Humana vida animal
DESUBICADOS Por María Sonia Cristoff-(Sudamericana)-123 páginas-($25)
DOMINGO 07 DE ENERO DE 2007
"No, yo no quería libertad. Quería únicamente una salida; a derecha, a izquierda, adonde fuera", dice el célebre mono devenido artista de music hall (¿o era al revés?) de Informe para una academia , esa historia corrosiva y genial que Kafka escribió para homenajear y ridiculizar a un tiempo las teorías de Darwin. Desde un punto de vista parecido, con un humor sutil y una prosa que oscila entre la crónica periodística y la ficción, María Sonia Cristoff recorre en Desubicados (que forma parte de In Situ , colección en la que ya aparecieron libros en el mismo registro sobre las salas de cine o la playa) las parcelas del zoológico en busca de una evasión, un pasatiempo, algo que alivie sus largas noches de insomnio y su "resaca existencial".
Del simio al hombre, es sabido, hay unos pocos pasos. Y de un edificio de departamentos en San Telmo -donde comienza esta historia- al parque zoológico, también. Mientras fantasea con abandonar la ciudad, la mujer que habla enDesubicados transita ese corto trecho como si fuera la cara y contracara de un mismo problema: la incomunicación y el desamparo a los que se ven forzados los habitantes -hombres, mujeres y animales- de los grandes y asfixiantes espacios urbanos. Sus paseos por el zoo toman a veces el carácter de un divertimento; otras, el de una meditación ensayística. Y en otras, sobre todo en los segmentos más narrativos, se trata de una leve náusea existencialista, lindante con una pesadilla de atavismo animal.
Escrito en primera persona (una primera persona que es apenas la silueta de un yo vacilante y misterioso que raras veces se muestra al lector), el relato fluctúa entre el testimonio y la confidencia, apelando a lo autobiográfico con la misma espontaneidad con que recurre a revistas científicas y fragmentos de obras literarias que abordaron anteriormente el tema: el relato de Kafka mencionado al principio de esta nota, La vida de los animales de J. M. Coetzee y Crímenes bestiales de Patricia Highsmith, entre otros.
"Los animales desaparecen de todas partes; en los zoológicos, constituyen un monumento vivo a su propia desaparición", escribió John Berger en ¿ Por qué miramos a los animales? El hombre, que se ha colocado desde siempre en la cima de la pirámide biológica, constituye -si lo pensamos bien- una de las especies más vulnerables, ya que es la única que ha creado un hábitat (la ciudad) que terminará por aniquilarlo, como la maleza. Del mismo modo que esos monos observados por Maria Sonia Cristoff que "no chillan ni se rascan, no hacen ni un solo movimiento que no sea armónico", el desarraigo conduce directamente a la invalidez espiritual -la imposibilidad de actuar frente a las coacciones del medio en que vivimos-, y es una constante que atraviesa todo este original libro, ya sea bajo la forma de un exilio interior o de la más cruda marginalidad social.
Walter Cassara
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