Literatura
Domingo 30 de agosto de 2015 | Publicado en edición impresa
Poesía joven: los recién llegados a renovar el género
Por Daniel Gigena |
Nuevos circuitos de lectura de poesía, que borran los límites difusos entre la capital y el interior; editoriales que inauguran colecciones de poesía escrita por jóvenes y sellos creados para la difusión exclusiva de esos materiales; concursos, videos, talleres, blogs, slams, fanzines y revistas confirman la revitalización de un género que se creía obsoleto, acusado de endogámico y antimercantil (lo que incluso hoy no deja de ser un elogio encubierto).
¿A qué factores responde el fenómeno de la poesía joven, es decir, leída y escrita por jóvenes, en la Argentina? De Córdoba a Monte Grande, pasando por San Salvador de Jujuy y Rosario, los poetas jóvenes, muchos con obra inédita o sólo un primer libro, recuperan la tradición local e impulsan el desarrollo de una lengua, y del pensamiento sobre una lengua propia, en la que varios ingredientes se entremezclan. Políticas libertarias y desencanto, vida cotidiana y costumbrismo, sexualidad, denuncia (y demencia) social se potencian, quizás no como temáticas originales sino como condensadores de voces nuevas cuyas rupturas enfocan objetivos bien definidos.
"El hecho de vivir en una gran ciudad te lleva a hacer dos movimientos necesarios para cuidar tu salud mental -dice Walter Lezcano (1979), periodista, editor, docente y poeta-. Por un lado, exponerte y arriesgarte a cumplir con todas las obligaciones laborales y capitalistas y tratar de saciar algunos deseos dentro de esos marcos de intercambio de experiencias. Y por otro, hay un desplazamiento hacia adentro, de búsqueda de un refugio de la cantidad de estímulos que propone la vida moderna y que no se pueden satisfacer. Y en esa tensión salen textos que tienen la forma de poemas." Lezcano alude a una escritura en la que, a la vez que se retrata una sensación o un estado de confusión, se construyen frases de sentido plástico, que no refieren a nada específico pero que van creando un clima para encontrar la mejor forma de representar ese estado interior y social. "Después está la cuestión de ver quiénes de nosotros puede lograr algo increíble como conseguir una voz y, lo más complejo, conseguir lectores. Pero eso es una cuestión que resolverá el tiempo. En eso también, la poesía ayuda a derribar las crueldades del paso del tiempo. Y si el poema es bueno, resiste lo que sea."
Semanas atrás, él y otros poetas presentaron una antología de poesía joven publicada por el sello cordobés Llanto de Mudo, cuyo editor, Diego Cortés, falleció el 4 de agosto. Esto pasa. Poesía en Buenos Aires reúne textos de diez poetas nacidos en los años ochenta, entre ellos Fernando Bogado, Agustina Paz Frontera y Flor Codagnone.
Patricia González López, que estuvo a cargo de la selección de los poetas, muchos de ellos nacidos luego de 1983, indica en el prólogo que los autores golpean la superficie literaria con humor, humildad y la solidez que prestan los vínculos familiares y amistosos. Ese aspecto afectivo, lo que no implica un estilo ni una entonación idílica, predomina en la poesía escrita por jóvenes.
Codagnone (1984), autora de Mudas y Celo, dos poemarios publicados por Pánico el Pánico, señala que el actual es un gran momento de difusión de la poesía. "Hay un estallido: cada vez más talleres, editoriales especializadas, grupos, eventos, lecturas, festivales. La poesía está llegando a lugares adonde antes no llegaba y sospecho que esto tiene que ver, en parte, con la creación de la Red Federal de Poesía (www.redfederaldepoesia.gob.ar). Hablo de difusión únicamente porque creo que otras cosas siguen igual: pagamos para poder publicar y la circulación en librerías sigue siendo escasa."
El costo de las ediciones a cargo de los autores suele oscilar entre los seis mil y los quince mil pesos, con tiradas que casi nunca superan los mil ejemplares. En las presentaciones o lecturas públicas, los autores y editores recuperan parte de la inversión y el resto se vende a lo largo del tiempo en librerías especializadas como Librería Norte, Arcadia Libros o Hernández (en Capital Federal), que no sólo exhiben libros de poesía en estantes sino incluso en vidrieras y mesas.
