Me gusta ser genial. Lo que no me gusta es tener que dejar de poner cara de boluda y hacerme cargo.
Yo soy genial, tú eres genial, él/ella es genial. Tanto tanto que nos estarían faltando lámparas y gente que las frote.
Cuando no te hacés cargo de tu propia genialidad andás por ahí tratando de pescar lámparas mágicas o botellones en tus redes de pescador pobre.
Siempre tuve miedo de los deseos que pudiera concederme un genio tramposo y enojado.
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