Ricardo se fue de viaje, dejando atrás la cárcel en que se había convertido su cuerpo. Espero que haya libros, donde quiera que esté, no querríamos que se aburra mortalmente. Y que pueda seguir escribiendo. Sus textos nos irán llegando, si no directamente y con su firma, a través de las manos de tantos que, sabiéndolo o no, somos sus hijos. Perdón, sobrinos. Gracias, tío. Fue un gusto y un honor compartir con vos por algunos años este pequeño planeta literario del cono sur, tanto más rico e interesante gracias a lo que le trajiste y nos dejaste. Buen viaje.
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