jueves, 6 de agosto de 2015
Madres, hermanas, cómplices
Hoy, que inicio mi seminario con Drucaroff, que me levanté llena de energía solar después de tormentón de anoche (llovió afuera, no yo, eh), sigo encontrándome con minas tan grandes como para sostener mi deseo y ahuyentar el miedo miedoso y pedorro: en el post anterior: Bignozzi (de quien hice mi primer traducción de poesía al francés) y Malú Urriola, a quien escuché leer en una bienal de Arte Joven cuando las dos teníamos 20 y pico y seguí leyendo toda mi vida, la que escribió Hija de perra, la de la voz que te mueve completa.
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Lunes por la madrugada...
Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...
que sonríe cómplice de amor...
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