lunes, 5 de octubre de 2015
La leve Paula
Miedo de volarme por la ventana, como Pedro en ese cuento de Anderson Imbert o como Remedios la Bella y sus sábanas. Y él es un idiota remachado, que no entiende nada, que nunca vuela conmigo, que ni dos saltitos da, opaco, aburrido, triste, consumido por la rutina, el sinsentido y la merca. Pero cuando me mira de reojo, cuando me deja hacerme la linda delante de él, cuando podemos ser padre-madre-abuelo-abuela sin pelearnos, cuando me escucha del otro lado del teléfono todo lo que tan teatralmente le reprocho, me reconcilia con su función en mi vida: mi ancla, mi lastre (que alguna función tienen en la navegación), mi necesidad de normalidad pedorra, mi confirmación de que no soy un monstruo ni estoy loca, mi alegría de ser monstruosa y de estar loca.
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Lunes por la madrugada...
Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...
que sonríe cómplice de amor...
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