Conocí a Piglia cuando dictaba un seminario sobre Julio Cortazar y el cuento en Puán.
Poco después me propuso hacer un comic basado en su novela La ciudad ausente. Le dije que hiciéramos una experiencia gráfica, antes que una historieta, dónde mezclaría diferentes lenguajes y técnicas, le gustó la idea y así trabajamos junto con él y Pablo de Santis en esa novela gráfica.
Hubo una primera edición argentina que publicó Océano-Temas , hoy agotada.
Varios años después se reeditó en España a través del Zorro Rojo, una edición corregida, prácticamente rehíce gran parte de los dibujos.
Nuestra amistad se fue construyendo casi sin darnos cuenta, habíamos nacido el mismo día con una diferencia de algunos años.
Muchas veces venían a casa con Beba, su compañera, o algunos otros amigos.
Recuerdo un homenaje que le hicieron en Madrid, parábamos en el hotel Las letras, había otros escritores, después de comer el se retiraba a su cuarto porque estaba escribiendo el discurso de cierre. Puedo ver el gesto que hacía con los dedos cuando se iba, era como que escribía en una máquina invisible. Llegó el día de su disertación. El lugar estaba colmado de público, se aproximó al taburete abrió la carpeta y comenzó su charla. Fue magistral!
Tiempo después me contó que ese momento fue catastrófico, porque al abrir la carpeta se dio cuenta que había olvidado en el hotel lo escrito durante esos días.
No hace mucho me regaló su libro El viaje de Ida, y me lo dedicó con gran esfuerzo, ya tenía mucha dificultad para escribir. Con cierto humor negro dijo que seguramente esa firma, valdría algún día una fortuna.
Recién me entero que partió, me cuesta creer en la muerte, prefiero aquello que dijo Macedonio Fernandez
"No sé si existe Dios y no admito que haya castigos y bienaventuranzas, pero creo firmemente que la chispa que arde en nosotros no puede ser aniquilada y que tiene un destino más consolador que la caza del oro."
Nuestra amistad se fue construyendo casi sin darnos cuenta, habíamos nacido el mismo día con una diferencia de algunos años.
Muchas veces venían a casa con Beba, su compañera, o algunos otros amigos.
Recuerdo un homenaje que le hicieron en Madrid, parábamos en el hotel Las letras, había otros escritores, después de comer el se retiraba a su cuarto porque estaba escribiendo el discurso de cierre. Puedo ver el gesto que hacía con los dedos cuando se iba, era como que escribía en una máquina invisible. Llegó el día de su disertación. El lugar estaba colmado de público, se aproximó al taburete abrió la carpeta y comenzó su charla. Fue magistral!
Tiempo después me contó que ese momento fue catastrófico, porque al abrir la carpeta se dio cuenta que había olvidado en el hotel lo escrito durante esos días.
No hace mucho me regaló su libro El viaje de Ida, y me lo dedicó con gran esfuerzo, ya tenía mucha dificultad para escribir. Con cierto humor negro dijo que seguramente esa firma, valdría algún día una fortuna.
Recién me entero que partió, me cuesta creer en la muerte, prefiero aquello que dijo Macedonio Fernandez
"No sé si existe Dios y no admito que haya castigos y bienaventuranzas, pero creo firmemente que la chispa que arde en nosotros no puede ser aniquilada y que tiene un destino más consolador que la caza del oro."
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