Una amiga me comparó con Frida Kalho cuando me quebré. No le vi mucho la gracia, yo que apenas me asomo a la vida y a la obra de Frida con un vértigo atroz y que sentía ese dolor insoportable de los huesos.
Claro: llevar un vestido o una cartera o un pin con su onda es otra cosa. No me gusta esa división de bienes: ella el vestido, yo los huesos rotos.
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