LA MEJOR JUVENTUD
Poesía y vida se entremezclan en las primeras producciones que, acaso sin perder nunca esa trama indiscernible, luego avanzan sobre terrenos más conceptuales, formales o circunscriptos al desarrollo de una obra. "Me gusta la poesía de los más jóvenes. Ellos parecen haberse librado de algo, de cierta idea de la poesía sobre todo, un poco opresiva, y están empezando de nuevo -comenta Osvaldo Bossi, editor del sello Viajero Insomne, poeta y maestro respetado por jóvenes autores-. Raúl Gustavo Aguirre habla de la inocencia como único requisito para que la puerta de la poesía se nos abra una y otra vez. Y para que eso suceda, me parece, es importante olvidar. Leer y olvidar. Sin responder a ningún precepto, o en todo caso, a una sensación de la poesía que está en el aire y que nadie, por suerte, se encargó de reglamentar todavía. Cuando llega el momento de las reglamentaciones, es el fin de la poesía o el comienzo de otra cosa. Yo creo que estamos en ese momento."
Juan Arabia, poeta y crítico literario, egresado de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, dirige la revista Buenos Aires Poetry y el sello homónimo. Por ambas vías edita traducciones de poesía extranjera, ensayos sobre poesía y libros de autores jóvenes como Aixa Rava y Juan Rapacioli. "Habría que definir, o bien redefinir, el concepto de «joven» o «juventud», ya trabajado por sociólogos como Pierre Bourdieu o por los culturalistas. Me refiero al juego de la transmisión del poder, de los privilegios entre las generaciones. Más allá de una determinación en primera instancia económica, o bien simbólica (por ejemplo, la formación académica), hoy el escenario tecnológico (la posibilidad de la impresión digital, la individualización que promueven las redes sociales) permitió el crecimiento de nuevas editoriales, y por tanto se multiplicaron los poetas. La poesía siempre fue un género marginal y poco redituable para las grandes empresas editoriales, con la excepción de unas pocas editoriales españolas. En ese sentido, no creo que exista una diferencia entre los arbitrarios términos de «poesía joven», «poesía tradicionalista», «una poesía vieja»: queda sólo en evidencia una puja de poder, que quedará en manos de los lectores, al menos en los casos más afortunados". Para Arabia, sin embargo, esta multiplicación cuantitativa presenta cambios a nivel cualitativo. "Uno de los efectos de sentido que más se hace evidente en el género es el resultado del cruce con prácticas y espacios extrapoéticos, más bien de ocio o de socialización festiva. Hay una pérdida del sentido de la universalidad de la poesía, de ciertas tradiciones herméticas y una necesidad de exclamar un yo lírico microcotidiano, más bien masivo y evasivo."
Otro editor que sumó a su proyecto las ediciones de libros de poetas jóvenes, Diego Aristi López, festeja la revalorización del género que llega de la mano de las nuevas generaciones. Cave Librum (sello del oeste del conubarno bonaerense), al igual que otros fuera del radio de la ciudad de Buenos Aires como Iván Rosado, de Santa Fe, o La Carretilla Roja, de Monte Grande, acaba de estrenar colección de poesía joven. "Hay un regreso de la poesía al libro, lo que es maravilloso -dice Aristi López-. Y un reencuentro con su público. Pero la poesía siempre estuvo. Hoy, a diferencia de los años noventa, la poesía surge más intimista, cotidiana. El contexto perdió aquel protagonismo y volvió a ser el fondo de la escena. Claro que esta reflexión sobre la cotidianidad es aguda, visceral y a veces feroz. Y también cuestiona el estado de cosas que la condiciona. Por eso es necesariamente más lírica, ya no narra como hace veinte años. Y en esta vuelta a la enunciación ganó madurez."
Aristi López registra otra marca de época diferencial. "Nos interesan poetas como Paula Novoa o Gustavo Gareiz, que no integran grupos o revistas, pero que igualmente están conectados con otros. Y ésa parece ser la tendencia de esta generación nueva. Conforman una red, se conocen, se leen, se apoyan. Pero ya no desde un manifiesto estético-ideológico o un lugar físico de encuentro y eventos. Ni hay un mecenazgo o corriente del mercado que los impulse. Se están imponiendo porque son buenos, y lo que hoy se puede leer es el fruto de un trabajo constante que no detuvo la indiferencia editorial a la que venía siendo condenada la poesía en la última década y media".
Una de las grandes poetas argentinas, Mirta Rosenberg, sugirió en una reseña sobre la antología 30.30. Poesía argentina del siglo XXI (EMR) que los jóvenes debían desarrollar "una voz propia, un estilo o lo que hace de un poeta un poeta en vez de un seguidor de algún decálogo". Y Hugo Padeletti recomienda siempre, a jóvenes poetas y lectores, no olvidar que la poesía es, más que narración, piruetas verbales o apuestas formales, ante todo música..
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