir y asimismo dormía sólo cuatro horas. Preguntó de pronto por qué había menos lesbianas, o si era que no hacían pública su homosexualidad. Me dijo que una amiga torta le había dicho que era porque los gays eran hombres y que también respondían al patriarcado hegemónico. Pedro dijo y ahora me repitió que era porque eran más cagonas.
Y la tercera, haber conocido el amor. Me dijo que fue hace poco, el año pasado, que hasta el momento tenía disociado el sexo del amor. Que estaba acostumbrado a tener sexo en lugares lumpen, debajo de un puente, en baños; siempre rápido y a escondidas, mi niño. “Yo no estaba acostumbrado al amor, ni hacerlo en una cama de rosas”, me dijo mirando el techo. El año pasado, Pedro estaba saliendo con un chico de Valparaíso que tenía 38 años y pintaba cuadros. Las veces que él fue a su casa fueron un desastre. Tenían que andar escondiéndose. El chico no quería que su familia se enterara de que andaba con otro hombre. Caminaban por calles poco transitadas, tenían que viajar en taxi, y cuando veían gente se cruzaban de calle, porque Pedro es una figura conocida en Chile. Tuvieron la mala suerte de toparse de frente con la hermana de su novio, y fue un momento de tensión. En lo sexual también eran un desastre. El chico quería sexo y Pedro, amor. Su novio empezó a ir a un psiquiatra, que le dijo que no era gay. Hasta ahí llegaron. Pedro no quiso volver a verlo. “Pero yo siempre fui un enamoradizo, pero esto fue otra cosa.”

3. Secretos en la infancia

Me contó que cuando él era chico vivió en un barrio alemán, en las afueras de Santiago. En su cuadra vivían los hijos de los mapuches y los obreros. Recordó a un grupo de chicos más grande que él jugando a la pelota. El que perdía tenía que hacerle la paja a otro, del equipo ganador. El juego iba creciendo y el que perdía tenía que darle un beso en la pija al otro. El no se enganchaba en ese juego porque –me dijo– los chicos con los que él jugaba eran más chicos. En silencio miraba cómo jugaban los más grandes. Le pregunté si él, después, cuando creció, pudo jugar como los otros chicos. Me dijo que sí, pero que las cosas que hacía las guardaba en secreto, mientras que los demás chicos lo contaban. “Las cosas ahora son taaaan diferentes de como eran antes... Antes, las mujeres no se la chupaban a sus maridos, ni lo hacían por atrás; para eso estábamos nosotrxs. Ahora todo cambió tanto... En una época, había teteras en la Biblioteca Nacional, en uno o dos lugares más y nada más. Pero Chile nunca se caracterizó por eso, como Buenos Aires.” Me preguntó si seguían existiendo las teteras de Constitución, las de los subtes, las de los McDonald’s. “Acá todo es muy distinto, ¿sabes? –me dijo–, ya casi ni hay taxis boys en la Plaza de Almas, como antes. Ahora todo es por Internet. Y si llamás a un taxi, de los que se ofrecen por Internet, no podés ni hablar dos palabras con ellos. ¿Sabés una cosa, mi niño? Los hombres no aman a las mujeres.” ¿Las quieren como madres?, le pregunté. “Los hombres aman a otros hombres, no a ellas. Por eso ellas sufren tanto y siempre están reclamando que los maridos las quieran. Porque no las quieren de verdad... Los hombres no aman a las mujeres”, volvió a decirme, y pensé en ir al baño para anotar la frase.

