Ayer fue un día perfecto. Estuve en casa con mis dos hijos, mi hija, mi nuerita y su panza. Se pelearon por comer o no carne, su prendió la parrilla, Magda renegó pero fue a comprar la carne, Rafa lavó los platos, Belu me trajo de regalito unas pulseras y una lechuza para el cuello, yo le tejí un saquito y le armé dos macetitas tejidas.
A la tarde miramos una peli en mi cama y tomamos mate con magdalenas.
Desde hacía dos semanas, desde el baby shower de Mile cuando lo vi por última vez, venía pensando en que ya no necesitaba mi tan reclamado "feliz día" de parte de Gustavo. Pensé en no dar señales de vida en 15 días a ver qué hacía, estuve bien, no lo extrañé ni lo odié, todo estaba en su lugar y en equilibrio. el jueves Magda lo llamó para que la lleve no sé dónde y dice que él le dijo que quería poner el auto a su nombre: es su modo de decir miren lo que estoy haciendo por ustedes, su modo de decir todo lo que tengo es tuyo, aunque me joda que no se haga responsable de sus cosas y yo le diga a magda, como le dije a él, que no queremos poner nuestro nombre y nuestro sueldo detrás de un auto que no sé sabe quién maneja, ni qué hace. Es mi modo de rechazarlo, ya sé, pero para eso me divorcié.
Ayer llegó por fin el bendito mensajito "Feliz día!", decía y me lo mandó dos veces seguidas (¿su modo inconciente de decir quisiera darte el doble de lo que te doy? ¿te estoy enviando dos veces todo lo que puedo enviarte?) , tipo 5 y media de la tarde. Ni un Pau, ni un nada. Se lo mostré a Ju y Belu, Julián dijo que las mujeres siempre queremos más. Y sí. A propósito se lo contesté dos horas después, hubiera puesto gracias, amor, pero solamente puse Gracias y una carita feliz. Fue más de lo que me dio él, o lo mismo. Me sorprendió no tener ganas de verlo, ni enroscarme con reclamarle que me debe regalo y abrazo, ni con contarle que me acuerdo que exactamente hace un año, dos días después del día de la madre, el 21 de octubre de 2014, lo llamé y me fui a su casa desesperada por coger y por hablar con él de nuestra vida, de la muerte, de mi poesía, de todo. Lo importante es que yo lo sé: que vivimos todo un año juntos, que esto es vivir "con él", que sufrí como loca, que tuve muchas de las cosas que fui a buscar y no tuve otras y me sobraron muchas cosas que no quiero nunca más en mi vida. Estuvo bueno y me perdono, hasta me felicito, el perdonarle todo pero sin aceptar todo en mi vida, el entenderle y justificarle las boludeces pero apartarlo de mí cuando cree que voy a dejar mi vida por él.
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