lunes, 31 de agosto de 2015
Walter
Esta es de cable no más. Pero no sé si yo últimamente leo todo en clave de género, de instituciones que hacen a la estructura patriarcal o me tocan todas ficciones con madres y padres enloquecidos por los roles prefijados. Me gustó mucho la idea de ser hijo de Dios y no ser hijo de su padre muerto. Me encantó la frase final de él y cómo la madre, que parece tan desquiciada durante toda la peli, lo pone dulcemente en su lugar. Perfecto el efecto del egocentrismo infantil y la omnipotencia de creer que se puede juzgar a simple vista quién va al cielo y quién al infierno. Linda vuelta de tuerca al tópico del fantasma que vuelve y el amigo invisible que cumple una misión al lado nuestro hasta que crecemos. Final feliz pero no pelotudo.
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Lunes por la madrugada...
Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...
que sonríe cómplice de amor...
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