4. El almuerzo desnudo

Le pregunté si pensaba que existía una literatura gay. Me miró como fulminándome, se quedó un rato atravesándome con sus rayos. “Ese es un pensamiento falocéntrico, machista, pensar que hay una sola literatura y que gira alrededor de lo que esa persona cree que es literatura. Hay tantas literaturas, mi niño, como peluquerías para mujeres, y gays que salieron de la peluquería. Hay literatura para gays y literatura hecha por gays. ¿Por qué negarlo?” Mientras Alfonso ponía la mesa frente a la ventana, Pedro y yo llevábamos las sillas de la otra mesa. En el pequeño patio había dos columnas de yeso con plantas. Las plantas estaban ordenadas, muy prolijas, formando un semicírculo. Adentro, el piso de parquet brillaba. La mesa tenía un camino tejido al crochet. Me pareció que estaba sentado en la casa de mi abuela. Pedro se sentó enfrente de mí. Apareció Alfonso con un tenedor. “Nooo, ése no. Tráeme otro”, gritó Pedro como una loca histérica. El chico se fue y volvió con otro tenedor. El pastel de papa largaba humo. No era de carne roja, porque Pedro no come carne roja, sino de pavo. Todavía no podía tomar agua, “porque el esfuerzo de las cuerdas vocales con el agua es otro”, me dijo. Alfonso le trajo jugo. “Es más espeso, y hago menos esfuerzo para tragarlo”, me explicó. “Tampoco puedo tomar té, pero estamos pensando en comprar un vaporizador para fumar marihuana, porque si no puedo tomar agua menos voy a poder fumar. Es imposible. ¿Sabés lo que más me duele de todo esto? Que no puedo beber.”
–¿Y qué te da la bebida que la extrañás tanto? –le pregunté.
–Intensidad... Intensidad. Lo que me falta es intensidad.
Seguía hablando en susurros. Comía con ganas.
–Qué bueno es comer.

