Fui a llevar al Gati al veterinario: 9 cuadras con mostri en bolsa tipo mamá canguro. Me cansé.
El Gati, que no les dije que estaba mal porque, a pesar de lo que dicen las malas lenguas, yo no cuento todo todo en el face, ya está mejor. Insusifiencia renal, dos días internado con suero, ahora dieta con ensure, puré de manzana y arroz con mendicrem. Y dormir con mamita.
El veterinario, divino total, dice que ayer, internado, el Gati parecía que lo llamaba. Julián se llama el veterinario, igual que mijito mayor.
Voy a la farmacia a comprarle el Ensure, alimento líquido balanceado, al Gati puto y mi vecina la farmacéutica me felicita por mi nieta. Dice que se me nota la felicidad abuelil en la cara. Cómo quiero a mis vecinos.
Tan cansada volví de mis 9 cuadras de ida y 9 cuadras devuelta con Gato al hombro que no quería ni ir a la panadería. Casi me pongo a llorar cuando Rafa me dijo que no podía ir él. Pero me animé y las anécdotas de la panadera me hicieron sentir mejor. Las tres facturas que me compré para mí sola, también.
Entro a cargar la sube y me recibe el Ave María a todo volumen. La vieja que canta y cocina en la tele está más loca que yo. La chica de la sube se mataba de risa de mi cara de susto. Cómo quiero a mis vecinas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario