- Tengo sed de esta agua – dijo el principito -, dame de beber...
Y comprendí qué es lo que él había buscado !
Levanté el balde hasta sus labios. Bebió con los ojos cerrados. Todo era agradable como una fiesta. Esa agua era más que un simple alimento. Había nacido de la caminata bajo las estrellas, del canto de la polea, del esfuerzo de mis brazos. Era buena para el corazón, como un regalo.
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