Yo, zorro; él, serpiente

Soy HALCÓN para los Celtas,y tu que animal eres ? Te identificas con la descripción?
ZODIACO ANIMAL CELTA
Los celtas honraban los ritmos de la naturaleza, y observaban las características de su entorno de acuerdo a la temporada. Al igual que para los nativos americanos, para ellos la luna llena de cada mes indicaba una personalidad especial. Tenían un zodiaco de árboles, uno de lunas y el zodiaco animal. A continuación se muestra una breve descripción de los rasgos de personalidad de los signos:
Ciervo
Del 24 de diciembre al 20 de enero.
El ‘ciervo’ tiene altos ideales y aspiraciones. Si desea iniciar un nuevo proyecto, pide ayuda a un ciervo. Este signo no va a ser disuadido de su visión. Es minucioso, paciente y su persistencia asegura sus triunfos. Cuando los demás se han rendido, el ciervo sigue, sin importar las barreras. Es orgulloso, y con razón, por su autosuficiencia. Actúa como dignos miembros de la nobleza o la realeza. Pero no es que se duerma en los laureles, por el contrario, cree en el trabajo duro y la justicia, y su integridad es su marca registrada.
Gato
Del 21 de enero al 17 de febrero.
De mente rápida y desarrollado ingenio, el gato posee el don del intelecto. Pero no sólo esta dotado de grandes capacidades de razonamiento, además tienen una habilidad especial para ver las verdades ocultas, es algo así como un “sexto sentido”. Su visión de las cosas es poco tradicional y puede proveer nuevas perspectivas e ideas frescas a un proyecto. También tiene una amabilidad y calidad humana que lo hace adorable. Aunque a veces pueda parecer distante porque le gusta estar al margen, observando todo. Sin embargo, su corazón está lleno de buenas intenciones. El gato también es muy creativo y necesita expresarse de una forma artística.
Serpiente
Del 18 de febrero al 17 de marzo.
Las serpientes siempre parecen relajadas aunque ocurran muchas cosas en su interior. Son curiosas y siempre están llenas de preguntas acerca de el mundo, y la gente que les rodea (incluso si no están preguntando abiertamente, en su cabeza están buscando las respuestas). Las serpientes son hábiles en la comunicación, y pueden ser muy persuasivas. Si les apasiona una causa pueden voltear el vecindario patas arriba con su entusiasmo y compromiso con su propósito. Las serpientes pueden ser espontáneas e impredecibles. Y a pesar de que son bastante flexibles, quieren que las cosas se hagan a su manera (¿quién no?). Pero si la presionan y se ve arrinconada se mostrará poco cooperativa.
Zorro
Del 18 de marzo al 14 de abril.
El zorro es increíblemente astuto y sabe cómo convencer con su astucia y su humor sexy. Lleno de ideas, vigor e inteligencia, el zorro es una fuerza indomable. Este signo lo llevará a unas vacaciones exóticas, pues siempre con él se viven aventuras increíbles. Tiene un don para contar historias, y cada experiencia es nuevo repertorio para sus relatos. Tiene un lado suave, pero no lo muestra con demasiada frecuencia porque está demasiado ocupado jugando y bromeando. Sin embargo, no duda en demostrar su lealtad, si es amigo del zorro, tiene un amigo de por vida. Muy enérgico y valiente, el zorro tiene un espíritu indomable
Toro
Del 15 de abril al 12 de mayo.
Fuerte, amoroso, estable y seguro, las características del toro. Al toro puedes recurrir cuando necesitas un hombro sobre el que llorar, opiniones honestas y consejos sólidos (en particular en las relaciones). Tiene una desarrollada intuición y puede detectar un mentiroso desde una milla de distancia. Debido a su desarrollada intuición, puede ser juzgado como malhumorado o sobre emocional. También es, francamente, terco. Tiene un gusto excelente, y un toque de elegancia y estilo en la moda y la decoración del hogar. Este signo es completamente digno de confianza y sabe cómo mantener un secreto.
Caballo de Mar
Del 13 de mayo al 9 de junio.
El caballito de mar es muy flexible y creativo. Es quien puede administrar tus finanzas o asuntos legales porque es infinitamente inteligente y recursivo . Además posee una memoria increíble. A veces es difícil de seguir su agudo razonamiento. También puede ser cambiante, pero siempre se involucra con mucho carisma. Esta persona es increíblemente versátil y se adapta muy bien en cualquier ambiente. El caballito de mar es adorable. Y le encanta ser adorado, por lo cual fácilmente corresponden el afecto.
Cuervo
Del 10 de junio al 7 de julio.
Este signo se asocia con la frescura, y la apertura a nuevas ideas y disposiciones. Por naturaleza cuidan de los demás y gustan de animar a sus amigos y familiares. Ellos mantienen la calma en medio de la tormenta. Es bueno tener reyezuelos con usted, pues si se encuentra en una crisis son ingeniosos, y mantienen la calma bajo presión. Ellos saben cómo conseguir lo que quieren y funcionan mejor trabajando solos. También tienen un alto sentido de la responsabilidad y la integridad moral. Buscan el equilibrio en sus vidas liderando el trabajo con la comunidad, pero en secreto desearían viajar al extranjero viviendo una vida de gitanos (esto, sin embargo, está en contra de sus principios).
Caballo
Del 8 de julio al 4 de agosto.
Poderoso y siempre en desarrollo, el caballo te dará una carrera por tu dinero. Naturalmente competitivo, y con razón. El caballo tiene mucho talento y la confianza suficiente para arriesgarse, en especial en los negocios. Tiene un sexto sentido para la estrategia y la navegación (este signo tiene una brújula interna misteriosa) . Es abiertamente agradable (e incluso coqueto). Hace grandes entradas, y sabe cómo demostrar estilo y autoridad. Se siente bien en posiciones de liderazgo, pero también puede ser un gran trabajador (siempre y cuando se le reconozcan sus talentos y contribuciones). Potencialmente testarudo, también se fortalece en tiempos de adversidad .
Salmón
Del 5 de agosto al 1 de septiembre.
El salmón suele sumergirse profundamente en sus aguas interiores en busca de inspiración, visiones brillantes y perspectiva de ensueño. Es naturalmente intuitivo aunque no suela aprovecharlo. Tiene una visión única del mundo que lo puede hacer uno de los mejores artistas, poetas o visionarios de su comunidad. Algunas veces se sumerge demasiado en su mundo y los demás no pueden seguirlo. Pero eso está bien, el salmón necesita ese tipo de profundidad, de aislamiento e introspección porque cuando vuelve a salir impresiona al mundo con su brillantez y visión. Es inteligente y sabe cómo conseguir lo que quiere, sin importar cuánto deba trabajar para lograrlo.
Cisne
Del 2 al 29 de septiembre.
Espiritualmente evolucionado, elocuente y con mucho estilo. Tiene gustos infinitamente exigentes y un ojo crítico para la belleza (incluso donde otros no la ven). Muy refinado y noble, a veces, el cisne es tomado como asocial. Pero no es así. El cisne es un amante que puede llegar a ser muy apasionado en las relaciones. Su “frialdad” viene de su refinamiento y compostura. Es un aristócrata natural. Exigente en los detalles y con ideas específicas sobre cómo deben hacerse las cosas. Si quieres a alguien perceptivo, organizado y con muy buen gusto, no dudes en solicitar a un cisne su opinión.
Mariposa
De septiembre 30 a octubre 27.
Este signo honra el concepto de “mariposa social”. Revoloteando de un amigo a otro, y siempre en contacto con sus seres queridos (son los que no se despegan del celular). No pueden evitarlo. Las mariposas son almas gentiles que no puedan amarrarse por mucho tiempo. Les encanta soñar, expresar nuevas ideas y hablar sobre sus planes con todos sus amigos. Estas personas alegran cualquier día oscuro con su alegría y su brillante personalidad. Son naturalmente simpáticos y nunca hacen daño a nadie intencionalmente. Por el contrario, hacen amigos con facilidad y les gusta ayudar. Las mariposas vienen a enseñarnos el significado de la juventud y la fascinación. Siempre es bueno rodearse de mariposas para recordar lo buena que puede ser la vida.
Lobo
Del 28 de octubre al 24 de noviembre.
Los lobos tienen un fuerte sentido de propósito, y harán lo necesario para cumplir sus objetivos, algo totalmente comprensible. Son audaces, valientes y suelen huir al compromiso. Son el héroe que quieres a tu lado en el fragor de la batalla. No dan marcha atrás ni se dan por vencidos. Otros se maravillan de su fortaleza interior. ¿Dónde encuentran la energía y los recursos para seguir adelante? Los retos los fortalecen y eso les da su resistencia. Tienen fuerte carácter y “honor” es su segundo nombre. Viven a veces la etiqueta de “lobo solitario”. Sin embargo, siempre se sabe a qué atenerse con ellos, y ellos se unirán a usted mientras que usted comparta su causa.
Halcón
De noviembre 25 a diciembre 23.
Rara vez vemos más atención y compromiso que el del halcón. Cuando este signo ve algo que quiere, va tras ello con una fuerza notable. Y si no está interesado en un proyecto vuela hacia otros horizontes. Se preocupa profundamente por la sabiduría, y con frecuencia se enfoca en compartir su conocimiento con los demás. Puede ser muy dador y generosa. El halcón tiene un agudo sentido del equilibro y navega por la vida con un “norte verdadero” interno que crea una integridad extraordinaria dentro de sí. Es de mente abierta y reflexiva. Para todo tiene una hipótesis y está fuertemente obstinado con su búsqueda del “norte verdadero”, pero esto no quiere decir que no pueda ser persuadido.

