Atravesar Campo de mayo, desde lo de Ju hasta mi casa, siguiéndolo en esa moto que odio (como a todas las motos),mirando sus brazos y sus piernas, extrañada de no ver su cara dentro de ese casco mutante, fingiendo que es real el miedo que siento (tarea especial para cualquier poeta), temiendo perderlo en cada cruce,en cada esquina, temiendo que nos separemos al llegar a Senador Morón o a 20 de junio o a Salta y ya no tener la excusa de que no conozco el camino o que el auto, con la batería trucha que él me prestó, se pare en cualquier momento y haya que empujar de nuevo.
No importa que no se haya animado a avanzarme incluso cuando nos hicimos los bolú y entró a casa preguntando si estaban Rafa y Magda mientras yo le decía que no había nadie pero igual le iba abriendo los rejas y las llaves. No importa, tantas ganas no le tenía después de todo, y prefiero, aunque me cueste la espera, el placer de su deseo cobarde y la llegada, segura en el futuro, de su propuesta indecisa que espero, espero, espero, poder rechazar.
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