20 por Zárate

20 NOVELAS

DE CF


Hace unos días apareció en Facebook una dinámica fantástica: mencionar tus 20 novelas favoritas de ciencia ficción y etiquetar a 20 de tus amigos. La respuesta fue increíble: obras clásicas, rarezas, autores olvidados y/o menospreciados, discusiones sobre si las obras mencionadas cumplían con los requisitos para ser consideradas CF… En fin, todo un banquete para los aficionados del género y una buena guía para los que quieren adentrarse en ese mundo.

Una lista que sobresalió fue la del escritor José Luis Zárate, pues además de la riqueza de su selección, reseñó brevemente cada una de las novelas.

Por lo que, con permiso del propio José Luis, se las compartimos:

Por supuesto, incluye SPOILERS… Y como la memoria me lo dicta:

El Fin de la Infancia de Arthur C. Clarke

Una utopía triste. Un hermoso sueño de paz y felicidad roto por algo que no se comprende del todo, el destino, el tiempo. ¿Qué es el fin de los tiempos? Nada tan devastador como el fin de la isla que sólo desea crear arte. Clarke logra narrar en forma hermosa la desolación. No puedo dejar de releerla.

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Trilogía de Marte de Kim Stanley Robinson

Una aventura social, la creación de una sociedad nueva que no puede romper las cadenas con el pasado, una miríada de personajes encantadores y una oda al paisaje. Me encantan las aventuras y me encantan más las no-aventuras, los cientos de páginas dedicadas a pensar en cómo organizar el caos de mil intereses que chocan unos con otros. Hermosa.

CF2

Cita con Rama de Arthur C. Clarke

Una novela de preguntas sin respuestas. De escenarios sin sentido. ¿Qué sintieron los primeros exploradores ante las tumbas vacías de los faraones? Clarke logra transmitirnos ese estremecimiento. Una aventura espacial en donde el sentido de la maravilla está en cada página. Rápida, divertida, misteriosa.

CF3

Duna de Frank Herbert

“No conoceré el miedo. El miedo mata la mente. El miedo es el pequeño mal que conduce a la destrucción total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mí y a través de mí. Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino. Allí por donde mi miedo haya pasado ya no quedará nada, sólo estaré yo.” <<Letanía Bene Gesserit contra el Miedo>> En fin, yo estaba de parte de las brujas Bene Gesserit, pero ganaron otros. C´est la vie. Me fascinó enorme el diccionario de términos galácticos al final y los mil libros que escribió la princesa Irulan de la que sabemos sólo fragmentos. Y eso es lo padre, atisbos de historias más grandes. Me encanta.

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Un Mundo Feliz de Aldous Huxley

Creo que por los motivos equivocados… Oh, Soma, ¿donde estás? Cine de sensaciones, quiero sentir cada pelito de esa piel de oso que anuncias. El personaje principal, el Buen Salvaje, era una Drama Queen, y esa sociedad dedicada al placer más egoísta y cachondo me caía bastante bien. Recuerdo, sobre todo, la maravilla del montaje en la descripción en las primeras escenas. Aún me gusta.

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Matadero Cinco de Kut Vonnegut jr.

El tono lo es todo. Una maravilla estética en la presentación de cada escena. Triste, terrible, divertida. Oh, sí, el autor puede permitirse todos los excesos y todas las vueltas del mundo y no puedes más que seguirlo en este mundo tan realista como extraño. Novela experimental infinitamente divertida, melancólica, triste y extraña. Amo a Vonnegut y sus novelas.

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Mundo Anillo de Larry Niven

Extraterrestres descritos como: Un guerrero gato romano de 2 metros, un titerote de Pierson cuya ética está basada en la cobardía, un montón de efectos especiales, blockbuster de aventuras (o al menos yo así lo leí). Me encantó el vetusto mundo de chatarra que visita Luis Wu y su tropa y las relaciones inter-especies. En Star Trek me moría de la risa cuando se definían como representante de los humanos y aquí pasa lo mismo. Hablan como si cada especie fueran exactamente igual a cada uno de sus miembros, pero bueno… Un divertido placer culpable.

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Crónicas Marcianas de Ray Bradbury

Nada de lo que pueda decir puede superar esta presentación de Borges: ¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto, al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me pueblen de terror y de soledad?

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Carrie de Stephen King

Hablan mucho de las adaptaciones al cine, pero a mí me encanta la novela. Narrada como una crónica mass media. Fragmentos del Selecciones del Reader Digest, de libros, ensayos, reportajes. Un acontecimiento que rompe en dos la realidad tal y como lo narraría esa época antes del internet. Triste porque comprendes a Carrie y quieres que le vaya bien, que sea feliz. Es la derrota del patito feo, creció para poder entonar un canto final de cisne.

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10 Kalpa Imperial de Angelica Gorodischer

Para mí, una de las novelas (fragmentada en magníficos cuentos) más influyentes en mi obra (o eso quisiera pensar). Ésta es la épica del narrador de historias. Conocemos la historia del Imperio Más Vasto Construido por el Hombre, y a la vez somos testigos del poder de quien lo sabe todo: el relator. Un poder que no tiene que ver con Reyes e Imperios sino con los resortes ocultos y las historias secretas que deben ser conocidas. El cuento final revela que estamos en un remoto futuro, pero en realidad no importa. Es una maravilla de la técnica narrativa y la belleza del lenguaje.

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11 El número de la Bestia de Robert A. Heinlein

El tipo era un derechista absoluto, tan absoluto que su Opum Magnum, Tropas del Espacio, parece una parodia (oh, Ley Poe), pero, ah, qué bien escribía. No importa lo delirante de la trama, o que se fuera por las ramas más extrañas que uno pueda imaginar, lo narraba con el brío suficiente para que te cayeran muy bien sus personajes y no te dieras cuenta que ya habían pasado 500 páginas. Esta obra crea el Hamleinverso mediante una máquina que puede recorrer universos alternos incluyendo los imaginados por otros autores. Logra que empatices con los personajes y te importen. De caerte bien, en esta novela te cae bien hasta el auto donde van.

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12 Soy Leyenda de Richard Matheson

Historia melancólica del último hombre en la Tierra, desolada y terrible. Es una crónica de soledad y derrota. La épica de la Caída. Nada tienen que ver las películas con esta novela, en donde toda certeza se desmorona en tus manos. Así deben ser las novelas del Fin del Mundo. La escena final es magistral.

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13 Gente del Mundo de Alberto Chimal

Novela fragmentada en cuentos, of course. Antropología ficción, un atisbo de cosmologías, épicas, lógicas, éticas tan diversas como exóticas. ¿Qué tan infinito puede ser el mundo? Tanto como sus filosofías. Una maravilla, simplemente.

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14 La Amenaza de Andrómeda de Michael Crichton

Novela de CF que debe leerse ya como novela histórica. Un virus extraterrestre. La tecnología más moderna de 1970, prefigurando nuestro mundo. Capítulos breves y emocionantes. Se detiene a explicar un código binario, una impresora de puntos, las telas de papel. Aun así, esa idea del virus mortal y el contrarreloj de los científicos para detenerlo será muy influyente. Me encanta aún (y eso que la leí cuando era casi nueva).

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15 La Trilogía de H. G. Wells: La Guerra de los Mundos, La Máquina del Tiempo y Los Primeros Hombres en la Luna

Trinidad, Trilogía. Los Temas Fundamentales. Con H. G. Wells abuso de las mayúsculas pero es que no es para menos. No sólo son de lo que habla sino la impresionante forma en que lo hace. El horror de una guerra que no podemos ganar, el futuro que nos ha destruido a todos, la épica de un personaje-narrador que es despreciable. Sus novelas han influenciado de una manera tan potente que se puede decir que es el padre de la CF moderna. Sus mundos son tan potentes que han logrado romper nuestra propia realidad (radio mediante) en un par de ocasiones. Ni Tom Cruise puede hacerlo quedar mal.

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16 En las montañas de la locura de H. P. Lovecraft

La desolación absoluta de los polos, una ciudad Mary Celeste, pingüinos anormales, Lovecraft en su máxima expresión dando un atisbo de los abismos y la certeza de que estamos en un borde que se desmorona. Lo que más me gusta es que aun a los monstruos y criaturas aberrantes les llega el peso de tiempo y la muerte, el vacío y el páramo no son exclusivo de lo humano. Una joya.

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17 Tiempo de Marte de Philip K. Dick

Estamos asentados en la nada, e incluso lo único que nos decimos nuestro (nuestra soledad y nuestra memoria) pueden no ser ciertos. En ese mundo nebuloso donde la percepción puede significar otra cosa, los universos de Dick contienen abismos subjetivos infinitos. Una escena, de cientos, en esta obra: un alumno contamina las mentes de los maestros y la esquizofrenia avanza oscura sobre el colegio marciano. Terrible y hermosa.

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18 El fabuloso barco fluvial de Philip José Farmer

De la serie del Mundo Río, el segundo libro es el que más me gusta. La épica de los Escritores en un mundo donde toda la humanidad está presente al mismo tiempo. Los misterios del Porqué deben ser resueltos al mismo tiempo en que tratan de sobrevivir en un mundo donde toda civilización es posible y toda organización social puesta a prueba por el entorno. Todos los buenos están aquí y todos los villanos, los monstruos y líderes asesinos. Mark Twain arma su fabuloso barco fluvial mientras protagoniza un estado delirante con los más exóticos acompañantes. La serie empieza bien y acaba muy mal, pero esa épica de la supervivencia me encanta.

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19 Sadrac en el horno de Robert Silverberg

La vida en la corte del último imperio, tan corrupta como el mundo que se cae a pedazos y donde la rutina que incluye viajes subjetivos en el tiempo y biotecnología no le quita nada del vacío existencial. El doctor del Tirano recorre esos tiempos oscuros sin acabarse a decidir si la sobrevivencia de él mismo vale la pena. Lenta y sobrecargada, describe la Nada del Tedio y la costumbre del poder.

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20 Frankestein de Mary W. Shelley

La creadora indiscutible de la CF. Todo inició con ella. Su criatura no es la cosa bamboleante y monosilábica de Hollywood sino un Ángel Caído que puede devolverle el golpe a su Dios. Obra magnífica e iniciadora. Tan terrible aun como cuando fue escrita. Somos Víctor y la Creatura.

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zárate3José Luis Zárate (Puebla, 1966) ha recibido algunos premios nacionales y extranjeros, es autor de muchos libros publicados, muchísimos libros inéditos y más de 10,000 microficciones en Twitter.


Tomado de http://www.penumbria.net/20-novelas-de-cf/

Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...